Desde su publicación, en 1987, Batman: Year One ha sido un hito de la novela gráfica: la segunda entrega que Frank Miller dedicó a Batman (The Dark Knight Returns apareció un año antes) provocó júbilo entre los tradicionales fans del Hombre Murciélago y ganó el respeto de los que eran más bien escépticos con las bondades del personaje. (Menos entusiasmo han provocado sus cómics posteriores y su blog, sobre todo después de los ataques terroristas que sufrió Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, pues se ha convertido en un iracundo crítico del islamismo.) Llamó la atención no sólo porque se ocupaba de los inicios del súper héroe –parcela que nadie había atendido hasta entonces–, sino también por la crudeza con la que se hacía: el vigilante nocturno es un hombre vulnerable (en The Dark Knight Returns incluso envejece) inseguro, que sufre daños constantes y que, mientras crea su personaje, acumula traspiés y a menudo termina herido. En el 2000 Darren Aronofsky se involucró en los intentos que Warner Brothers hacía para el retorno de Batman al cine. El material de origen sería Year One, y aunque el cineasta trabajó en un texto para tal fin, el asunto no prosperó. Poco después entró al quite Christopher Nolan con una visión diferente (si bien algunos pasajes de esta novela gráfica perduran); lo demás, como dicen, es historia. Pero finalmente la novela vivió una adaptación en 2011. Warner Premiere, ala del estudio dedicada al lanzamiento de películas directamente al mercado del video, produjo una película animada de una hora que se inspira en la obra de Miller. La historia es muy similar a lo que se observa en la publicación: Year One es una fiel transcripción de lo que aparece en las páginas, como sucedió con Sin City (2005), que también surgió de una novela gráfica de Miller, y en la que éste participó, además, como codirector. El resultado merece atención por el uso afortunado de algunas herramientas propias del audiovisual, por algunas añadiduras y algunas omisiones que enriquecen lo que ya aparecía en la novela.
Los responsables de Batman: Year One son Sam Liu y Lauren Montgomery, quienes trabajan regularmente en productos destinados al mercado de video. El argumento sigue fielmente lo propuesto por Frank Miller y cubre los eventos que tienen lugar entre el 4 de enero y el 3 de diciembre, el año uno de vida de Batman al que alude el título. El primer día asistimos a la llegada a Ciudad Gótica de Bruce Wayne y Jim Gordon, el primero en avión y el segundo en tren. La lógica del montaje alterno aparece desde las páginas iniciales y se mantiene a lo largo de toda la película. Así, conforme el año avanza, seguimos los pasos que Wayne da para crear a Batman mientras Gordon, que tiene el grado de teniente, se gana un lugar en la policía local. Ambos descubren una ciudad en ruinas morales y encaran la hostilidad solos. Wayne no se siente seguro para combatir al hampa, y su primera incursión en la zona roja de Gótica la hace maquillado (la teatralidad, veremos, es parte importante desde el origen); se encara con un proxeneta y tiene un duro enfrentamiento con una prostituta, Selina Kyle (quien luego será Gatúbela). De ahí sale malherido, pero pronto descubrirá el camino “con la ayuda” de su padre. Gordon, que desde que llega sabe que vivirá en Gótica una temporada “en el infierno”, se rehúsa a involucrarse en las corrupciones habituales de la policía, lo que le vale la animadversión de sus compañeros y más de una golpiza. Los caminos de Batman y Gordon se cruzan varias veces, y al final del año ya no se separarán.
En su primer año en Gótica, Batman y Gordon enfrentan sus fantasmas del pasado y comparten el protagonismo: a los conflictos que viven ambos se les dedica el mismo tiempo y tienen un peso similar. Wayne regresa 18 años después de la muerte de sus padres, evento con el que “todo sentido abandonó” su vida. Gordon llega después de tener roces con sus compañeros en “Asuntos internos”. Wayne se sabe hábil pero también incapaz de entrar en acción para combatir al crimen; Gordon padece el desencanto de vivir en una ciudad en decadencia, un lugar donde no quisiera que creciera el hijo que su esposa lleva en el vientre. Una vez que Batman entra en escena, Wayne se recrimina su falta de pericia, pero Gordon suma otros problemas: además de perseguir al misterioso enmascarado y el odio de los policías, debe arreglar cuentas en casa luego de tener una aventura romántica con una compañera. Batman en la clandestinidad y Gordon en la institucionalidad se empeñan en combatir al mal, pero su labor no les reserva mayores alegrías: viven obsesionados con hacer el bien pero no gozan de la satisfacción que pudiera suponer su procuración; son dos seres atormentados que viven en la oscuridad y que no sabrían detenerse a ver el amanecer para el que trabajan. De alguna manera, tanto Wayne como Gordon son víctimas de sus criaturas: el primero de Batman, el segundo de su hijo, pues como dice el mafioso Falcone: “Una vez que un hombre es padre, nunca es verdaderamente libre”. La heroicidad, en consecuencia, no cabe aquí.
En lo que corresponde al estilo de la cinta, Liu y Montgomery emulan también las reflexiones que nos llegan en voice over. Wayne-Batman y Gordon comparten una voz interior incesante que guía su acción y examina las consecuencias de lo que hacen. El monólogo de ambos se complementa y va conformando un diálogo. Y si bien en la gráfica de la cinta también se ve la huella de la novela, los realizadores apuestan por un colorido más intenso, lo que de alguna manera mesura la sordidez de Gótica y de los eventos que se registran (la cinta, así, se ubica a medio camino entre la animación para niños y para adultos). Entre los aportes apreciables que ofrecen Liu y Montgomery se encuentra el uso del montaje alterno en circunstancias que no aparecen en la publicación, como el pasaje en el que vamos de la práctica de tiro que lleva a cabo Gordon a las imágenes de la ecografía de su hijo, alternancia que ilumina la contradicción que vive el hombre que mientras se reproduce se prepara para matar. También es valioso el uso de este recurso en el momento en que Wayne tiene la revelación para utilizar el miedo en el combate a la delincuencia, el momento en que precisamente nace Batman y mientras en las páginas se recurre a la declaración verbal, la cinta lo deja claro por medio de imágenes yuxtapuestas.
Miller anota en la introducción de Batman: Year One que para él, a diferencia de la popular serie de televisión protagonizada por Adam West y Burt Ward, Batman no es gracioso. Es, incluso, trágico. Éste es el tono que impera en la novela y se hace presente en los parcos protagonistas, que se toman muy en serio la vida porque encaran la muerte habitualmente. En película se hace sensible, además, por medio de una animación que irónicamente luce estática a menudo y también por la banda sonora, que es más bien “apagada”. Miller ha contribuido a hacer de Batman un personaje que vive por y para su obsesión, cuyas debilidades y neurosis tienen tanta o mayor presencia que sus fortalezas: un súper héroe humano. Muy humano.