Lo pasé extraordinariamente bien viendo la última película de Alexander Payne, y salí muy agradecida, a él y en general. Me gustaría no destripar mucho la trama en estas líneas, porque yo misma la vi sin saber nada y me alegré, así que empiezo por un lateral y a ver dónde acabamos.
La película se ha llamado en España Los que se quedan, que a pesar de su precisión resulta un título un poco desvaído, en el que incluso la única palabra con más significado, el verbo, resulta algo anodina. El título original es The Holdovers, y holdover, según copio del Cambridge Dictionary es “una persona o cosa que permanece desde un momento anterior, especialmente una persona que se mantiene en una organización después de que otras personas hayan sido reemplazadas”. ¡Qué específico! El nombre en castellano alude directamente a la premisa de la película: unos chicos que tienen que pasar la Navidad en el internado donde estudian. Los demás se van, y ellos, los nuestros, son los que se quedan. Pero después de haber visto la película se entiende que el término se refiere sobre todo al personaje quizá más protagonista de todos, el interpretado por Paul Giamatti: Paul Hunham.
Hunham. Personaje e intérprete comparten el nombre de pila, pero me voy a detener en lo que pueda ocultar el apellido. Ya en una película anterior de Payne, A propósito de Schmidt, el nombre del protagonista parecía decir algo de él, que era un Smith, un apellido tan habitual en el mundo anglosajón que no podía tratarse más que de un hombre común, pero que conservaba su grafía de emigrado: un hombre como todos y a la vez un hombre que siempre estaría fuera de su sitio. Yo nunca había oído el apellido Hunham. Y no soy la única: si se busca la palabra en Google, todos los resultados que aparecen en las primeras páginas están relacionados con la película. En una página llamada Ancestry, que ayuda a buscar antepasados y familiares dispersos, no aparece nadie con ese nombre. En Google Maps, en todo el mundo, solo encuentro un sitio llamado Hunham Copse (glups, casi como corpse; pero sin la R quiere decir “bosquecillo”), en el condado de Berkshire para quien le interese. Todo esto quiere decir que el nombre está elegido a propósito, que tiene un sentido.
Si probamos a descomponer la palabra en dos, resulta hun ham, es decir, jamón de huno (de los hunos de Atila), pero parece una pista falsa. Más sentido parece tener la intuición de un tal Scott Hoezee, que escribe en The Reformed Journal, de que Hunham es un anagrama de human. Puede que Hoezee acierte, aunque a su anagrama le sobre una H. La naturalidad con la que se suceden las asociaciones me anima a intentarlo con los demás personajes principales. Por un lado tenemos a Mary Lamb, la cocinera del internado, cuyo hijo acaba de morir en la guerra de Vietnam, así que es una madre dolorosa. En una entrevista en la revista Caimán, el propio Payne señala una posible voluntad al nombrar a los personajes (“¿Cuál es la familia navideña más conocida (padre, madre, hijo)…? Le doy una pista: la madre se llama Mary”). Acabo de caer en la cuenta, mientras escribo esto, de que Lamb significa cordero. En cuanto al tercero de los protagonistas, el estudiante holdover, se llama Angus Tully. Cuando uno de los compañeros de Angus quiere meterse con él lo llama Anus (ano), pero Angus se parece, en español, a angustia, y en inglés a anguish. No demasiado lejos de lo que siente un adolescente como él la mayor parte del tiempo. En cuanto a Tully, aprendo por ahí que es un apellido irlandés que tiene muchas variantes, y que al anglificarlo se transforma en flood, o sea, riada, inundación, desbordarse. Así que Angus Tully se llama también Desbordamiento de Angustia. Y sí, el personaje está muy torturado.
(Por cierto, en el curso de estas pesquisas doy también con una página sorprendente, en la que ayudan a encontrar prendas similares a las que llevan los personajes en las películas.)
Puede que todo lo anterior no sea más que una sarta de insensateces, o puede que sea un juego similar al del que Joyce dijo que le daría trabajo a los críticos de Ulises en los dos siglos siguientes a su publicación. En todo caso, buscarles nombres con sentido oculto a los personajes sobre los que se va a escribir puede ayudarnos a darles un fondo que luego se vaya revelando a lo largo de la escritura, y también tiene algo de acto mágico. No sé qué han pretendido hacer Alexander Payne y el guionista, David Hemingson, al nombrar a sus maravillosos personajes, pero sí que su película nos recuerda la dignidad que hay en toda vida, por muy gris que sea, y además al verla te partes de risa y lloras. Por mi parte, he dedicado estas investigaciones a Los que se quedan para alargar como fuese mi vínculo con la película, porque salí del cine como cuando de pequeños acabábamos un libro y queríamos seguir viviendo con sus personajes, queríamos ser ellos, hasta el punto de que volví a casa fantaseando con ser, en lugar de una tía saliendo tan contenta del cine una bonita noche de enero, un adolescente atormentado abandonado por su familia en el odioso internado durante las Navidades.
Es escritora. Su libro más reciente es 'Lloro porque no tengo sentimientos' (La Navaja Suiza, 2024).