Perdidos en el rizo

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El enganche

El impacto que ha tenido la serie televisiva Lost, momento culminante de la carrera de J.J. Abrams, productor niรฑo dado a propensiones megalรณmanas, rebasa el culto que existe para todo producto lo suficientemente oscuro y abigarrado para convertirse en referencia cultural.

Esta referencia suele tener, sin embargo, una carga negativa. No se trata tanto de seguir una serie que tiene mรกs de 15 millones de adeptos nada mรกs en los Estados Unidos, e involucrarse con sus ires y venires; se trata, mรกs bien, de percibirla con la distancia del no iniciado: aquel que debe sentarse frente al monitor a lo largo de incontables horas (cinco cajas de DVDs que equivalen a cinco temporadas al aire) para apercibirse de su esencia y descubrir el hilo de la trama, mรกs allรก de sus nudos y garigoleos. La diferencia que hay entre los que entienden y siguen (fervorosamente) los mรญnimos vericuetos de Lost y aquellos que no entienden de quรฉ se trata (y que, por lo mismo, se mantienen al margen) es el enganche, espiritual y quรญmico. Se trata de una adicciรณn. Eso que les hace creer que tienen una mayor comprensiรณn de lo que ha pasado y estรก por pasar es una forma de dependencia, de identificaciรณn social, y por tanto, de identidad.

Lo que ha conseguido explotarse en Lost es el esquema bรกsico del thriller, adornado con el escamoteo del que se vale todo buen mago para ocultar los rudimentos de todo su apantalle. Se trata de una fรณrmula. J.J. Abrams, quien puede presumirse visionario por el momento[1], encontrรณ la suma adecuada de ingredientes que ofrece una saciedad sรณlo cumplida en su anhelo. No es que uno se enganche a la serie con ver un episodio cualquiera de Lost. Lo mรกs probable es que no surta mayor efecto. Tampoco supondrรญa gran riesgo si uno se sentara a verla desde el primer episodio: se trata de una disposiciรณn, de un reto por cumplirse. Es en el empeรฑo por entender la serie โ€“o mejor aรบn, por presumir conocimiento suficiente como para hacer prospectiva sobre sus cabos sueltosโ€“, que vive la posibilidad del enganche. El encanto que tiene Lost es semejante al tabaco: si fumas lo entiendes, si no, no.

Dos premisas

Primera premisa: no tienes que verla, no trata de nada.

Es en la academia (Umberto Eco dixit) donde se explica, a partir de cajas y dispositivos, lo que supone el esquema que hace funcionar al relato. Lo que consiguiรณ Abrams con Lost, haya sido con intenciรณn o por accidente, fue la representaciรณn pura y dura del rizo, esa trampa retรณrica posmo donde verdad y engaรฑo se pierden en la multiplicidad de todas las versiones posibles. Lo que resulta tan atractivo como repulsivo en Lost es su cualidad de relato en potencia.

Esto nos conduce a la segunda premisa: todo cabe, sea un oso polar, un monstruo hecho de humo o el viaje en el tiempo. Eso es todo: un accidente de aviaciรณn convertido en metรกfora pop del clima polรญtico de los albores del siglo XXI.

Evasiรณn fantรกstica

Seguramente J.J. Abrams fue seguidor de diversas series televisivas de evasiรณn fantรกstica producidas en los aรฑos sesenta por Irwin Allen (Perdidos en el espacio, El tรบnel del tiempo, Tierra de gigantes) y del clรกsico de culto, Star Trek, creado por Gene Roddenberry, cuyos incondicionales โ€“para fines sociolรณgicos y de mercadoโ€“ han acabado por convertirse en un grupo cultural por sus claves de identificaciรณn. No en balde, Abrams realizรณ para la pantalla grande su propia versiรณn de la serie.

Las actualizaciones que ha hecho Abrams del formato de serie fantรกstica televisiva (la amenaza en sรญ mรกs que la amenaza de los otros) muestran las transformaciones que ha sufrido el gรฉnero desde los aรฑos sesenta. Durante la Guerra Frรญa todavรญa podรญan glorificarse los valores de la familia gringa, podรญa seรฑalarse el evidente orden y progreso emanado del pensamiento positivo, podรญa vindicarse la vocaciรณn expansiva de Monroe. Todo eso se ha desvirtuado en el milagro multirracial que vive la Uniรณn Americana a pesar suyo. El enemigo, mรกs allรก de todos sus rostros posibles, ha sido siempre invisible. Se trata de una amenaza, de la necesidad de una amenaza, que despuรฉs del 9/11 violรณ el โ€œafueraโ€ al que estaba relegada. El otro es el de junto, los otros estรกn entre ellos como un peligro claro e inminente.

Cajas por ser abiertas

Los sobrevivientes del vuelo 815 de Oceanic entre Sydney y Los รngeles se las arreglan como pueden en una isla del Pacรญfico (las locaciones son filmadas en Hawai), enfrentan miedos, carencias y rivalidades mientras esperan ser salvados. El catรกlogo de eventos sobrenaturales que mantiene en vilo la trama con malabarismo evanescente parece sacado de una novela de Julio Verne. Un poco dado a la obviedad dirรฉ que de La isla misteriosa; pero mientras que en esa novela las peripecias de los cinco evadidos yanquis y un perro que llegan en globo (desde la capital confederada de Richmond, Virginia, lo que ya resulta, de entrada, inverosรญmil) encuentran su explicaciรณn con un cameo final del Capitรกn Nemo (quien ha ido a dar ahรญ despuรฉs de hundido su Nautilus en 20,000 leguas), en Lost no se espera soluciรณn posible. Todo sucede porque puede suceder; se repite como un dispositivo de relojerรญa que se tensa para reventar una y otra vez. Nunca se llega a saber cuรกl es la soluciรณn; en quรฉ momento se descubre lo que estรก pasando en verdad. No hay un รบnico final porque se puede dar fe a todos sus finales posibles, pospuestos y conjurados, en el miedo de que todo haya sido mera especulaciรณn, tan simple como desaforada.

Julio Verne no sale mencionado entre las referencias bibliogrรกficas que son lanzadas como anzuelo en la serie; entre el puรฑado de libros que se rescatan del avionazo estรก Carrie, de Stephen King[2]; Los hermanos Karamazov, de Dostoievski; Watership Down, de Richard Adams[3] y Nuestro amigo comรบn, de Charles Dickens, volumen que lleva envuelto un soldado escocรฉs, quien ha leรญdo toda la obra de Dickens y lo reserva para sus รบltimos momentos antes de morir. Muchos de los personajes tienen nombres de filรณsofos (Locke, Hume, Rousseau) y no deja de haber alusiones a Lewis Carroll, J.M. Barrie o Antoine de Saint-Exupery. El atractivo que tienen estos personajes viene de su ocultamiento, son cajas por ser abiertas y examinadas. No suman un sentido. Como los arcanos del tarot, arman entre sรญ una sospecha, la posibilidad siempre cambiante y siempre presente de una conspiraciรณn. No en balde el logo de la Iniciativa Dharma (que se ve repetido como marca genรฉrica en las etiquetas de alimentos, medicinas o en la pantalla de las computadoras que dejaron abandonadas โ€“cual mayasโ€“ treinta aรฑos antes) es un รณvalo armado con los ocho trigramas bรกsicos usados para formar los sesenta y cuatro hexagramas de interpretaciรณn del I Ching, libro de las mutaciones. Todo cambia y se transforma para adquirir un nuevo sentido y una nueva interpretaciรณn.

Promesa y posibilidad de un final

No se necesita demasiada metafรญsica para perderse: las lรญneas argumentales del programa son lo suficientemente sencillas como para poder seguirlas si se tiene una buena disposiciรณn. J.J. Abrams y Damon Lindeloff, como productores ejecutivos, tenรญan visualizada la vibra y los personajes de la serie mucho antes de que acabaran de hacer el casting y se hubiera desarrollado el guiรณn. Algo entre La isla de Gilligan y Los archivos secretos X con personajes tan abiertos como tipificados: el mรฉdico heroico, la damita peligrosa (esposada durante el vuelo), el cabrรณn con buen corazรณn, el gordito simpรกtico, la gรผera embarazada, el rockero adicto, el patriarca redimido, el sicario iraquรญ, la pareja coreana. Mรกs allรก de lo que pasa en la isla (insisto en que no pasa mayor cosa que la inminencia irracional de toda amenaza) estos personajes se desdoblan a partir de flashbacks que los perfilan mรกs que darles una dimensiรณn: todas las acciones, pasadas y presentes, sirven mรกs como mรญnimos dispositivos dentro de una caja china[4] a punto siempre de la desintegraciรณn. No deja de ser una tentaciรณn semiolรณgica darse a la especulaciรณn sobre la paradoja ejemplar de cada uno de los personajes. Serรญa perderse, como lo vende esta serie desde el tรญtulo. Es la vocaciรณn del rizo por el rizo mismo. Sobran tanto las teorรญas e interpretaciones como los blogs que las guardan. Serรญa demasiado fรกcil decir que todo lo que ha derivado de Lost como fenรณmeno mediรกtico podrรญa resumirse en un par de pรกginas de especulaciรณn borgeana, supongo que no da mรกs que para un pรกrrafo. Tal vez sea por la exhuberancia del posmo finisecular que se abre in extenso hasta el agotamiento y aun mรกs allรก.[5]

No deja de ser un melodrama y como melodrama puede durar para siempre (mรกs allรก de la perpetuidad de todo mecanismo, los productores han sido tan previsores como para prometer un final).

Eso, si no se pierde antes.

– Ricardo Pohlenz

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[1]La falta de impacto que ha tenido Fringe, la nueva serie de corte fantรกstico de Abrams, pone en evidencia que no las tiene todas consigo a pesar โ€“tambiรฉnโ€“ de una fรณrmula especรญfica entre arquetipos (el padre, el hijo y la doncella) enfrentados contra una conspiraciรณn milenaria.

[2]Fanรกticos y entendidos se han afanado en trazar las lรญneas de correspondencia que hay entre la trama de la serie y las novelas del ciclo The Dark Tower de Stephen King. Ademรกs, Abrams ha anunciado el proyecto de llevar a la pantalla estas novelas. Stephen King, por lo demรกs, es un gran fan de la serie.

[3]Novela alegรณrica con consejos sobre el terror y exterminio.

[4]Segรบn declarรณ Abrams al New York Times, su posesiรณn mรกs preciada es una caja-misterio comprada en Tannenโ€™s Magic. Es una caja de cartรณn con un signo de interrogaciรณn que compras por quince dรณlares y que presume un contenido con valor de al menos veinte dรณlares. Nunca la ha abierto.

[5]Existe un archivo, guardado en Burbank, en los Estudios Disney, que nunca ha sido impreso en su totalidad, donde se guardan todos los detalles habidos y por haber de la serie. Ahรญ se va en extensiรณn, se pone al quite, por decirlo de algรบn modo, con La guerra y la paz de Tolstoi. La comparaciรณn no deja de ser sintomรกtica.

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