Marca personal a Breaking Bad: Ozymandias

El poema de Shelley que le da nombre al capítulo remite directamente al derrumbe definitivo de Walter y su imperio.
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1

Cosa compleja hablar del episodio del domingo de Breaking Bad. En estos recaps se ha hecho cierto hincapié en cómo la serie distiende su arco argumental; en cómo demora sus conclusiones y en cómo esta misma temporada tardó varios capítulos en arrancar. En lo que quizá no se ha hecho tanto hincapié es en la forma en que la misma serie resuelve las situaciones una vez que ha llegado a su punto álgido, en cómo soluciona y aún sostiene el suspenso. Ozymandias fue esto: como los grandes episodios de Breaking Bad, una compilación de las virtudes de la serie, cuidadosamente puestas unas detrás de otras durante los 47 minutos de duración. Un tren que avanza, aumentando la marcha paulatinamente, una mole de suspenso y terror que sucede para dejar detrás de sí humo y polvo y asombro.

2.

El asesinato de Hank y Gomez estaba en gran medida anunciado desde el cliffhanger del episodio anterior, con ese encuadre de Marie en el bote de basura y el tiroteo en clara desventaja numérica para los federales. Con todo, la serie logró retrasar varios minutos más ese desenlace: primero, a través de un cold open nostálgico, un flashback a la preparación del primer lote de meth de Jesse y Walt. El sobrecogimiento del espectador comienza aquí: porque conocemos a estos dos hombres, porque lo que estamos viendo es un momento más ingenuo y menos salvaje de su relación. Un estadio primario de ese arco amoroso que ha sido su historia, un romance enfermizo de abusador/víctima que  se encuentra justo ahora en su última etapa: la separación.

Hank se fue con la frente en alto. El detective incansable, el sabueso fiel, el hombre de principios: tirado sobre la arena del desierto de Albuquerque, sus últimas palabras fueron un insulto y un elogio a su cuñado: “You’re the smartest guy I’ve ever met and you’re too stupid to see”. No sin antes mandar al diablo a su ejecutor, el agente Schrader recibió una bala entre ceja y ceja. Adiós, Hank. Te extrañaremos casi tanto como a Mike Ehrmantraut.

3.

Este episodio fue dirigido por Rian Johnson, conocido a últimas fechas por Looper, pero a quien yo recuerdo especialmente por Brick. Johson es un director hábil, un ingenioso artesano con la cámara. Su presencia aquí no es gratuita y, aunque en las series de televisión la importancia del director como autor es menor, quizá no sea casualidad que sea este capítulo el mejor dirigido hasta ahora. Entre los aportes de Johnson a la imaginería visual de Breaking Bad se encontró ese cold open plagado de difuminados que documentan el paso del tiempo:

La simetría entre el llanto de Walter y el de su payaso:

La pista, falsa o no, del destino de Walter White:

El montaje de “Say goodbye to everyone”, fantástico, mientras Walter empuja su barril con diez millones de dólares por el desierto; la actuación de la bebé Holly, estremecedora; la llamada de Walter –esa voz quebrada, esa desesperación, ese acercamiento al rostro de Skyler en el último momento que nos revela todo—. Todo esto está en Ozymandias, y hay más cosas aún. Dije apenas en el recap pasadoque, después de las alturas cinematográficas alcanzadas en To’Hajiilee, la serie no debía –no podía— descender a lo que mostró en los primeros episodios. Ozymandias, cuando menos, alcanza y supera a su predecesor.

4.

Se ha hablado mucho del poema que da título al episodio, de Percy Bysshe Shelley, que es el siguiente:

"My name is Ozymandias, king of kings:

Look on my works, ye Mighty, and despair!"

Nothing beside remains. Round the decay

Of that colossal wreck, boundless and bare

The lone and level sands stretch far away”

Sus líneas remiten directamente al derrumbe definitivo de Walter y su imperio: la frase “My name is Ozymandias, king of kings” parece tener claros ecos en el “Say my name” y el “I’m in the empire business” de Heisenberg. Aunque esta lectura es interesante, creo que se ha dicho ya algo sobre estos versos en varios recaps; personalmente, prefiero concentrarme en el vaivén entre las personalidades de Walter White. La tesis de la dualidad, de la dicotomía al interior del personaje, no es ya tan clara ni tan sostenible. Heisenberg y Walter White ya no son dos personajes distintos, un doctor Jekyll y Mr. Hyde: son ahora dos facetas que conviven, al mismo tiempo, dentro de una sola mente, como dijo Matt Zoller en su recap. La llegada de Walter a su casa, iracundo y violento, podría parecer propia de Heisenberg, pero su discurso es otro: somos una familia, debemos huir juntos. La llamada a Skyler –esa semiconfesión, ese truco para liberar a su esposa de la acción de la justicia— puede parecer la rabia de Heisenberg, pero filtrada por el genuino dolor de Walt y de vuelta a la planeación fría de su alter ego. Walter abandonó aquí de forma definitiva su doble personalidad –aunque ya había dado señales en esa dirección— para instalarse en una confusa zona gris, un terreno inexplorado de su psique. Será este Walt el que finiquite sus asuntos pendientes en  la serie.

5.

Jesse Pinkman, Marie Schrader: los dos personajes más destruidos por las maquinaciones de Heisenberg, atrapados, cada uno a su modo, en una escalofriante prisión. Skyler, ahora libre, sola frente a una familia. Todd y su pandilla, con setenta millones de dólares y uno de los mejores cocineros de meth de la historia. Lydia Rodarte-Quayle, en espera del lote perfecto. Saul Goodman, un tanto abandonado a su suerte –quizá sea el personaje que menos nos preocupa, es el tipo que conoce a un tipo: creemos que estará bien. Y Walter White, el Walter que sabemos regresará, un año después, a su casa vacía, graffiteada con su apodo, abandonada. Walter White, el dead man walking que se alejó, ya sin nombre, en una carretera con camino a ninguna parte: nos quedan poco más de dos horas para conocer su destino final, y este punto no podría ser más emocionante.

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Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.


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