Entrevista con John Landis

Una charla con el director de Animal House y An American Werewolf in London sobre el cine de superhéroes, Michael Jackson y las limitaciones del CGI.
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John Landis llega puntual a la cita en el Autocinema Coyote de la Ciudad de México. Le esperan decenas de fans que han sido convocados por el Mórbido Fim Fest, festival mexicano de cine fantástico y terror celebrado del 2 al 6 de noviembre, para rendirle homenaje. El pretexto: el aniversario 35 de Un hombre lobo americano en Londres, cuya nueva versión está en preproducción y será dirigida por Max Landis, hijo de John.

Tras atender a varios admiradores maquillados como zombis que le piden autógrafos y bailan al ritmo de Thriller, el director de clásicos como Animal House, De mendigo a millonario y The Blues Brothers platicó con nosotros sobre su notable carrera.

A diferencia de Steven Spielberg o Joe Dante, colegas de su generación con los que filmó La Dimensión Desconocida, usted siempre dio una imagen desfachatada. Era el party animal del grupo. Su cine se siente como un desmadre escolar, como una fiesta universitaria.

La diferencia entre ellos y yo es que Spielberg y Dante no tenían huevos… (Risas) Ok, ¡no vayas a publicar eso! O por lo menos, no sin aclarar que es una broma. En realidad, Joe Dante hacía cosas bastante locas. Me encantan sus películas. Creo que mis cintas se distinguen porque, además de ser  entretenidas, estaban animadas por un discurso genuinamente contracultural. Todas las películas tienen un mensaje político, lo quieras o no. Cuando escribes el guion, cuando filmas, todo tiene un mensaje político. Lo que hay que cuidar es que ese discurso no vaya contra ti mismo, primero, y que el público no lo note, segundo. Para conectar con el público tu misión primordial debe ser entretener. Animal House es una cinta que acaba con una insurrección civil, y sin embargo, todo mundo la vio y habló de ella. The Blues Brothers y De mendigo a millonario también tienen un espíritu anticonservador. El mensaje político era de avanzada, pero la gente fue a verlas porque era divertidas. Esa es la razón por las que son populares con las audiencias de hoy. La subversión no puede ser sermonera.

También hay mucha carnalidad y sudor en su cine. Pienso en Un hombre lobo americano en Londres, que también tiene una gran secuencia de sexo.

Me alegra que digas eso. La intención en Un hombre lobo americano en Londres era que percibieras lo que implica físicamente transformarse en bestia. Para nosotros era importante comunicar el dolor que sufría el actor en la transformación. Por eso filmamos esa secuencia en un cuarto con luz brillante, a diferencia de los espacios oscuros donde se sugiere la metamorfosis en las películas clásicas. En Thriller optamos por una dirección contraria: filmamos con poca luz, muchos cortes, gritos. El objetivo era captar el baile y el talento de Michael. Esa visceralidad se ha perdido un poco en la actualidad, donde se tiende a usar en exceso las imágenes generadas por computadora (CGI, por sus siglas en inglés). Me encantan las CGI, pero como sucede con cualquier herramienta, hay que usarlas con sabiduría. El problema con las CGI es que te permiten previsualizar lo que vas a hacer, no hay espacio para modificar ni reaccionar a imprevistos, lo que te lleva a repetirte. Las imágenes se vuelven repetitivas y todo se torna aburrido. Por eso las cintas de horror ahora tienden a ser tan malas. No hay lugar para la sorpresa. Todo es estéril. Aunque últimamente se han realizado películas interesantes. The Babadook, por ejemplo, o la versión sueca de Let The Right One In, que me parece fabulosa.

¿Le resulta complicado conseguir fondos? Cuesta trabajo creer que alguien tan celebrado como John Landis no sea financiable.

A veces. Debo reconocer que soy un tipo afortunado: he realizado un montón de películas que la agente aprecia, por lo que me mantengo vigente y puedo cobrar algunas regalías. Pero también es cierto que los estudios sólo apuestan ya por películas grandes protagonizadas por  superhéroes. ¡La mayoría de esas películas apestan! Es experimentar la misma cinta una y otra vez. Todas tienen buenas actuaciones, no están mal dirigidas, e incluso algunas son buenas, pero, ¿cuántas veces puedes ver cómo se destruye Nueva York? Es agotador. Hoy es más difícil vender una película. La piratería e Internet reducen la ventana de tiempo para recaudar dinero en el estreno. La cinta es clonada a unos cuantos minutos de haber entrado a las salas. El marketing es otro problema. Cuando hicimos Animal House, los costos de producción fueron de 2.3 millones de dólares, y gastamos otros ocho millones en promoverla. Actualmente, la producción de una película de horror puede costar cinco millones de dólares, pero para obtener regalías debes venderla como si fuera de 60 millones. Es una locura. Los estudios se han vuelto muy conservadores. Vivimos tiempos extraños, donde nadie en la industria sabe lo que pasa y todos están muy asustados.  Es difícil seguir adelante. Si no disfrutara tanto lo que hago, renunciaría. Vaya, a veces lo pienso.

Usted dirigió a John Belushi, David Bowie y Michael Jackson. ¿Con quién fue más difícil trabajar?

Los tres eran maravillosos. John Belushi desarrolló una adicción muy fuerte hacia la cocaína. Durante toda la filmación estábamos muy preocupados por su salud y seguridad. Lidiar con él bajo esas condiciones fue complicado, pero como actor lo amo. En el fondo era una persona extraordinaria. David Bowie era todo un caballero y un tipo muy divertido. Y bueno, Michael Jackson estaba loco.

¿Loco, cómo?

[Sonríe] Dejémoslo en que era excéntrico. Me llama la atención lo grande que Michael es en todos lados: la gente recrea el baile de Thriller en bodas, bar mitzvás, graduaciones. Cuando terminas una película, la dejas ir, ya no te pertenece, es del público. Thriller es de la gente. Mi trabajo más popular. Y eso se lo debo a Michael.

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Crítico de cine. Colabora en Eje Central, Cambio, Dixo y escribe el blog "El Salón Rojo" en El Universal.


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