Al igual que el de Brad Pitt, el รฉxito de la carrera de Richard Gere no concuerda con sus habilidades histriรณnicas. Sin embargo, Pitt es un actor de medio pelo cuyo registro se ha ampliado con los aรฑos, mientras que Gere sigue siendo mรกs o menos el mismo que saliรณ en American Gigolo: ligeramente acartonado, solvente cuando interpreta hombres de poder y casi siempre titubeante cuando la historia le exige dar indicios de fragilidad. Esto no le ha impedido protagonizar pelรญculas de la talla de The Hoax, divertida comedia sobre un autor, mentiroso compulsivo, que pretende escribir la biografรญa no autorizada de Howard Hughes; o, bien, de Primal Fear: efectivรญsimo drama leguleyo, con un giro de tuerca que le valiรณ una nominaciรณn al รscar a su coestrella, el entonces desconocido Edward Norton. Hasta Unfaithful, melodramรณn de Adrian Lynne, se salva de la ignominia en gran medida porque es la รบnica cinta en la que Gere interpreta con sensibilidad a un hombre derrotado.
Arbitrage, dirigida por Nicholas Jarecki, es la mejor pelรญcula que Gere ha hecho en toda su carrera. Y, a diferencia de cรณmo hizo en The Hoax y en Unfaithful, aquรญ Gere interpreta al estereotipo que tanto le acomoda y sobre el cual fincรณ su carrera. Robert Miller es el multimillonario dueรฑo de un fondo de inversiรณn en Manhattan. Parece, tambiรฉn, un dedicado hombre de familia, al que su hija y esposa sorprenden con un pastel el dรญa de su cumpleaรฑos. La audiencia rรกpidamente se percata que Miller no es lo que aparenta. Lejos de su familia, el protagonista deArbitrage es un hombre francamente abyecto, cruza viperina entre Bernie Madoff y Sherman McCoy, el memorable protagonista de La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe. Es, tambiรฉn, la cara oscura de Edward Lewis, el millonario seductor e inescrutable que Gere interpretรณ en Pretty Woman. Miller no solo ha involucrado a su hija mayor en una transa de proporciones รฉpicas sino que se escabulle de su casa en la madrugada para visitar a su amante (Laetitia Casta): una pintora fracasada, a la que mantiene por debajo del agua. Tal y como ocurre en la novela de Wolfe, el teatro de Miller amenaza con venirse abajo despuรฉs de un trรกgico accidente automovilรญstico. Y es aquรญ cuando Arbitrage se pone verdaderamente interesante.
Pocas cintas recientes estรกn mejor armadas para el actor que las encabeza. Todas las caracterรญsticas, inherentes a la personalidad que Gere ha cultivado en pantalla, estรกn presentes en Miller: su capacidad para seducir sin revelar absolutamente nada de su personalidad, ese oficio de mentiroso avezado y convincente, y, ante todo, la mรกs absoluta frialdad frente a la lente. Incluso el hecho de que Gere siempre parezca actuar, sin jamรกs acercarse, ni remotamente, a la verosimilitud de histriones con mรกs recursos, embona con su personaje. Cuando sufre o cuando estรก contra las cuerdas, Miller parece actuar siempre, interpretando el papel que necesita interpretar para escabullirse de un arresto, una desavenencia marital o un problema en el trabajo.
Sin caer en hipรฉrbole, el final de Arbitrage recuerda al desenlace de otra historia sobre un implacable hombre de negocios cuya familia parece derrumbarse mientras su negocio se mantiene intacto: Michael Corleone. Es precisamente en el desenlace cuando la cinta de Jarecki se aleja de La hoguera de las vanidades (que es, en tantos sentidos, su hermana literaria). Mientras que Wolfe arroja a McCoy a un pozo, humillรกndolo sin cuartel, Jarecki guarda un destino mรกs sutil, pero acaso mรกs siniestro, para Miller. Tras seguirlo por dos horas, y debatirse entre querer verlo en la cรกrcel o verlo libre, el espectador recibe una de las mejores secuencias finales de los รบltimos aรฑos. Todo estรก en los gestos: los personajes dicen mรกs por omisiรณn que por acciรณn explรญcita. En esa รบltima toma, con Gere ocupando el cuadro cual titรกn capitalista, hay ecos de Al Pacino, sentado, solo, en su helado jardรญn, rodeado de los juguetes de sus hijos. No hay mayor prueba de la inteligencia de Gere y de la calidad de Arbitrage que esa: un actor limitado acaba de merecer una comparaciรณn con un Corleone.