Foto: IISD/ENB | Kiara Worth http://enb.iisd.org/climate/cop25/enb/14dec.html

La COP25 lo deja para el año que viene

A pesar de los esfuerzos y los tímidos avances, esta cumbre no ha estado a la altura de su lema: “es tiempo de actuar”, ni de la ambición que se pedía a los países para responder a la emergencia climática que vivimos.
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Lo que parecía ser una larga noche de viernes para cerrar la Cumbre del Clima se convirtió en dos días de tiempo extra. La COP25 concluyó a las 2 de la tarde del domingo, con un plenario más vacío que lleno. Una presidencia cansada y los errores en el sistema informático marcaron la pauta en la recta final de esta cumbre con más desacuerdos que acuerdos en los temas importantes.

A medida que iban pasando las horas, las delegaciones, medios y observadores se regresaban a sus países de origen. Además de los que se fueron, algunos países se quejaron por la falta de inclusión en el maratón de reuniones bilaterales y negociaciones del último momento. “En las últimas 6 horas, el 90% de los países no participaron de las negociaciones”, criticó el representante de Papúa Nueva Guinea en el plenario de la noche. Aunque la presidencia y varios países repetían “el mundo nos está mirando”, el compromiso y la ambición para encarar esta crisis climática no llegaron.

Esta cumbre venía con tareas pendientes desde la COP24 de Katowice, una de ellas era justamente la regulación de los mercados de carbono, que tampoco se pudo resolver en Madrid. Ante el peligro de llegar a un mal acuerdo respecto a este tema, Costa Rica lideró una coalición de 30 países y presentó “Los Principios de San José”, en los cuales pidieron a la presidencia de la COP no permitir un “acuerdo débil” sobre el artículo 6 de los Acuerdos de París, documento que influyó en la decisión final de esta cumbre: posponer este asunto a la siguiente edición en Glasgow. La decisión alegró a unos y decepcionó a otros. Fernando Tudela, miembro de la delegación española, cree que las posiciones no cambiarán mucho, por lo que posponerlo no sería de utilidad. Otros, como Gilles Dufrasne, Oficial de Políticas de Carbon Market Watch, creen que “después de dos semanas de negociaciones, las discusiones sobre los mercados de carbono dieron un giro tan malo que no ver ningún acuerdo fue realmente un alivio”.

El mercado de carbono es una herramienta para limitar la emisión de gases de efecto invernadero, a través de la comercialización de derechos de emisión. El organismo rector establece un límite a las emisiones permitidas y distribuye o subasta los derechos de emisión. Si una empresa o país no cuenta con los suficientes derechos para cubrir sus emisiones debe hacer reducciones o comprar créditos adicionales a otra empresa. Mientras que los miembros con asignaciones adicionales pueden venderlos o depositarlos para uso futuro Aunque algunos ven esta medida como positiva para acelerar la reducción de las emisiones, a otros les preocupa, pues si se aplicara mal se podría contar doblemente las reducciones de emisiones: tanto en el país que compra la emisión como el que lo vende. Otro tema preocupante del artículo 6 es si los países que tenían bonos de carbono del anterior mercado podrían utilizarlos en el Acuerdo de París. Esta posibilidad fue duramente criticada por algunas delegaciones, porque, de poder usarse bonos pre-2020, no se estaría descarbonizando ni haciendo reducciones de emisiones efectivas. Esto no gustó demasiado a Brasil, China o India, países que invirtieron mucho en los bonos antiguos, por lo que se estarían jugando grandes sumas de dinero.

Además de estos temas, Costa Rica, México, Suiza, Nueva Zelanda, Palestina y Tuvalu insistieron hasta el último momento para que se pudiera incorporar los derechos humanos en este artículo y así preservar la vida de los pueblos indígenas y de las comunidades que se verían afectadas por estos nuevos mercados.

Aunque algunos vieron la falta de acuerdo como un gran fiasco, el tema es muy sensible. El artículo 6 es la única herramienta del Acuerdo de París que sería vinculante y que si se pusiera en marcha regularía la economía mundial de los próximos años, pero un mal diseño pondría al planeta en serios riesgos.

En términos generales, las discusiones sobre el financiamiento climático fueron bloqueadas por Estados Unidos y Australia y no tuvieron todo el empuje necesario de las grandes economías del mundo (la Unión Europea, Japón o Canadá). El bloqueo y la tibieza impidieron llegar a acuerdos más ambiciosos en cuanto a los recursos económicos que los países desarrollados tendrían que dar a los no desarrollados. “No se acordó un financiamiento a largo plazo para el cambio climático en la COP25. Las diferencias entre países son peores que nunca”, criticó la organización internacional Amigos de la Tierra, que estuvo siguiendo las negociaciones desde Madrid.

Después de arduas discusiones, se llegó a un débil acuerdo en uno de los temas más polémicos de esta cumbre: el Mecanismo Internacional de Varsovia para las Pérdidas y Daños. Esta medida es muy importante para que los países en vías de desarrollo y los más vulnerables tengan los recursos para enfrentar los desastres naturales como huracanes, sequías, inundaciones y otros eventos climáticos adversos, que según avisa la ciencia serán más frecuentes e intensos. Las pequeñas islas del Pacífico, la región latinoamericana y africana serán algunas de las más castigadas. “Pudimos llegar a un acuerdo, pero con el tema de financiamiento más diluido y poco concreto”, “teníamos un texto más ambicioso, que no salió”, explica el principal negociador de Pérdidas y Daños de la delegación de Costa Rica.

Quizá el gran logro de esta Cumbre fue aprobar el Plan de Acción de Género para cinco años, que si bien, faltaría mucho por hacer, permitiría tener en cuenta la perspectiva de género en los temas climáticos y contemplar algunos de los asuntos que preocupaban como la transición justa y los derechos humanos.

Fue la Cumbre más larga de la historia y el mal sabor de boca parece generalizado. Se pospusieron grandes temas para la edición del 2020, pero sin avisos de cambios en el tablero de juego. Brasil y Australia seguirán con los gobiernos actuales, mientras que lo que podría mover alguna ficha son las elecciones en Estados Unidos a realizarse el próximo noviembre, días antes de la COP26. ¿Una nueva administración podrá llevar a Estados Unidos de vuelta al Acuerdo de París y facilitar las próximas negociaciones en Glasgow? ¿Cómo jugará la recesión económica que se avecina?

Más allá de las negociaciones y los países que complicaron más las cosas, lo que parece dejarnos esta cumbre es un divorcio entre la sociedad civil, las organizaciones ambientales, la ciencia y los liderazgos políticos que hemos visto discutir en Madrid. A pesar de los esfuerzos y los tímidos avances, esta cumbre no ha estado a la altura de su lema: “es tiempo de actuar”, ni de la ambición que se pedía a los países para responder a la emergencia climática que vivimos. Mientras la ciencia avisa, las calles claman y los cambios profundos parecen no estar sobre la mesa, la COP25 lo dejó para el año que viene.

 

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es periodista especializada en medioambiente, energía, género y derechos humanos.


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