Hace tiempo que las pelรญculas de superhรฉroes me dejaron de entusiasmar. No sรฉ si fue con Spider Man 3 (y su trama de bola de estambre) o la segunda Hulk (y su trama de flan), pero el hecho es que he rehuido las รบltimas entregas. No me parรฉ en el cine a ver Iron-Man 2, tampoco pienso hacerlo con Captain America, ni mucho menos con la precuela de X-Men. Hay un nรบmero finito de cosas que se pueden decir a travรฉs de hombres superpoderosos –grupo en el que el Batman de Nolan no entra-, y creo que ya se han dicho hasta el cansancio. Prรกcticamente todo se resume en esa frase, usada ad nauseam en la trilogรญa de Raimi: el gran poder lleva consigo una gran responsabilidad. Esa es, a fin de cuentas, la moraleja de la gran mayorรญa de de las cintas de superhรฉroes. ¿Mensaje frรญvolo? En absoluto. Ahรญ estรกn Gaddafi y Chรกvez, la otra cara de la moneda en el mundo real. El problema, pues, no es que la moraleja sea errรณnea o fรกcil. El problema es que ya me la sรฉ. A pesar de esto, admito que la adaptaciรณn de Thor, dirigida por Kenneth Branagh, me llamaba la atenciรณn. Y les dirรฉ porquรฉ.
Hace casi dos aรฑos tuve la suerte de acudir a una plรกtica que dio Branagh en el auditorio del New York Times. El pretexto era hablar sobre su participaciรณn en la adaptaciรณn televisiva de Wallander, las popularรญsimas novelas sobre un detective en un pequeรฑo y sรณrdido poblado sueco, escritas por Henning Mankell. Branagh dedicรณ veinte minutos a hablar sobre Wallander y despuรฉs nos compartiรณ su experiencia dirigiendo Henry V, cuando aรบn no cumplรญa treinta aรฑos. Hablรณ de su obsesiรณn con Shakespeare y, finalmente, de la รบltima pelรญcula que habรญa decidido dirigir: una adaptaciรณn del superhรฉroe Thor, el Dios del trueno, hijo de Odรญn. Lo que le interesaba era el potencial dramรกtico del proyecto: los conflictos entre deidades y reyes, las raรญces mitolรณgicas de los personajes. Para escribirlo, dijo, habรญa comenzado a devorar tomos y tomos sobre mitologรญa nรณrdica. Quienes acudimos a la plรกtica entendimos que el proyecto de Thor le apetecรญa porque no estaba tan lejos de sus tragedias favoritas: hay algo de Hamlet en el Dios del trueno, algo de Yago en Loki, algo del Rey Lear en Odรญn. Al vincularse al universo de Marvel, Branagh no estaba vendiรฉndose al protocolo comercial. Estaba queriendo salvarlo: devolverlo a las raรญces mรกs potentes del drama. Estaba, vaya, inyectรกndole un poco de Shakespeare al universo de Marvel.
Thor acaba de llegar a nuestras salas, y en su urdimbre reconocemos, con solo repasar la trama, que Branagh se tomรณ el trabajo en serio. El Rey Odรญn –un solemne Anthony Hopkins- destierra a Thor (Chris Hemsworth), su primogรฉnito, el dรญa de su coronaciรณn como rey de Asgard (un reino mรกgico en el que viven las figuras mรญticas escandinavas). Tras enviarlo a la tierra, Odรญn enferma y Loki (Tom Hiddleston) –su segundo y maquiavรฉlico hijo- hereda el trono. Asรญ, a treinta minutos de haber comenzado, la narrativa de la cinta se bifurca: por un lado tenemos a Thor, varado en la tierra, intentando adquirir su martillo mรกgico de nueva cuenta; por el otro estรก Loki, crecientemente desquiciado, intentando acabar con su hermano. La primera es una especie de comedia al estilo de Crocodile Dundee o Splash, en la que el todopoderoso Dios del trueno debe aprender a vivir como un mortal; la segunda es un autรฉntico drama de proporciones griegas, con padres moribundos, hijos traidores, secretos trรกgicos. Y aquรญ es cuando los problemas de la cinta comienzan a aflorar. Las secuencias en la tierra son entretenidas y trepidantes; los registros cรณmicos, de rigor en una cinta palomera, le dan al clavo siempre, y las secuencias de acciรณn se desarrollan con autรฉntica soltura. El problema, irรณnicamente, estรก en Asgard. Branagh intenta con tanto ahรญnco dotar de seriedad al conflicto de sus personajes, que su cinta brinca el gรฉnero trรกgico para caer directito en el melodrama. Cambien los nombre de Loki, Odรญn, Thor y Heimdall por Rosa Salvaje, Jorge Luis Iturbide y Catalina Creel y, de veras, parecerรญa que estamos viendo una telenovela patrocinada por Hollywood.
El camp se perdona; pero no la falta de nitidez en el desarrollo de objetivos claros para el antagรณnico y el protagรณnico. El รบltimo tercio de Thor estรก plagado de rebuscadas vueltas de tuerca en las que el espectador ya no sabe quรฉ quiere que pase, ni quiรฉn quiere que sobreviva. Mucho Shakespeare y poco Marvel: hijos que traicionan a padres que no son sus padres, hijos que matan a padres que sรญ son sus padres, padres que quieren a hijos que no son sus hijos. Antes de un enfrentamiento con un robot metรกlico, esperรฉ a que Thor encarara a sus guerreros y declamara, “once more unto the breach, dear friends”. Y luego me acordรฉ que esta es la historia de un prรญncipe en esteroides que usa una capa roja y un martillo mรกgico, que viaja entre mundos a travรฉs de un puente que se parece al Rainbow Road de Super Mario Kart, que pelea contra gigantes de hielo y que, mientras vive en la tierra, se enamora de Natalie Portman. Hamlet, this ain´t.