La poética soñada del cineasta

‘El viento sopla donde quiere’ reúne textos de Jonás Trueba sobre cine, entendido en el sentido más amplio, es decir, el que incluye también la vida.
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“El mal y la fealdad se cuidarán solos; son el bien y la belleza los que necesitan de nuestros cuidados”, dijo Jonas Mekas, y es la frase que usa Jonás Trueba como epígrafe de El viento sopla donde quiere –que ya era una cita de Mekas–, el volumen que reúne muchos de los textos que publicó en su blog –bajo el mismo nombre y alojado en El Mundo–, además de otras piezas escritas para otras publicaciones, Letras Libres entre ellas. El trabajo ha sido sobre todo de selección y ordenación, de agrupación y de elaboración de un índice juguetón que da pistas sin ser evidente (algo que no es extraño en Trueba y que quizá sea otra de las patitas de sus homenajes perequianos) y sugiere una levísima narrativa interna; “buscando un sutil arco emocional, también histórico”, escribe Trueba. 

El epígrafe de Mekas permite al lector intuir por dónde va a ir el libro: más celebración que disección, más entusiasmo que enfado, aunque hay algunos, con películas y tendencias que no han hecho más que confirmarse, crecer e imponerse como modelo único: “Yo intentaba escribir tratando de contagiar entusiasmo, casi obligándome a ello, como una cuestión moral que me había autoimpuesto, pero a veces me dejaba arrastrar por cierta melancolía cuando no coqueteaba con la maldad y el catastrofismo imperante”. Pero el libro tiene un subtítulo que no hay que pasar por alto: “Fragmentos de cine-vida a principios del siglo XXI”. Trueba comenzó su blog en 2008, tras la crisis global, la caída de Lehman Brothers y la amenaza del rescate soplándonos la nuca. Ahora lo hemos olvidado, pero era una época en la que mirábamos la prima de riesgo como quien consulta el tiempo que hará antes de salir de casa. Además, señala Trueba, “a lo que hay que sumar la crisis específica del cine, dentro y fuera de nuestro país, con la desaparición paulatina del celuloide y lo analógico y la reconversión de toda la industria hacia lo digital; un cambio de modelo que afectaba a toda la cadena desde la producción hasta la exhibición”. 

El viento sopla donde quiere está hecho de diferentes capas: es un diario, como el de Mekas, que contiene no solo las películas que ve sino las circunstancias, atrapa la época, las ciudades y las conversaciones, un clima concreto y el estado de la pandilla cinéfila. Permite ver de un vistazo el cine, también español, de esos años. Hay homenajes a cineastas que son clases magistrales de cine envueltas en entusiasmo contagioso (Mekas, Truffaut, Eustache, Rohmer). Es curioso que en un momento en que estaba trabajando en la que sería su primera película, Todas las canciones hablan de mí, dedicara tanta atención, tiempo y esfuerzo a las películas de otros. 

Otra cosa que sorprende mucho es la coherencia que ha logrado Jonás Trueba: esboza en esos textos su poética de cineasta y lo sorprendente es que la ha ido cumpliendo película a película, en lo artístico y en una manera muy concreta de entender el cine y de cómo querer hacer cine. 

“Como a todos los melancólicos, me gusta el presente”, escribe anticipándose a que le llamen nostálgico. Lo que advirtió Jonás Trueba de manera temprana es el aplanamiento de los espectadores, no es solo que las películas se hagan como churros –hablamos de sagas de superhéroes, por ejemplo, o de las que producen las plataformas– es que pretenden convertir a todos los espectadores, con sus gustos particulares, en uno único, idéntico cuyos gustos sean perfectamente predecibles y maleables. Contra eso anima Jonás Trueba a rebelarse, de un modo sosegado. Se trata de rebuscar un poco, de vencer la pereza, de no deglutir películas, de no dar por hecho lo que se presupone, de estar al tanto y de mantener siempre la curiosidad y la posibilidad del entusiasmo. Es una tarea esforzada pero gratificante. 

Abro una colección de aforismos del pintor Ramón Gaya, un volumen editado por La Veleta: “No es la belleza del mundo lo que impulsa al artista, sino esa resistencia que ofrece el mundo a ser captado. Y cuanto más vivo es el objeto, la figura o el aire que se intenta apresar, más dura será la lucha que nos cueste”. 


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