Midnight in Paris

La รบltima cinta de Woody Allen es un desfile de lugares comunes: un guiรณn perezoso, rodeado de personajes que parecen sacados de Wikipedia.
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Es el siglo XXI en Parรญs. Gil (Owen Wilson) estรก de viaje con su novia Inez (Rachel McAdams) y sus prรณximos suegros: unos por placer, otros por negocios. Gil ha hecho fortuna en Hollywood como guionista, pero su meta es escribir una novela, algo que lo llene, y Parรญs tendrรญa que ser el lugar para lograrlo. Inez es una insoportable, estรก loca por las compras y sรณlo le interesa el Parรญs que bien pudo conocer en un folleto. Gil e Inez se casarรกn pronto.

Tras una cena y un par de tragos, Gil descubre un carruaje/portal del tiempo que lo lleva al Parรญs de la dรฉcada de los 20, donde lo reciben Scott y Zelda Fitzgerald, Cole Porter, Ernest Hemingway, Gertrude Stein, T.S. Eliot y el resto de la sรบper รฉlite cultural gringoeuropea que pisรณ aquellas tierras hace ochenta y tantos aรฑos. Gil se acerca a ellos porque los admira y porque son los crรญticos perfectos de su novela –no lo es, en cambio, el pedante Paul, amigo de Inez y profesor de la Sorbona. A su regreso, Inez no le cree y Gil se queda solo en su viaje, que puede realizar todas las noches a las 12. Allรก pierde la cabeza por la bella Adriana (Cotillard), musa de Picasso y Hemingway.

Del viaje en el tiempo se desprende un desfile de personajes famosos reducidos a sus caracterรญsticas mรกs bรกsicas, a sus clichรฉs, a lo que puedes inferir si lees una entrada de la Enciclopedia de Literatura Universal. Hemingway, por ejemplo, es un tipo duro que habla sobre cacerรญa, Dalรญ solo piensa en rinocerontes y Zelda Fitzgerald es una bipolar.

Uno podrรญa pensar que todo se trata de una fantasรญa de Gil. A favor de esta teorรญa estรก el trato que le dan los artistas (y Adriana) al personaje, con quien se encariรฑan, halagan su trabajo y lo buscan. Visto asรญ, el comentario de Woody Allen girarรญa alrededor de Gil, de su mediocridad como escritor, quien recurre a su tambiรฉn mediocre imaginaciรณn para suplir esa carencia: si el Hemingway de Medianoche es un personaje limitado es porque Gil es un limitado tambiรฉn. El desfile de clichรฉs, entonces, estรก supeditado a cรณmo cree que los Hemingways y Fitzgeralds serรญan en persona. Esto, sin embargo, no explica la pobreza del resto de los personajes de la pelรญcula, aquellos que Gil no ha creado: a su novia, a sus suegros y a sus amigos pedantes. Esa pobreza ya no es de Gil, sino de su creador: Woody Allen.

Pero los viajes al pasado son, decididamente, una realidad. La prueba es un libro con los diarios de Adriana que Gil encuentra en pleno siglo XXI, donde confiesa haberse enamorado de un escritor estadounidense, uno mรกs “autรฉntico” que los otros que ha conocido. Visto asรญ, todo es mรกs congruente: la imaginaciรณn creadora de Woody Allen –y no la de sus personajes– pecรณ de flojera.

Un problema de fondo se suma a los ya mencionados. Tiene que ver menos con el tรณpico de la pelรญcula –“una pareja dispareja”– que con los lรญmites de ese tรณpico, ejercidos con elementalidad telenovelesca: hombre “culto” vs mujer “frรญvola”; ciudad literaria y de postal (Parรญs) vs ciudad falsa y plรกstica (Hollywood). Medianoche es tan esquemรกtica como Apocalypto, como Rambo, con la diferencia de que Apocalypto y Rambo son tantito mรกs entretenidas. Si no es por esnobismo, cuesta congeniar con el humor de Medianoche –lo que queda son bromas apenas si graciosas.

Pero despojemos a Medianoche de su humor y de su inรบtil juego con el tiempo. ¿Cรณmo es su carcasa? Un pequeรฑo montรณn de postales parisinas hechas con doble flojera: una, para buscar locaciones –esto no importa tanto: Manhattan fue hecha con puro lugar comรบn–; otra, para fotografiarlas con cierto decoro. Esto รบltimo sรญ importa: mientras que Manhattan es una de las pelรญculas con ojo turรญstico mรกs bellas que hay, la foto de Medianoche es llanรญsima, quizรก fea y sobre todo, a fuerza de funcionalidad, aburrida. Hecha bajo la ley del menor esfuerzo, hubiera bastado leer el guiรณn pero, una vez mรกs, el guiรณn es exasperante. Ni siquiera los momentos mรกs o menos luminosos de la pelรญcula –las fiestas veinteras musicalizadas por Cole Porter– escapan de la fรบtil obviedad.

Hubo un tiempo en que las pelรญculas de Woody Allen eran la รบltima esperanza de la cartelera, si es que la cartelera no daba para mรกs. ร‰se fue su estigma en los รบltimos aรฑos –o lustros. Con Medianoche, el lรญmite de la indulgencia fue rebasado, y por mucho.

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