En busca del cuerpo casi inmortal

¿Conseguirá la biología sintética permitir a los humanos llegar a los 120 años de edad con un cuerpo en condiciones óptimas y una mente alerta?
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Un estudio de 2016 determinó por fin lo que sabíamos hace tiempo: los seres humanos tenemos un límite de longevidad alrededor de 125 años. En abril de 2017 murieron la que en ese momento era la mujer más longeva de la Tierra, a los 117 años, y semanas más tarde un hombre indonesio que, según se dijo, nació alrededor de 1870. Al dejar este mundo tendría cerca de 146 años, pero no se pudo comprobar su verdadera edad dado que en ese país la población comenzó a registrarse entrado el siglo XX. Como quiera que sea, estas edades matusalénicas ya no representan una barrera infranqueable. Hay quienes están empeñados en empujar los límites. Prueba de ello son las novedosas “fábricas de hormonas” y las técnicas poderosas de edición genómica, como CRISPR-Cas9. El desafío inmediato es encontrar la manera de alcanzar los 90 años sin llegar convertidos en unas piltrafas lúcidas o en unos ancianos más o menos enteros pero con la conciencia extraviada. ¿Conseguirá la biología sintética permitir a los humanos llegar por lo menos a los 120 años de edad con un cuerpo parecido al de Usain Bolt y una mente alerta, similar a la de Stephen Hawking, para luego dejar este mundo sin mayor dolor ni sufrimiento?

No resulta descabellado pensar que en un futuro próximo la humanidad sorteará la presente etapa de la medicina. Además, la capacidad de manipular los bloques fundamentales de la vida (del ADN y del ARN) ha alcanzado niveles atómicos a fin de reescribir determinadas frases del código genético.

Una postura radical es la de investigadores como Aubrey de Grey, egresado de Trinity College, Cambridge, quien piensa que el ser humano es un gran compuesto químico, de manera que la muerte deviene luego de un proceso múltiple y caótico de autointoxicación. Dicho de otra manera, nuestro metabolismo ocasiona problemas, los cuales, a su vez, se convierten en patologías. Su fundación geriátrica SENS (Strategies for Engineered Negligible Senescence), localizada en Mountain View, California, intenta, como su nombre lo indica, poner en práctica una ingeniería cuasi-personalizada. Así, habrá de considerar los múltiples factores que están llevando a la muerte a ese organismo humano, por lo cual tendrá que crear y probar estrategias adecuadas no con el fin de detener el envejecimiento, sino con la intención de revertirlo. La idea es contar con una batería de terapias bajo diseño que reparen los daños de la edad para vivir mucho más allá de 125 años, es decir, crear humanos amortales. Desde luego, aquí no se incluyen los decesos derivados de accidentes o a causa de confrontaciones violentas.

Según de Grey, existen siete clases de daños asociados al envejecimiento. Las dos primeras tienen que ver con la pérdida de células “útiles” y, al mismo tiempo, la proliferación de células “inútiles” o, peor, tóxicas. La tercera clase de daño es la resistencia a la muerte celular (apoptosis), la cual también provoca excesiva acumulación de células dañinas a la postre. Una cuarta categoría la forman ciertas sustancias en el cuerpo cuya degradación en términos bioquímicos es casi imposible, o bien el cuerpo es incapaz de expulsarlos. Esta “basura” intracelular puede ser letal. Lo mismo sucede con los desechos extracelulares, una quinta clase de deterioro. A fin de combatir la rigidez de los tejidos es necesario conservar una estructura molecular adecuada de las proteínas que los sustentan, la sexta. Y la séptima amenaza tiene que ver con el ADN mitocondrial (ADNmt, el que heredamos de nuestra madre), pues resulta vulnerable dado que se halla muy cercano a una intensa fuente de compuestos reactivos (la cadena respiratoria) y carece de los sofisticados mecanismos de reparación a los que tiene acceso el ADN nuclear. La acumulación de daños en el ADNmt está asociada a una amplia gama de enfermedades degenerativas.

Para enfrentar cada una de estas siete calamidades, Aubrey de Grey planea disponer de una estrategia de respuesta rápida y precisa, básicamente nanotecnológica, cuyo foco de atención son grupos de células y las moléculas bioquímicas con las que interactúa. Por ello será de vital importancia resolver el problema de la alimentación, pues de otro modo se podría caer en un círculo vicioso: por un lado comes e ingieres sustancias nocivas y por otro intervienen tu cuerpo para remediar su efecto. Sin duda en el ojo del huracán se encuentran los organismos manipulados genéticamente, en particular los alimentos. Hay quienes se preguntan: Si la humanidad ha sobrevivido durante miles de años soportando una vejez miserable, ¿podrá esta clase de alimentos cambiar el sino?, ¿lograremos prescindir de los alimentos transgénicos?

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escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).


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