En una breve toma, un ejemplar de Bajo el volcán revela la intención de Ignacio Ortiz de sumarse a la veta literaria y cinematográfica de personajes que, botella en mano, optan por un sueño etílico sobre la conciencia de su realidad. La historia de un pueblo cuyos habitantes intercambian historias alucinantes no es sólo un guiño a Lowry. Es también una película autorreferencial: como demostró en Cuentos de hadas para dormir cocodrilos, Ortiz es quizá el único director mexicano capaz de traducir a imágenes recursos del realismo mágico o de la mitología indígena sin caer en chabacanerías ni resbalar en el folclor. Mezcal puede leerse como una pesadilla colectiva, soñada por los enterrados en vida del México olvidado y rural. Fechada en 2004, y premiada en los Arieles de 2006, llega a las salas de cine lastrando el rechazo de distribuidoras renuentes a exhibir una película sobre un México sin final feliz. ~
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