El cine de los ochenta: Robocop

Alonso Ruvalcaba visita Robocop, de Paul Verhoeven, una cinta mucho mรกs inteligente de lo que parece.
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No es nada raro que esta serie de cine ochentero estรฉ ocupada รบnicamente por pelรญculas anglรณfonas: la cultura que hoy algunos ven como necesitada de una vindicaciรณn es precisamente el pop proveniente de Estados Unidos e Inglaterra, un pop que sus crรญticos mรกs acres se imaginan siempre superficial y embadurnado de gel, con calentadores y permanentes. Madonna vs Wham! vs Calvin Klein vs Ralph Lauren en un episodio mash-up de Dallas y Miami Vice. Todos, por supuesto, hasta la madre de coca. (Ahora que lo pienso, suena bien.)

 

Naturalmente esa cultura ni era omnipresente ni era del todo irreflexiva: a veces se detuvo a mirarse a sรญ misma con un ojo hipercrรญtico. Es el caso sorprendente de Robocop, que dirigiรณ en Hollywood, en 1987, el inclemente holandรฉs Paul Verhoeven. El adjetivo no es gratuito. Algunas de sus pelรญculas previas –Delicias turcas (1973), Spetters (1980) o El cuarto hombre (1983)– pueden poner a prueba, en clave de cine genรฉrico, ciertos estรณmagos de fรกcil indigestiรณn. Su primera pelรญcula gringa, Flesh & blood de 1985 (en Mรฉxico vista sรณlo en video; ojo, nostรกlgicos: la tenรญa Videovisa y se podรญa rentar en Videocentros), es un antecedente de la tendencia actual, en cine y tele, de ver toda antigรผedad –de Esparta a Roma a la Europa renacentista– como una fiesta interminable de sangre, sexo y moscas.

 

A Robocop Verhoeven trajo esa misma intensidad olorosa a flujos humanos adicionada de una visiรณn mordaz de la cultura que lo empezaba a alimentar. (Que la pelรญcula haya sido una inversiรณn millonaria del Hollywood mรกs pop –¡MGM, por dios!– no deja de ser asombroso.) En la historia de un buen policรญa (Peter Weller) dejado casi por muerto por un mafioso (Kurtwood Smith) y sus canchanchanes, y luego de algunas noches resucitado en forma de cyborg invencible, el director encontrรณ espacio para burlarse de todo lo que se le puso al paso. La publicidad (“Mitad mรกquina, mitad hombre: pura ley”, decรญa el eslogan), el adecentamiento o gentrificaciรณn de parte de una ciudad por medios corruptos y la avidez consumista de vivir en esas zonas adecentadas –a veces, tres pรกjaros de un tiro en un fotograma:

 

 

Otras veces, aprovecha el product placement para el comentario cizaรฑoso. Aquรญ, por ejemplo, en que la negligencia y distracciรณn de los empleados tienen un claro sustento en sus hรกbitos alimenticios:

 

 

Tambiรฉn la presencia constante de la televisiรณn le sirviรณ al director para morder la mano que le daba de comer. Vemos cabezas parlantes cuya estulticia es total, anuncios de juguetes para niรฑos crueles, noticias descabelladas, comentaristas delirantes. Robocop es una historia como salida del cรณmic. El uso persistente de la televisiรณn recuerda de inmediato a otro cรณmic: The Dark Knight returns de Frank Miller, que habรญa aparecido un aรฑo antes:

 

 

(No puede ser casualidad que Miller terminara por contribuir a los argumentos de Robocop 2 y 3 o que, en el 2006, publicara su propio cรณmic de Robocop con Avatar Press.)

 

Verhoeven sabรญa que su pรบblico era proclive a asustarse a las primeras de cambio. En Robocop lo demuestra tentando los lรญmites de los espectadores una y otra vez. Aรบn estamos en los primeros minutos de la pelรญcula cuando, en OMNI Consumer Products, la empresa encargada de la seguridad en la ciudad –gracias a una adjudicaciรณn, probablemente transa, del gobierno–, nos encontramos en la demostraciรณn de un primer robot contra el crimen. “Necesitamos un voluntario”, dice el ejecutivo, y alguno de los junior executives se levanta. Hay que verla, para repetir el shock:

 

 

La respuesta del ejecutivo ante la masacre –a la que califica de “un detallito”, only a glitch– es francamente hilarante. De ahรญ en adelante, el espectador, aunque prevenido, verรก cรณmo Verhoeven no va a detenerse en nimiedades como el “buen gusto” o el ahorro de sangre artificial:

 

 

 

Afortunadamente, Robocop no es nada mรกs el juguete de un cineasta malportado o respondรณn. Cuando fue necesario, Verhoeven supo amoldarse a la tradiciรณn del cine de acciรณn hollywoodense –que apenas en 1984 habรญa visto una de sus creaciones mรกs aceleradas: Terminator de James Cameron, que estableciรณ estรกndares bien altos–, y Robocop se convierte de pronto en una pelรญcula perfectamente entretenida de paso velocรญsimo. Y mรกs aรบn: debajo del acero y la maquinaria hay un รกpice, conmovido y nostรกlgico, un alma รบltima, que aรบn intenta ser humano. Lo cual seguramente alguien ya utilizรณ como metรกfora de la propia pelรญcula.

 

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Escritor. Autor de los cรณmics Gabriel en su laberinto y Una gran chica (2012)


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