El cine de los ochenta: Young Sherlock Holmes

El legado de Young Sherlock Holmes, original y entretenida cinta de la década de los ochenta.
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Una de las principales virtudes del cine ochentero fue su capacidad para crear franquicias, guiones y propuestas exitosas que, al mismo tiempo, tenían algo que nuestras franquicias no tienen: originalidad.

Incluso al ocuparse de un personaje clásico como Sherlock Holmes, el tratamiento era novedoso. En las historias de Conan Doyle no hay una sola aventura que narre la adolescencia o infancia del personaje, y el tema pasó desapercibido incluso con la multitud de escritores que se ocuparon de continuar las aventuras de Holmes tras la muerte de Conan Doyle (no fue sino hasta 2007 que apareció The Boy Sherlock Holmes, pionera en el género). Fue esta Young Sherlock Holmes la encargada de dar un primer (y efectivo) enfoque a la infancia de un personaje esencial en la literatura universal.

Young Sherlock Holmesarranca con un asesinato, el primero de varios: una figura encapuchada ronda, amenazadora, por las calles de un Londres invernal, cubierto de nieve. Conforme la cinta avanza, aprendemos a relacionar a esta siniestra silueta como un augurio de muerte. Al mismo tiempo, el regordete joven John Watson es enviado a un colegio privado. Al llegar,  conoce es a un adolescente larguirucho que se presenta como Sherlock Holmes. La pareja, encarnada por los novatos Nicholas Rowe y Alan Cox emula los mejores despliegues literarios e histriónicos que asociamos con el dúo, desde Basil Rathbone y Nigel Bruce, hasta Ronald Howard y Howard Marion Crawford. Esta conversación es rastreable hasta en la más reciente adaptación del personaje: la serie británica Sherlock, de la BBC, que ubica al detective en pleno siglo XXI. En A Study in Scarlet (aparecido en 1887), el debut literario del personaje de Conan Doyle, aparece la siguiente conversación:

-Doctor Watson, el señor Sherlock Holmes -anunció Stamford a modo de presentación.

-Encantado -dijo cordialmente mientras me estrechaba la mano con una fuerza que su aspecto casi desmentía-. Por lo que veo, ha estado usted en tierras afganas.

-¿Cómo diablos ha podido adivinarlo? -pregunté, lleno de asombro.

-No tiene importancia -repuso él riendo por lo bajo-. Volvamos a la hemoglobina.

El encuentro inicial entre Sherlock y Watson en Sherlock (BBC, 2010) no es distinto de este diálogo:

 

Finalmente, tenemos a los jóvenes Holmes y Watson, trasladando este diálogo a su primer encuentro en el internado inglés:

 

Este diálogo y sus variantes son una constante en las obras sherlockianas. Incluso presentes en otras historias similares, como en el episodio 15 de la fabulosa serie pop Batman: the Brave and the Bold. El primer detective consultor del mundo conoce a 'el mejor detective del mundo', vía rituales metafísicos, y no puede evitar ejecutar sus dotes deductivas sobre el enmascarado:

 

Young Sherlock Holmesconfirma así el respeto que le tiene a la fuente original: sus guiños, sus referencias y sus adaptaciones transmiten esa sensación de entendimiento y camaradería que existe entre quienes conocen los orígenes del personaje, al tiempo que siembran la semilla de la curiosidad en quienes apenas si lo conocen. La adaptación de Guy Ritchie, claro ejemplo del mal cine palomero de nuestros tiempos, prescinde de este diálogo, mostrándonos a los dos personajes como viejos conocidos.

Young Sherlock Holmesrápidamente introduce a los adolescentes protagonistas (casi niños, en realidad), a la rutina de las clases en la escuela, a la convivencia con los maestros – hay un profesor retirado que vive en una torre altísima en medio de artefactos que él mismo inventa – y, eventualmente, al misterio de los asesinatos en serie. En este aspecto, la cinta no se sale del manual del propio Conan Doyle: un misterio difícil de resolver, la irrupción en escena de Sherlock Holmes y el fiel Watson (acompañados del interés romántico adolescente, Elizabeth, encarnado por la desconocida Sophie Ward), el enfrentamiento con el villano y, finalmente, la respuesta al misterio, proporcionada por Holmes.

Sin embargo, las mayores aportaciones de Young Sherlock Holmes se encuentran en otra parte: su condición de probable blockbuster e inicio de franquicia no la priva de poner teorías sobre la mesa que explican ciertos rasgos de la psique del Holmes adulto. La pipa  (que no pertenece al Holmes original, el literario, sino al posterior: el cinematográfico), el gorro de cazador, la posterior misantropía, entre otras, son algunas de las manías cuyos orígenes se pueden ver en la cinta. Yendo más allá: su fórmula – y esta teoría no es mía, pero la recupero para la ocasión – bien pudo haber servido como una de las principales fuentes de inspiración para Harry Potter: las aventuras de chico-chica-chico en un colegio inglés, resolviendo misterios a escondidas de los adultos. Otra pista más en ese sentido: Chris Columbus, director de las primeras dos entregas de la saga Potter, es también el guionista de Young Sherlock Holmes. La sombra de la cinta se extiende, inevitablemente, al aspecto visual de la saga cinematográfica Potter. Los tres personajes – Harry, Hermione y Ron – , viéndolos de frente, parecen una extensión de los tres protagonistas de Young Sherlock Holmes – Elizabeth, John y Sherlock:

Además, la cinta contiene, detrás de la secuencia de créditos, un brevísimo y emocionante guiño que anticipaba una secuela que desafortunadamente no sucedió. De alguna forma, el filme no logró sacudir más a la taquilla de lo que lo hicieron The Goonies o Indiana Jones and the Temple of Doom, productos de características similares – el nombre en común en estas tres producciones es el de Steven Spielberg – que sí calaron hondo en el público de 1985. Quizá fue, precisamente, la oferta de filmes parecidos, aunado al desconocimiento del personaje por las nuevas generaciones lo que llevó a esta primera incursión en la infancia de Sherlock Holmes a fracasar sin remedio, dejando en el tintero la esperada secuela. No obstante, y como suele pasar en otros casos conocidos, el tiempo trabaja sobre la forma en cómo percibimos las cosas, y la cinta actualmente es un recuerdo contemplado con cariño por los aficionados al personaje.

Mirar atrás y  ver el cine de los ochenta es darnos cuenta de todo lo que la industria ha estado haciendo mal estos años. En el campo del blockbuster, al menos, los ochenta no se conformaron con la simple repetición, con la burda imitación o el remake fácil: por el contrario, la gran mayoría de los iconos pop que el cine contemporáneo se limita a regurgitar una y otra vez se gestaron en esos años, en un puñado de cintas que, a través del método de prueba y error, nos dejaron varias joyas en el camino. Y una de ellas es, sin duda, Young Sherlock Holmes.

 

 

 

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Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.


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