Marca personal a Breaking Bad: Dinero y Sangre

Empezamos con nuestro resumen y análisis semanal de la última temporada de Breaking Bad. 
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1.

Algunos de los defectos del primer episodio de la segunda parte de la quinta temporada de Breaking Bad podrían explicarse a través de su fragmentación: esperar casi un año1 necesariamente condiciona a los escritores a poner recordatorios, a contextualizar: a facilitar al televidente el reingreso al pequeño pero complejo universo de Walter White.

Esta reintroducción es común en las obras fragmentadas2, y no debería sorprender a nadie. No obstante, existe algo de complaciente en el noveno episodio de Breaking Bad: la conversación entre Jesse y Walter no es más que la acumulación de líneas que ya hemos escuchado con anterioridad: un jaleo más, un enfrentamiento verbal visto en varias ocasiones. El ciclo es más o menos así: Walter reconviene a Jesse, Jesse hace lo contrario del regaño. Con todo, sería mentir no aceptar que hay aquí al menos un matiz: el cáncer de Walt ha vuelto y el interés que Pinkman pueda mostrar en su propia vida se ha ido. Ambos son lo que en inglés se conoce como dead man walking, con una salvedad: a Walter sí le interesa seguir vivo. Por seguridad, por orgullo, por su familia –o porque, como él mismo dijo, “está en el negocio del imperio”.

La conversación entre Skyler y Walter, por el contrario, tiene un matiz que no conocíamos o apenas intuíamos: la capacidad de Skyler de tomar parte en los negocios o en las decisiones de forma activa y enérgica. La forma en que aborda a Lydia Rodarte-Quayle –le espeta un clásico e infalible “Vete de aquí y no vuelvas”, básicamente— nos muestra a una Skyler decidida, impulsada por el instinto de supervivencia y por la rabia. Las posibilidades maquiavélicas de la señora White están dejando de serlo para convertirse en realidades y, aunque el segundo episodio parece establecer más o menos dónde está parada, es imposible negar que su autonomía existe.

Quizá lo menos destacado del noveno episodio de Breaking Bad sea el plano estético. Acostumbrados a ver encuadres interesantes que funcionan a su vez como comentarios a la acción –el segundo episodio tiene más de esto—, acá nos topamos con que no hay descubrimientos: hay corrección, chamba bien hecha. El montaje de Hank investigando es solvente, se nota el trabajo de edición, pero palidece cuando se le compara con otros montajes de la misma serie: el montaje del episodio ocho, por ejemplo, musicalizado con Crystal Blue Persuasion –ocurrido, en “tiempo real”, ¡apenas media hora antes!—, es una muestra de los alcances de la serie en este rubro. Con todo, el esperado enfrentamiento entre Walter y Hank dispuesto hacia el final del episodio sí llena las expectativas: hay tensión en el trabajo actoral de Dean Norris, siempre puntual; hay diálogo punzante y confrontación –ese madrazo en el rostro de Walter es dolorosísimo y perfectamente sonorizado—, y deja las puertas abiertas para la persecución: la caza del detective al criminal, el enfrentamiento particular entre este otro Sherlock Holmes y ese otro profesor Moriarty. El primer episodio de la segunda parte de la quinta temporada de Breaking Bad es también una especie de summa de los defectos de la serie y de los emocionantes finales que nos han mantenido atados a ella durante estos ya varios años.

2.

La primera visión de Jesse en este episodio es bastante más emocionante que la del episodio pasado, y desde ya va dando una idea de por dónde irán los tiros: un encuadre trabajado, con peso dramático –Pinkman recostado en un juego infantil, una toma cenital que lo mira a distancia—, en sincronía con lo que está siendo contado. Quizá lo que vemos aquí es un reloj que se acerca a dar una hora: ¿un countdown hacia el final? (Importante en Breaking Bad en general y en este episodio en particular: la concatenación de lo que se cuenta y cómo se cuenta.)

Tras la huida de Walter de casa de Hank ocurre el primer mazazo dramático, de thriller: Walter llama a Skyler, Skyler no contesta; Walter insiste y, a través de la ventana de su auto, mira a Hank con el teléfono en la mano. La escena es más o menos económica y deja en claro lo que sucede: Hank no ha esperado más y ha revelado la identidad de Walt a Skyler. El juego ha comenzado.

La conversación entre Hank y Skyler deja ver otra vez una de las facetas menos favorecedores del detective: su ansia de derrotar a Heisenberg. Lo sabíamos antes y lo sabemos ahora, pero quizá –sólo quizá— esta ansiedad haya cambiado un poco el rumbo que Skyler estaba dispuesta a tomar. En esta disyuntiva en la que ella se encontraba pudo ser empujada hacia un lado o hacia otro por la actitud de Hank: imposible saberlo. Lo que sí sabemos, en cambio, es que el detective se comportó de tal forma, manejó todo tan mal, que el resultado es Skyler vociferando “Am I under arrest?”.

El dinero de Walter, que tantos encuadres lindos nos ha dado a estas alturas, regala uno más, durante la visita de los esbirros de Saul Goodman. ¿Cuánto dinero tiene Walt?, podría preguntarse uno. Pues bien: mucho. Nótese este encuadre en el que el sujeto es, en primer lugar, el dinero, y en segundo, Huell, el enorme guarura de Goodman:

Más de estos detalles: la conversación entre Saul Goodman –el siempre simpático Bob Odenkirk— y Walter White tiene un encuadre que incluye una balanza: poco sutil, pero efectivo: estas dos fuerzas están contrapuestas, lo que tiene más sentido si creemos que los enviados de Saul quizá robaron algún dinero de Walter:

La confrontación entre Marie y Skyler es intensa y se libra de algunos de los tics que ya hemos visto en ambas: aquí la fuerza dramática de cada una se ve acentuada por la presencia de la pequeña Holly, la hija menor de Walt, objeto de la discusión entre Marie y Skyler.

Con todo, además del entierro del dinero que hace Walter White en el desierto de Albuquerque, la acción más importante del episodio es el extraño retorno de Todd, el personaje que ayudó a White, Pinkman y Ehrmantraut durante la primera parte de la temporada. Lydia Rodarte-Quayle –luciendo unos espléndidos zapatos en el desierto: los zapatos de Lydia son un poco un fetiche de los creadores de Breaking Bad— ejecuta una operación, aún no sabemos si producto de su mente o la de Todd en la que elimina a los actuales narcotraficantes de lo que podemos llamar “el método Heisenberg”. La finalidad es, al parecer, pedir a Todd que cocine y maneje el resto de la operación, que incluye la exportación de metanfetamina a Europa del este. Aquí hay algo importante en el desarrollo de la trama: puede ser el inicio del fin de Walter o puede ser, quizá, algún asidero en su posible caída. El asunto es que la especulación –en las series y en Breaking Bad— es cosa divertidísima pero ociosa: los guionistas han tenido ya un par de lances inesperados en los que toda teoría queda derrumbada.

El necesario cliffhanger final es emocionante pero un poco obvio. Carece de riqueza o ambigüedad por sí mismo: es sólo una pausa entre la conversación que ocurrirá este domingo entre Hank y Jesse. Ya los teóricos de la conspiración de la serie han dicho en internet que esto ya se ha dicho y que el final está cantado. Juran que la clave está en este momento pasado.

¿Será este el final de Heisenberg? ¿Ser delatado por su compañero de crimen? Los inicios de capítulos en los que se muestra a Walter volver a casa pueden encajar o no en esta teoría. Lo mejor, quizá, sea permitir que la serie suceda: abandonar un poco la obsesión por el final y recuperar otro tanto el disfrute del momento.

1 El último episodio de la primera parte fue trasmitido el dos de septiembre de 2012; el primero de la segunda, el once de agosto de 2013.

2La reiteración producto de la fragmentación es cosa común en las novelas por entregas –o, más recientemente, en el cómic serializado—: allí Las aventuras de Arthur Gordon Pym de Edgar Allan Poe como ejemplo decimonónico, o cualquier cómic de Marvel o DC como ejemplo contemporáneo.

 

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Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.


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