En 2015, una iniciativa conjunta de las universidades de Harvard y Miami, liderada por Felicia Knaul y Julio Frenk, comenzó un ambicioso estudio global sobre cuidados paliativos. El motor de este proyecto fue la certeza de que “el acceso a los cuidados paliativos, la prevención y el alivio del sufrimiento asociado a cualquier enfermedad crónica o potencialmente mortal es el núcleo del derecho a la salud”. Pero este derecho, que aspira a ser universal[1], en realidad es extremadamente inequitativo, porque el control del dolor pocas veces es considerado dentro de los planes de salud, y eso genera una brecha enorme en el acceso a él que tienen ricos y pobres. Un ejemplo: entre 2010 y 2013 el mundo consumió 298.5 toneladas de morfina, de estas solo 0.1 se distribuyeron en países de bajos ingresos.
Tres años después, con el trabajo conjunto de 35 expertos y el análisis de las necesidades de cuidados paliativos de 172 países para tratar enfermedades como VIH, cáncer, enfermedades cardíacas, nacimiento prematuro, tuberculosis, fiebres hemorrágicas, enfermedades pulmonares y hepáticas, desnutrición, demencia y traumatismos, se presentó el reporte The Lancet Commission on Global Access to Palliative Care and Pain Relief. El diagnóstico es demoledor y esperanzador al mismo tiempo: hay una crisis global de serio sufrimiento relacionado con la salud (SHS: serious health-related suffering) pero resolverla no es tan costoso como se teme.
De acuerdo con el reporte de la Comisión, el 45% de las 56,2 millones de personas que murieron en 2015 experimentó SHS. De ellas, más del 80% eran de países pobres o en vías de desarrollo: cada año, casi 2.5 millones de niños mueren con SHS, más del 98% de estos niños son de países en vías de desarrollo. ¿Un último dato terrible? La carga anual a nivel mundial medida en días de sufrimiento físico y psicológico es de 6 mil millones de días (el triple si hay enfermedades mixtas). Con esos datos en la cabeza busco un subrayado de Las crónicas del dolor de Melanie Thernstrom: “sufrir dolor es estar solo, es pensar que nadie más puede habitar o imaginar el mundo que habitas. El dolor borra y anula”. ¿Por qué dejamos que media humanidad sufra innecesariamente?
Para enfrentar esta crisis, la comisión propone que los sistemas de salud de todo el mundo pongan a disposición un paquete esencial de cuidados paliativos. Y su recomendación más enfática es liberar, inmediatamente, morfina oral e inyectable para cualquier paciente con dolor de moderado a severo. Actualmente, en los países de ingresos altos 10 mg de morfina cuestan 3 centavos de dólar, pero este precio se quintuplica en los países de bajos ingresos. La Comisión estima que para que todos los países tengan acceso a precios de menudeo se necesitaría una inversión global de 145 millones de dólares al año. Parece mucho dinero pero es el mismo monto que recaudó en su primer fin de semana la película Guardianes de la galaxia 2.
En México el tema de los cuidados paliativos no es nuevo. Nuestro entramado legal cuenta con una Ley General de Salud que los contempla desde 2009, guías de práctica clínica y referencia rápida, norma oficial mexicana y un acuerdo del Consejo de Salubridad General que declara su obligatoriedad. José Ramón Cossío Díaz y David Kershenobich analizaron esta reglamentación y llegaron a una conclusión muy interesante: “las personas que tienen una enfermedad que no responde al tratamiento curativo y cuyo pronóstico de vida es menor a los seis meses cuentan con diversos derechos. En cambio, las personas que sufren de un padecimiento crónico degenerativo sin un pronóstico de menos de seis meses de vida se encuentran desprotegidas […] resulta difícil establecer bajo qué condiciones habría que darle tratamiento integral contra el dolor a quien no sufre de una enfermedad terminal pero sí de fuertes dolores”. Y el reporte de la Comisión ha señalado nuestro pésimo desempeño (que raya no sé si en la incompetencia o en la corrupción) como compradores de morfina.
La estrategia nacional para el control del dolor y cuidados paliativos lanzada en 2015 fue un paso importante en la dirección adecuada, ya que los recetarios electrónicos contemplados en la misma facilitan el acceso a la morfina. Ahora falta construir una política pública que, como propone el informe de la Comisión, podría pasar por entregar el paquete esencial de cuidados paliativos a quienes los necesiten, lo que de entrada reduciría los gastos hospitalarios. Ese ahorro permitiría, a su vez, ampliar la cobertura de cuidados paliativos. “Conquistar el dolor” es una meta que sonaría casi poética. La realidad, me temo, tiene poco margen para las metáforas: es imprescindible que nos enfoquemos en controlar el grave sufrimiento relacionado con la salud.
[1] En la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible la ONU señala que la cobertura sanitaria universal se define como el acceso universal a servicios de promoción de la salud y de prevención, tratamiento, rehabilitación y cuidados paliativos que sean de calidad y a la protección contra los riesgos financieros.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.