Los mejores fracasos

Por desgracia, la recaudación sigue siendo el indicador de éxito más claro para un gran estudio cinematográfico. Por fortuna, en el botadero de películas que fracasaron en taquilla es posible encontrar grandes cintas. Aquí una lista. 
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Por desgracia, la recaudación sigue siendo el indicador de éxito más claro para un gran estudio cinematográfico; una película de baja recaudación puede llegar a arruinar una carrera o a obstaculizar la consecución de presupuesto para un próximo proyecto. Esto tiene poco o nada que ver con el logro artístico —ese que no está sometido a democracias—, y en el botadero de películas que fracasaron en taquilla es posible encontrar grandes cintas, divertimentos efectivos. Aquí seis ejemplos recientes.

 

Avalon (2001), de Mamoru Oshii

A Mamoru Oshii se le rinde pleitesía por dirigir la película de Ghost in the Shell, aquel oscuro anime que terminó de esculpir los parámetros estéticos y argumentales del cyberpunk —junto con Blade Runner de Ridley Scott y la trilogía Sprawl de William Gibson—. Pero Oshii, además de ser un chambeador incansable de la industria animada japonesa, ha dirigido algunos largometrajes con mucha solvencia; los más destacados, Assault Girls —del que Zack Snyder se robó torpemente todo lo que se pudo robar para su fallida Sucker Punch— y esta, Avalon, la mejor de sus cintas. Avalon revisa el manido tópico de la realidad virtual computarizada —que viene apareciendo en cine al menos desde Tron, otro memorable fracaso en taquilla—, pero lo hace con una fotografía ensoñadora e imaginación desbordada, inusual y alejada de varias de las constantes norteamericanas del tema. Inesperadamente introspectiva, Avalon merece más espectadores atentos.

 

Sky Captain and the World of Tomorrow (2004), de Kerry Conran

En 2014 es difícil imaginar una película que reúna a tres actores de la talla de Jude Law, Gwyneth Paltrow y Angelina Jolie, pero hace diez años la propuesta no sonaba tan descabellada. Prueba de eso es Sky Captain and the World of Tomorrow, una cinta que a la distancia luce como una anomalía del sistema de producción hollywoodense —y habría que recordar que muchas de estas rarezas resultan películas afortunadas—. Su director, Kerry Conran, era un tipo desconocido, con una experiencia prácticamente nula en producciones de grandes presupuestos; la tecnología que implementó —aquella del blacklot, que permite filmar sin sets elaborados, siempre enfrente de una pantalla verde— no había sido utilizada para realizar una película en su totalidad, así que el aspecto resultante se antojaba extraño, ajeno; los iconos a los que pretendía homenajear —el Superman de la Fleischer o la Feria Mundial de Nueva York de 1939— no conectaron con el gran público. (Posteriormente, el blacklot sería utilizado con mayor éxito: Sin City, 300 y Avatar fueron filmadas de esta forma, aunque cada una usó dos o tres sets físicos). Todo en Sky Captain se conjugó para el fracaso, incluyendo su trama carente de cinismo. Una pena: verla ahora, con diez años de por medio, la revela como una cinta entretenida, ideal para el ojo del curioso y el entusiasta, además de como una fuente rica en influencias —a tal grado que prácticamente fundó un subgénero: el dieselpunk.

 

Speed Racer (2008), de los hermanos Wachowski

Es sencillo entender por qué Speed Racer fue un fracaso de taquilla. Su mezcla entre narrativa poco convencional para el estándar hollywoodense —un personaje cuenta algo que podría suceder mientras se muestra cómo sería ese posible futuro; al final de la secuencia, resulta que esa narración hipotética fue algo que sí sucedió— e ingenuidad naif y camp —colores casi psicodélicos, ¡un niño con un chango de mascota!— seguramente no ayudaron a que el gran público la aceptara. Con todo y lo anterior, su edición, que siempre encuentra maneras ingeniosas de cortar y de saltar entre tiempos y lugares, y el uso de un CGI enloquecido, que le permite crear pistas y escenarios imposibles, la convierten en algo muy digno de verse. Además, sus carreras son auténticamente emocionantes y divertidas, y ocupan buena parte del metraje. Speed Racer es pura nostalgia, puro camp, pura diversión pura.

 

Scott Pilgrim vs. the World (2010), de Edgar Wright

Scott Pilgrim perdió la batalla contra el gusto del gran público. Las razones podrían ser evidentes: pensemos en Michael Cera, quien no tiene el poder para atraer a un público multitudinario, o en Mary Elizabeth Winstead, que padece del mismo problema. Las dos figuras más conocidas de la cinta eran quizá Jason Schwartzmany Anna Kendrick, quien llevaba pocas películas en su haber por esas fechas. Su condición de película políglota, capaz de moverse con soltura entre los lenguajes del cómic, el cine y los videojuegos por igual, y el hecho de estar basada en una novela gráfica independiente, metaficticia, éxito de ventas y de crítica pero con un público minoritario, fueron factores que también contribuyeron a su fracaso económico. Al final, Scott Pilgrim vs. the World no alcanzó a recaudar los sesenta millones de dólares que Universal Pictures puso en su filmación, pero importa poco: su éxito artístico —su técnica y oficio, su hiperactividad fílmica y su campante buen humor— no está sometido a discusión. Plus: las ventas en formatos domésticos han sido realmente buenas, y su estatus de “película de culto” comienza a consolidarse.

 

Hugo (2011), de Martin Scorsese

El fracaso económico de Hugo quizá se debió a que, por primera vez, Scorsese no era el Scorsese aficionado a la mafia o a las biografías de gente de dudosa reputación. Lo cierto es que Hugo es impresionante. No solo la historia que cuenta —una versión ficcionalizada de los años tardíos de Méliès—, sino en su técnica. Un inspirado Scorsese que no le teme al digital, que comprende cabalmente —como Méliès, como cualquier cineasta visionario ha comprendido— que la tecnología no es enemiga de nadie. Al contrario: es de las mejores amigas del cine. Son fascinantes sus tomas largas, esos alardes de construcción de espacios; la riqueza de su ensamble, lo atinado no solo de los protagonistas sino de los personajes secundarios; su afán de recrear minuciosamente, con ánimo casi festivo: ¡qué ganas de aplaudir cuando vemos filmar a Méliès!; su erudición, su afición a la cita, su emocionante y emotivo clímax. Aquel que mantiene el cinismo frente a Hugo no es un cínico, sino un simple. Es también claro que esta es una de las cintas más personales de Scorsese: tanto por su cinefilia como por su mensaje acerca de la necesidad de restaurar las películas. El director tiene una frase muy bonita: “Movies touch our hearts and awaken our vision, and change the way we see things. they take us to other places, they open doors and minds. Movies are the memories of our lifetime, we need to keep them alive”. Eso es también el corazón de Hugo, y es un corazón lleno de nobleza.

 

Premium Rush (2012), de David Koepp

David Koepp es el escritor más exitoso en términos económicos de la historia del cine: escribió Misión: Imposible, Jurassic Park, Guerra de los mundos, Indiana Jones y el templo de la calavera de cristal y la primera entrega de Spider-man de Sam Raimi. La razón por la que directores como Spielberg, De Palma y Raimi confían en él parece ser su minucioso conocimiento de la estructura de un guion clásico. Como escritor, Koepp es un mago de la tradición hollywoodense. Como director no es menos eficiente. Premium Rush —de cuyos primeros cinco minutos hablamos hace tiempo— es una cinta cuidadosamente planeada, compacta,veloz y emocionante. Su fracaso en taquilla tal vez se debió a que su trama —las aventuras de un mensajero en bicicleta— no tiene la dosis de acción que podría esperarse de un hitazo mayor de taquilla. Una lástima: Premium Rush merece verse, por su oficio, su entusiasmo, su capacidad de narrar una historia inverosímil con arrojo y compromiso. No son pequeños méritos.

* * *

Por supuesto: esta lista es tan solo una de tantas posibles. John Carter, Jack the Giant Slayer, The Lone Ranger o Dredd son algunas de las muchas películas que fallaron en taquilla y que fácilmente podrían recibir reivindicación si se les mira con suficiente atención. Considérese esta breve lista mi manuscrito en una botella: dejen sus preferidas en los comentarios y conversemos. ~

 

 

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Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.


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