Los fantasmas que acarrea la figura de J. Edgar Hoover, director del FBI de 1924 hasta su muerte en 1972, son tantos que serรญa un despropรณsito intentar encararlos todos en una pelรญcula, lo cual da como resultado una forzosa simplificaciรณn. Si bien puede ser cierto que no hay peor mentira que la mitad de la verdad, si juzgรกramos con esa vara casi cualquier obra cinematogrรกfica reprobarรญa el examen. El caso de J. Edgar (2011) de Clint Eastwood es controversial en mรกs de un sentido, aunque por otra parte tambiรฉn puede ser una obra sรณlida y atrevida.
El aรฑo es 1919. El procurador de justicia es amenazado por una bomba en su casa y el joven Hoover llega a la escena del crimen, hasta el fin de sus dรญas como director del portentoso burรณ de investigaciรณn federal que gracias a รฉl evolucionรณ de la forma en que lo hizo. Leonardo DiCaprio es quien llena esos zapatos, con Naomi Watts como Helen Gandy, su secretaria, y Armie Hammer en el papel de Clyde Tolson, su mano derecha y, segรบn el guiรณn original de Dustin Lance Black, su compaรฑero sentimental, porque aunque esta biografรญa fรญlmica deja varios esqueletos en el armario, decide sacar uno para verlo de frente: la supuesta homosexualidad reprimida de la autoridad mรกs implacable de su tiempo. La cinta retrata los primeros aรฑos del ascenso de Hoover hasta llegar a la direcciรณn, algunos casos polรฉmicos y varios cambios de presidente en la Casa Blanca. Narra tambiรฉn la relaciรณn con su madre, interpretada por Judi Dench, un apego casi patolรณgico que podrรญa tener relaciรณn directa no solo con su sexualidad sino con el hecho de haberla reprimido durante toda su vida.
Lo que queda fuera tiene una razรณn de ser, porque a pesar de que su homosexualidad no fue comprobada durante su vida, al parecer los indicios son casi irrefutables, incluido el testimonio de la esposa de un terapeuta a quien Hoover acudรญa para hablar del tema. Aunque dicha revelaciรณn es ilegal, todo sea por la verdad. Hay cierta ironรญa en el hecho de que un racista paranoico de reputaciรณn intachable haya tenido que luchar con algo tan รญntimo como su preferencia sexual. En cambio, los rumores de los otros esqueletos son mรกs difรญciles de comprobar. Se especula que se vestรญa de mujer y que tenรญa antepasados afroamericanos, una cuestiรณn que lo convertirรญa en descendiente de una raza a la que, al menos en pรบblico, solรญa despreciar. La especulaciรณn en torno a sus archivos privados es solo eso, puesto que fueron destruidos, pero lo que mรกs se extraรฑa en la pelรญcula es la ausencia de comentario ante el asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963, cuando gran parte de las teorรญas del magnicidio ponen a Hoover como pieza fundamental. Para ese momento, despuรฉs de casi cuarenta aรฑos de trabajo incansable para mejorar los servicios de informaciรณn del burรณ de investigaciรณn, si alguien estaba en posiciรณn de conocer la verdad era รฉl. Hay quien lo pone como una de las cabecillas del plan, otros solo creen que protegiรณ a los autores intelectuales, otros mรกs argumentan que lo รบnico que hizo fue no perseguirlos, lo cual implica una complicidad. Lo รบnico que Eastwood pone en pantalla en relaciรณn al tema es la pรฉsima relaciรณn de Hoover con Robert Kennedy, el hermano del presidente que al momento del asesinato era el procurador general de justicia, es decir, el jefe directo del director del FBI.
La representaciรณn que hace Clint Eastwood de J. Edgar Hoover es de empatรญa. De cierta forma intenta explorar el alma atolondrada de un hombre de hierro, su vida privada, su corazรณn, cosa que es pura especulaciรณn, una artimaรฑa que le permite al director crear ese acercamiento entre la figura histรณrica y el espectador; que ve en DiCaprio a un ser humano atribulado y enamorado. Salvo datos duros de fechas y folios, poco se sabe alrededor de la supuesta relaciรณn sentimental con Clyde Tolson. No hay documento alguno escrito por Hoover, por Helen Gandy o por Tolson que pueda fungir como fuente fiable en el asunto. Las fuentes del guiรณn de Lance Black pueden ser cuestionables: habrรก grandes discrepancias entre las biografรญas que existen de Hoover, y Lance Black, para fines dramรกticos, debiรณ favorecer ciertas opiniones sobre otras, y todas en conjunto son, en cuanto a ese espinoso tema, solo conjeturas. Las escenas que refieren a su vida รญntima son simple invenciรณn, la trampa perfecta para que el espectador sienta una conexiรณn con el sujeto histรณrico, quien quizรก no merece esa afinidad ficticia. J. Edgar Hoover fue un manipulador, un megalรณmano, un mentiroso y un chantajista. Fue el propulsor del centro de espionaje interno mรกs elaborado de la historia, quien impulsรณ la cacerรญa de supuestos comunistas en la dรฉcada del cincuenta aliado al senador Joseph McCarthy, arruinando la vida de miles de ciudadanos por su ilimitada paranoia. El arma que usรณ para que ningรบn presidente lo pudiera quitar fue la extorsiรณn: tenรญa grabaciones que de una u otra manera los exhibรญa, generalmente de carรกcter รญntimo. Tenรญa pruebas de las indiscreciones de un buen nรบmero de personalidades polรญticas y las usรณ en su contra, incluidos Franklin D. Roosevelt, Martin Luther King Jr. y John F. Kennedy. Y estรก el tema irresuelto de ese gran asesinato. Hoover fue sin duda una personalidad cuestionable. Entonces, quien necesita la ficciรณn sentimental es Clint Eastwood, no la memoria del personaje ni la Historia como tal. Es asรญ como J. Edgar es una trampa.
La รบltima pelรญcula de Eastwood es al menos autocomplaciente. Por una parte queda claro que sabe utilizar los profundos trucos del cine; lo que es cuestionable es si los usa para levantar su propio pedestal en perjuicio de la verdad histรณrica.
(ciudad de Mรฉxico, 1979) Escritor y cineasta