Almodóvar y el corazón tercamente sangrando

Con el mediometraje "Extraña forma de vida", el director español incursiona en el western revisionista, concentrado en pequeños detalles y diálogos sentimentales que lo muestran aún inspirado y sensible.
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Entre las líneas de la letra de “Estranha forma de vida”, la canción que la intérprete portuguesa Amália Rodrigues coescribió y estrenó en 1962, están presentes ciertos rasgos que a distancia se pueden ver reflejados en la filmografía de Pedro Almodóvar. En esta, se habla de deseos que no se pueden seguir reprimiendo y un pasado que consume a las personas: “Corazón independiente / Corazón que no mando / Vive perdido entre la gente / Tercamente sangrando”. Ahí están aquel director de cine con carrera en ciernes que persigue, entre memorias infantiles, relatos ficticios y confesiones de crímenes cometidos, la figura del hombre que llegó a amar, en La mala educación (2004); ese enfermero obsesionado con la bailarina comatosa que conoció cuatro años atrás, en Hable con ella (2002); aquella mujer que después de una década busca reconstruir la historia fragmentada que culminó con la separación entre ella y su hija, en Julieta (2016).

Con una versión de ese mismo tema, editada por Caetano Veloso en 1986, inicia el nuevo mediometraje del realizador español. El asesinato de una mujer, ocurrido en el desértico pueblo de Bitter Creek, reúne veinticinco años después al nuevo alguacil del lugar (Ethan Hawke) y al ranchero crepuscular (Pedro Pascal). Si bien ambos tienen una conexión importante con dicha muerte, aquello que realmente los mueve es seguir acariciando el recuerdo de esos escasos meses en algún punto indefinido de México, caracterizados por el fragor de sus cuerpos y la embriaguez con vino, preguntándose lo que pudo ser si el idilio no se hubiera acabado repentinamente por el miedo. Nuevamente, el corazón tercamente sangrando del que habla el fado de Amália Rodrigues hace acto de presencia.

Cierto es que, así como ocurría en La voz humana (2020) –su mediometraje anterior, protagonizado por Tilda Swinton–, con esa tormentosa despedida por teléfono de cierto amante traidor, Almodóvar presenta apenas el atisbo de un relato de amor cuyo horizonte es incierto, y eso se puede convertir al final en una experiencia poco placentera. Sin embargo, Extraña forma de vida le permite al director la oportunidad de explorar otros derroteros dentro de su estilo. Contrario a lo que se podría suponer, tomando en cuenta que la película es producida por la casa de moda Yves Saint Laurent dentro de una serie de proyectos cinematográficos en conjunto con directores de primer orden (Gaspar Noé, David Cronenberg, Abel Ferrara, etcétera), Almodóvar rehúye los manierismos y coqueterías en la puesta en escena, las cuales se han ido desgastando paulatinamente en su obra. Inclusive, los guiños a títulos por los que siente profunda admiración como Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954) en el western o All that heaven allows (Douglas Sirk, 1955) en el melodrama exacerbado son menos explícitos que en otras ocasiones.

Inscrita dentro del llamado western revisionista, compartiendo espíritu con películas como Slow west (John Maclean, 2015), First cow (Kelly Reichardt, 2019) y El  poder del perro (Jane Campion, 2021), en su búsqueda de desmitificar arquetipos viriles, la cinta de Almodóvar, en medio de pulsiones pasionales, se concentra en los pequeños detalles (los gestos que afloran en la cena posterior al reencuentro; la evocación de esa irrepetible noche anterior que cada uno tiene mientras, nuevamente separados, montan a caballo en un páramo) y los diálogos sentimentales (el personaje de Pascal expresando aquello que, hasta ese momento, era inconfesable: “Hace años me preguntaste qué podía hacer dos hombres viviendo juntos en un rancho. Te lo respondo ahora. Cuidar el uno del otro, protegerse mutuamente, darse compañía”), que demuestran a un director todavía inspirado y sensible.

Y mientras en el rancho va cayendo el atardecer, retratado por el colaborador recurrente José Luis Alcaine, y se escuchan las orquestaciones de aire nostálgico compuestas por el también habitual Alberto Iglesias, una vez más viene a la mente la letra de la canción: “Yo no te acompaño más / Para, deja de latir / Si no sabes dónde vas / Porque te empeñas en correr / Yo no te acompaño más”. ~

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(Ciudad de México, 1984). Crítico de cine del sitio Cinema Móvil y colaborador de la barra Resistencia Modulada de Radio UNAM.


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