¿Por qué la imitación de Alec Baldwin es la que más le molesta a Trump?

A diferencia de otros imitadores, Baldwin no se enfoca en ninguna de las características que a Trump le enorgullecen de sí mismo.
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En entrevista con el New York Times, David Letterman explicó por qué invitó a Donald Trump tantas veces a su programa. “Conozco a Donald desde hace mucho tiempo, y siempre pensé que era el tipo de persona que Nueva York necesitaba: un gran millonario arrogante”, dijo Letterman. “Soy Donald Trump, y salgo con modelos y construyo edificios en los que todo es de oro. Nadie lo tomaba en serio y a la gente le encantaba que saliera en el programa. Yo me burlaba de su pelo, de sus corbatas, y él aguantaba cualquier chiste. Era el invitado perfecto”. Ridículo, y feliz de que lo tacharan así: durante su carrera como showman público, esa fue la conducta predilecta de Trump.

Fue fácil malinterpretar este comportamiento y tomarlo como prueba de que Trump tolera insultos, hasta que se lanzó a la presidencia. Como indicó Hillary Clinton en su discurso en la convención de su partido, Trump es un tipo al que “puedes enganchar con un tuit”, como hemos visto tantas veces. Este fin de semana, Trump lo comprobó de nuevo cuando se quejó del programa Saturday Night Live y, en particular, del primer sketch del sábado, una burla del segundo debate entre ambos candidatos a la presidencia. “Vi la parodia que Saturday Night Live hizo sobre mí. Es hora de sacar del aire a este programa aburrido. La imitación de Alec Baldwin es una basura. ¡Los medios están manipulando la elección!”, escribió Trump.

Trump, claro, fue el invitado especial de SNL apenas el año pasado, y en aquel momento no tuvo problema alguno con el programa, aunque Taran Killam y Darrell Hammond, ambos miembros del elenco, lo habían imitado regularmente. A estas burlas a menudo les faltaba fuerza. Lo que hace que Trump sea ridículo y grotesco es también lo que él más ama de sí mismo, y esto lo ha hecho casi inmune a la parodia. Decir que Trump es un bufón millonario, egoísta, ridículo y lascivo –lo obvio, pues- no le molesta porque eso es lo que siempre ha querido ser: una versión malvada de Rico McPato.

Lo que es destacable de la imitación que Alec Baldwin ha hecho de Trump, y el motivo por el cual le molestó, es simplemente porque no se trata de representarlo como un tipo obsesionado consigo mismo. La imitación de Baldwin se centra en los errores de Trump. Parando la trompa como un paciente al que le inyectaron demasiado colágeno en los labios, Baldwin da una respuesta monosilábica a la pregunta, “¿serías un buen ejemplo para los estadounidenses?”. “No”, responde. Sus explicaciones se quedan a media oración. Le dice a la gente que salga a votar el 35 de noviembre. Aparece como un hipócrita sobre sus propios abusos sexuales. Es racista y no duda en decir que Hillary “ha cometido tantos crímenes que básicamente es negra”. Sigue a Clinton por el escenario, “como un tiburón”. El sketch, además, asume que Trump arruinó su candidatura y que Hillary ganará: los moderadores la presentan como la presidenta Clinton. Lo que no vemos es a Trump hablar de dinero, de sus mujeres, sus discursos o su conocimiento sobre cómo evadir impuestos.

La imitación de Baldwin ni siquiera es tan fina. Compárenla con la imitación perfecta que Kate McKinnon hace de Hillary como una política incapaz de ser agradable o espontánea. No importa que Clinton misma la haya aprobado: la parodia funciona. Baldwin, por su parte, no tiene una teoría central sobre Trump (aunque advierto una: Donald es el tipo de persona que no quiere que nadie lo deje de ver; por eso se la pasó detrás de Hillary en el debate, incluso cuando ella hablaba). De cualquier manera, los comediantes ya tienen suficiente material ridículo y espeluznante sobre Donald Trump como para ignorar el antiguo botín de absurdos, aprobados por el propio candidato republicano, y enfocarse en lo que a él verdaderamente le incomoda.

Previamente publicado en Slate.

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Crítica de televisión para Slate.


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