El diablo viste a la moda, de David Frankel

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Llamémosla un placer culposo, en este caso por partida doble. Primero, porque hace una vez más disfrutable el cliché del pobre-pueblerino-bueno seducido por el rico-refinado-malévolo que regresa a sus modos sencillos cuando descubre que no hay nada que valga lo que su felicidad. Segundo, porque en este caso la odisea sí vale la pena, tanto para el personaje como para el espectador. Adaptación del libro homónimo de Lauren Weisberger, basado sus experiencias como asistente de la editora de la revista de moda más influyente (en clave, Anna Wintour de Vogue), El diablo viste a la moda supera al Prêt à Porte de Robert Altman, en su retrato de las vísceras del mundo de la alta costura, no por ser más preciso sino más absurdo y trivial. Con Meryl Streep, perfecta, en el papel de la jefa del infierno, la película no tiene un centímetro de profundidad. Es, en esa medida, una radiografía fiel de los círculos sobrados de engreimiento (el de la moda es sólo uno de ellos) y que toman decisiones con miras a la posteridad. ~

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es crítica de cine. Mantiene en letraslibres.com la videocolumna Cine aparte y conduce el programa Encuadre Iberoamericano. Su libro Misterios de la sala oscura (Taurus) acaba de aparecer en España.


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