La potencia cultural no es una cuestión de ratings. El último episodio de Succession fue visto por 2.9 millones de personas, apenas una tercera parte de la audiencia que un programa policiaco al estilo de NCSI logra atraer semana tras semana. Quizá la saga familiar no sea un fenómeno masivo, pero vaya que ha capturado la imaginación de buena parte de la comentocracia que define la agenda pública del entretenimiento en medios y redes sociales. Casi nadie cuestiona que los realizadores “aterrizaron la nave” sin sacrificar la acidez y crueldad que definieron al programa desde “The celebration”, el primer episodio transmitido en junio de 2018.
Sin embargo, las decisiones tomadas por los personajes han generado múltiples sentimientos encontrados: enojo, tristeza, conmoción. El debate alcanza momentos de genuina visceralidad cuando la discusión se centra en quién “merecía” ocupar el trono. No hay perspectiva que valga: incluso los espectadores más sofisticados buscan campeones y villanos en un universo donde los lugares comunes siempre fueron la depredación y la mentira.
¿En verdad alguno de los Roy merecía heredar la corona? ¿Qué entendemos precisamente por “merecer”? A continuación, la Marca Personal a “With open eyes”, episodio final de Succession.
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“With open eyes” gira en torno a la idea del merecimiento y, como cualquier obra reciente que aborde el tema, remite, así sea de manera involuntaria, a Los imperdonables, el western crepuscular dirigido por Clint Eastwood en 1992.
Una vez que ha torturado y masacrado a Ned Logan (Morgan Freeman), uno de los sicarios contratados por las dueñas de un prostíbulo para vengar a una trabajadora sexual víctima de un par de clientes en estado de ebriedad, el sheriff Little Bill Daggett (Gene Hackman) les promete a los habitantes de Big Whiskey que la caída del otro asesino, William Munny (Eastwood), es una cuestión de tiempo. Little Bill es un hombre violento que no duda en exhibir el cadáver de Ned como una advertencia para cualquier criminal que desee operar en el pueblo de Big Whiskey, pero aparenta ser un oficial justo de ambiciones sencillas: construir una casa y vivir en paz. Todo se desmorona cuando Munny irrumpe en la taberna del lugar y comienza a eliminar con una calma casi sobrenatural a los hombres que se aprestan a perseguirlo. Little Bill no tiene oportunidad frente a Munny, quien, tras varios lustros de retiro, ha vuelto a ser el asesino implacable que alguna vez acabó con “mujeres, niños y cualquier cosa que haya sido capaz de caminar o arrastrarse” sobre la tierra. Abatido, Little Bill confiesa su extrañamiento: “No me merezco esto, morir así… estaba construyendo una casa”.
Antes de volarle los sesos, Munny responde: “Los merecimientos no tienen nada que ver con esto”.
Nada mejor que una escopeta para abrir los ojos. “With open eyes” empieza con Shiv y Kendall preparándose para la batalla final: la junta de consejo donde los accionistas de Waystar-Royco decidirán si aceptan la compra por parte de GoJo (lo que permitiría el nombramiento de Shiv como nueva CEO) o rechazan la oferta para continuar en manos de la familia (lo que derivaría en el ascenso de Kendall al poder). Tras el colapso nervioso que sufrió en “Church and State”, Roman ha perdido toda posibilidad de ganar la carrera sucesoria. La última vez que lo vimos lucía como un perrito bravucón perdido en la lluvia, confundido y golpeado por fuerzas que no era capaz de entender. El inicio de “With open eyes” lo ubica en un lugar peor: escondido en la casa caribeña de Caroline, su madre. Roman cuenta con voto en el consejo. Tanto Shiv como Kendall lo necesitan para asegurar la victoria. En cuanto su madre les revela su localización, ambos vuelan a su encuentro. Shiv y Kendall le exponen sus argumentos. Con la excepción de Greg, Caroline es la soplona más veloz de la familia.
La noticia que inclina la balanza llega gracias a una llamada de Greg, o Darth Greg, como ha sido apodado por los fans del programa a causa de su creciente talante oscuro. Darth Greg ha jugado como doble agente a lo largo de toda la temporada, sublimando a niveles maestros la máxima que Tom, su maestro sith, expresara en “America decides”: “La información es como una botella de buen vino. La almacenas, la atesoras, la guardas para una ocasión especial y luego le rompes la madre a alguien con ella”.
Plenamente posicionado como mascota en el círculo de GoJo, lo que le permite escuchar al vuelo información privilegiada en sueco (¡gracias, translator!), Greg le confirma a Kendall que Matsson no planea nombrar a Shiv como CEO de Waystar Royco. A cambio de la información, Greg le pide a Kendall ser el cuarto mosquetero de los hermanos. Connor no cuenta como mosquetero: autodefinido como un niño sin amor, juega solo, como el Zorro. Greg asume que es mejor ser el D’Artagnan de los Roy que el Esporo de Tom, y razón no le falta: a D’Artagnan no lo castraron para casarse con el emperador. Pobre, no sabe lo que le espera.
Matsson analiza otras dos posibilidades para sustituir a Shiv. La primera es Lawrence Yee, el fundador de Vaulter, la empresa tecnológica que Kendall desmanteló a petición de Logan (“Because my dad asked me to”). Los empleados de Yee le escupieron en la cara a Kendall cuando este le anunció al personal de Vaulter que tenían 15 minutos para desalojar el edificio. Al igual que Matsson y Kendall, Yee tiende a inflar las cifras de sus compañías para empujar el valor de la acción. La personalidad de Yee es similar a la de Matsson (arrogante, estoico, burlón), por lo que las posibilidades de nombrarlo director de Waystar-Royco son reducidas. Matsson quiere a alguien sumiso como director, por lo que la mención de Yee para liderar Waystar-Royco se siente más como una burla contra Kendall que como una posibilidad factible.
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La otra opción de Matsson es Tom. En un mundo justo, donde el “merecimiento” fuera un factor sustancial para definir la realidad, Tom estaría neutralizado para ocupar el puesto. No solo apuñaló por la espalda a los hermanos en Italia, cuando le advirtió a Logan sobre el plan de sus hijos para marginarlo de la empresa, sino que volvió a traicionar a Shiv al anunciar el triunfo de Mencken. La deslealtad de Tom es directamente proporcional a la hipocresía de Shiv, quien ha hecho de la ambivalencia una forma de ser y estar. Al principio de “With open eyes”, le comunica a Matsson que no le importa si Tom pasa a ser parte de la lista de despedidos de GoJo. Acto seguido, le sugiere a Tom que arreglen las cosas y reactiven su matrimonio. El círculo vicioso es evidente. Tras una charla en la que Matsson le confiesa su deseo por Shiv –una de las razones por las que precisamente no la va a nombrar CEO–, Tom se posiciona como el sucesor a vencer. Tom es ideal para Matsson: manipulable, lambiscón, resiliente a la burla y el desprecio constantes. En síntesis, Tom es un Greg perfecto para Matsson, el Esporo de su Nerón. El entusiasmo del líder de GoJo es notorio: la idea de emplear al hombre que embarazo a Shiv le resulta excitante. Sumisión y perversidad. La emoción más intensa en Succession es la urgencia de chingarse al otro.
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Si bien lo intuye todo el tiempo, Shiv se niega a reconocer que Matsson incumplirá su promesa de designarla como CEO. Kendall le abre los ojos de manera definitiva. Una vez que confirma con Karolina que Matsson ha borrado su nombre del comunicado que se publicaría en caso de obtener la victoria en el consejo, Shiv conforma un frente común con los hermanos. Los tres acuerdan que la propuesta para CEO sea Kendall. La coronación simbólica que le sigue es el pasaje más entrañable de la serie. Como niños que ejercen la prerrogativa de ser libres, los Roy olvidan la mezquindad adulta y nadan felices en la noche. Sin miedo, Kendall se mueve sonriente y con soltura por el agua donde se ha hundido tantas veces. Recordamos a REM: “You, I thought I knew you / You, I cannot judge / You, I thought you knew me”, “These things they go away / Replaced by everyday / Nightswimming”. La celebración sigue en la cocina. Roman lame con hilaridad el queso reservado para el esposo de Caroline. El punto culminante de la ceremonia: la unción de Kendall con un licuado elaborado con las sobras de la nevera y una buena cantidad de salsa tabasco.
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La fraternidad continúa una vez que los hermanos llegan a Nueva York. La primera parada es el departamento de Logan, donde Connor realiza una repartición de bienes personales que involucra un complejísimo sistema de apartado donde cada doliente selecciona el objeto deseado con una etiqueta. Luego de apenas unas semanas de casados, Connor revela que se separará de Willa por un tiempo. Ella anuncia que decorará el departamento con un enorme sillón con estampado de piel de vaca, donde, mal pensados que somos, la imaginamos siéndole infiel a Connor con un actor de sus obras experimentales.
Connor ha instalado una pantalla en el comedor que exhibe un video donde lo observamos en una cena con Logan y los directivos de la empresa. Logan recita nombres de presidentes mientras Kerri lo acaricia, Karl y Frank cantan, Connor imita al padre. Todos se ven contentos. Shiv, Kendall y Roman no aparecen en la grabación, pero la miran con ojos lacrimógenos y atentos. Saben que no eran parte de la cotidianidad emotiva de Logan. De ahí que el control de Waystar-Royco les pese tanto: la empresa era lo único que amaba el magnate, y obtenerla, como señala Jesse Armstrong, creador de Succession, es la única manera que tienen de compensar el afecto y respeto que el padre nunca les dio. Connor gozaba de una cercanía mayor con Logan en temas cotidianos, aunque, al no importarle la empresa, jamás ganó su respeto. Logan, recordemos, prefiere volar para cerrar el trato con Matsson que asistir a la boda de Connor, lo que, irónicamente, termina por costarle la vida. Waystar-Royco siempre estuvo por encima de los hijos.
Mientras los dolientes etiquetan objetos, Shiv se encuentra con Tom, a quien le comunica que gracias a Greg se ha enterado que no va a ser la nueva CEO, por lo que ha formado un frente opositor con los hermanos. Tom le pide que reconsidere, pues, sorpresa, él es el elegido de Matsson. Shiv estalla y le dice que se prepare para la guerra, ya que tienen los votos suficientes. “It´s Tom, it´s fucking Tom!”, le grita Shiv a Rom y Ken. Tom le reclama a Greg en el baño. “¡Estuve así de cerca, y ahora ellos tienen la oportunidad de armar su jodida oposición!”. Tom le habla a Matsson, quien comienza a gritarle a sus minions de manera parecida a la que Logan trataba a sus subordinados al comienzo de la tercera temporada. Mark Mylod, realizador del episodio y creativo clave del programa, dirige con energía el reacomodo de fuerzas. Obnubilados por la vinculación construida a lo largo de cuatro temporadas, resulta difícil mantener una distancia emotiva con los Roy. Son unos monstruos, cierto, ¿pero acaso no “merecen” ganar? Los realizadores manipulan con maestría los sentimientos de la audiencia en función de una verdad ulterior. Se aproxima la hora decisiva. Tiempo de abrir los ojos.
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Los Roy llegan como torbellino a las oficinas de Waystar-Royco. Kendall comienza a dar órdenes. Stewy, amigo y adversario del Number one boy, reafirma su lealtad. “Team Ken, baby!”. Ken se acomoda en la silla imperial, ufano, con los pies sobre el escritorio, seguro de su triunfo. Shiv lo mira con desconfianza. Quizá Ken haya logrado palomear varias de las casillas para aplicar al puesto (incluida la de ser un asesino, como sus hermanos le recordarán minutos después), pero no es Logan, sino un niño jugando a ser Logan. La secuencia inicial de créditos, ahora lo vemos con los ojos bien abiertos, es una síntesis puntual del estado mental de los Roy, quienes siempre han sido unos nepobabies que pretenden ser adultos.
A un paso de apoderase de la empresa, en la oficina del padre, rodeados de premios y portadas de revistas, la realidad que implica hacerse cargo de Waystar-Royco empieza a imponerse. Roman se derrumba en los brazos de Ken, quien oscila entre abrazarlo o partirle el cuello. Las heridas de la frente de Roman se vuelven a abrir, pero al final accede a entrar en la sala de consejo y votar por la familia.
Sobrado, Kendall pide acelerar el proceso de votación. Seis a favor, seis en contra. Shiv tiene el desempate en sus manos. En lugar de votar a favor de Ken y consumar el triunfo, como había prometido, Shiv abraza la ambivalencia que la define y sale de la sala. Kendall la persigue y le pide que cumpla su palabra. Ella le contesta que no puede, entre otras cosas, porque es un asesino (justo el requisito que Logan le pedía para nombrarlo su sucesor). Recordamos las palabras de Caroline en “Chiantishire”, cuando le recuerda a Shiv que fue ella quien tomó la decisión de irse a vivir con su padre. Shiv argumenta que sólo tenía 10 años (“¡era una maldita niña!”). Caroline revira: “No, tenías 13 años, y ya sabías cómo clavar la navaja. Lo sabías entonces, y lo sabes ahora”.
De uso común en las prisiones, un “shiv” (chiv, schiv, shivvie) es el slang anglosajón con el que se designa a un arma blanca hecha a mano. William Charles Hill, un célebre criminal británico del siglo pasado, explica en su biografía que no cualquiera sabe cómo clavar un shiv: “Hay que clavarlo hacia abajo, nunca hacia arriba o de manera lateral, para que la navaja no resbale y cortes una arteria. Cortar una arteria sería un asesinato, y yo soy un criminal, pero no un asesino”.
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Ken pierde la batalla desde el momento en que su hermana se levanta de la asamblea, pero su reacción corrobora lo que siempre supimos: más allá de las frases de moda que repite sin cesar y de cierta solvencia para vender espejitos en público (¡Living+!), no tiene idea de qué hacer con la empresa. Los argumentos que le da a Shiv son propios de un infante: “¡soy el mayor!”. En el que quizá sea el único momento de lucidez plena que ha tenido en la serie, Roman admite: “somos una mierda, no somos nada”. Logan estaba en lo correcto. Como lo desglosó en el karaoke, un día antes de morir, el trato con Matsson tiene sentido estratégico: no solo los va a volver a todos más ricos, sino que permitirá la reinvención de los activos más valiosos de la empresa. Si fueran adultos –como Frank o Karl, por ejemplo–, habrían entendido esto desde el primer minuto. Los Roy, sin embargo, rechazan el trato por miedo a vivir fuera de la sombra mítica del padre. Incapaces de construir un camino propio –¿alguien recuerda el plan original de edificar su propio conglomerado mediático con la compra de Price?–, se obsesionan con un imperio que, como sucede con Logan desde el primer capítulo, muestra señales de agotamiento y decadencia.
La prueba suprema de su inmadurez es creer que merecen ganar. Recordamos de nuevo a Logan: la vida no es un juego de caballeros, “es un número en un pedazo de papel, una pelea por una navaja en el lodo”. El trono no se merece, se ocupa. La gente que te ama es también la que te jode. ¿Shiv hizo lo correcto? ¿Ken merecía perder? Parafraseando a Logan, debatirlo no sería de gente seria. El acto de negarle la corona a Kendall es lo más cerca que Shiv y Roman van a estar de ejercer un poder similar al del padre. Era algo que tenían que hacer. Los merecimientos no tienen nada que ver con esto.
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Darth Greg es ahora Judas, una propiedad que Tom puede etiquetar y clamar como suya. Tom no es mejor ni peor que Kendall, simplemente es el hombre correcto para el empleo: una persona dispuesta a mamarle la verga al hombre más poderoso de la compañía. Nada más, nada menos. Tom nació en la clase media y ahora es un amo del universo. Seguramente lo van a presentar como una muestra de la vitalidad del sueño americano en el próximo retiro de la compañía. El interregno ha concluido. ¡Viva el rey!
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Para Shiv, Roman y Kendall, el futuro luce desolador:
La sumisión.
La locura.
Y la oscuridad.
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El mar, otra vez hostil.
“… con los ojos abiertos, atiende, ciego.
Todas las campanas dicen: demasiado tarde. Esto no es para llorar.”
“Dreamsong 29”, John Berryman. ~
Mauricio González Lara (Ciudad de México, 1974). Escribe de negocios en el diario 24 Horas. Autor de Responsabilidad Social Empresarial (Norma, 2008). Su Twitter: @mauroforever.