Mi adoraciรณn por la trilogรญa original de Peter Jackson me impide empezar con algo que no sea un elogio. Como bien dice Anthony Lane en el New Yorker, “aquรญ hay mucho que disfrutar.” Primero lo primero: ese prรณlogo. Diez minutos trepidantes, hermosรญsimos, en los que el viejo Bilbo (Ian Holm) nos narra la caรญda de Erebor, el reino enano adentro de La Montaรฑa Solitaria, a fauces del dragรณn Smaug. El inicio de The Hobbit es mรกs lรบdico que el de The Fellowship of the Ring: vean cรณmo la primera menciรณn al dragรณn viene acompaรฑada de la inteligente imagen de un papalote, similar a la criatura, que minutos mรกs tarde acaba hecho cenizas; vean el diseรฑo de Erebor, cรณmo era la Tierra Media en su apogeo, antes de que las fortalezas y los castillos fueran ruinas; vean tambiรฉn la economรญa narrativa y el cambio de la paleta sombrรญa de la trilogรญa original a colores mรกs despiertos y, por lo tanto, mรกs adecuados para un libro ligero en comparaciรณn a The Lord of the Rings. Despuรฉs del impecable prรณlogo, la pelรญcula de Jackson pone el freno de mano y la narrativa se queda atorada en Bag End. Llega Gandalf, seguido de los enanos, a irrumpir en la tranquila vida de Bilbo Baggins, para reclutar sus servicios. La cinta no zozobra en esta pausa gracias a Ian McKellen –interpretando la versiรณn del mago Gandalf que claramente goza mรกs-, a Martin Freeman (como Bilbo) y a Richard Armitage, quien en el papel de Thorin, el lรญder de los enanos, descuella sobre todos. Su personaje es lo mรกs tridimensional que ha salido de la Tierra Media de Jackson: un prรญncipe desterrado, valiente, terco y agresivo, incapaz de ver que en su empresa –recuperar el reino de Erebor- cuenta tanto la necesidad de regresar a casa como el impulso avaro de acabar con el dragรณn y de volver a llenar sus propios bolsillos de oro.
The Hobbit tarda en arrancar, pero una vez que comienza se desliza con vigor. En la cinta vuelven a aparecer muchos de los personajes que brillaron en la original: Saruman (con calzador), Galadriel (idem) y Elrond (con un gesto apacible que muestra una faceta distinta del personaje) acompaรฑan la llegada, casi siempre convincente, de nuevas fichas en el tablero: Radagast (a punto de llevarse el premio al Jar Jar Binks de la Tierra Media), Azog (el Lurtz de esta pelรญcula) y el Nigromante (cuya verdadera identidad no revelarรฉ). Todas estas reapariciones e inclusiones palidecen frente al mejor de todos los encores. The Hobbit vale el boleto por la secuencia de Acertijos en las tinieblas donde, como sabe cualquier fanรกtico de Tolkien, Bilbo se apodera del anillo y vence a Gollum dentro de su propia cueva. La secuencia es tensa y enormemente entretenida: un digno inicio para la historia de los Baggins y el anillo de Sauron. Andy Serkis, como Gollum, modula su interpretaciรณn de forma acertada: atempera la angustia de su criatura y afila su lado peligroso, sin soslayar el cรณmico.
Dicho todo lo anterior, The Hobbit es una cinta menos precisa, cuidada y potente que cualquiera de la anterior trilogรญa. The Lord of the Rings es una pelรญcula de nueve horas que se "siente" escrita, diseรฑada y filmada por la misma pluma, la misma brocha y la misma lente. The Hobbit no tiene esa homogeneidad, y el resultado son secuencias que dan la impresiรณn de ser un descuido. Momentos torvos y sombrรญos, como el magnรญfico flashback de la batalla de Azanulbizar, comparten espacio con instantes dizque chuscos y bobos (la cabaรฑa de Radagast, digna del bosque de los Pitufos; el enano que no hace otra cosa mรกs que comer). Pero nada peor que esa larguรญsima y rebuscada persecuciรณn entre Goblins y enanos dentro de las montaรฑas, que parece sacada de una vieja caricatura de la Warner Brothers (en un momento esperรฉ a que apareciera el coyote detonando dinamita Acme para matar a Thorin y compaรฑรญa), mientras que la visita a Rivendell parece un mero pretexto para incluir a Saruman y a Galadriel quienes, a pesar de su solemnidad, no logran imprimir a sus personajes la fuerza que tuvieron en la trilogรญa original. No es el tono ligero de ciertas secuencias de acciรณn lo que incomoda sino la falta de pericia con la que algunas estรกn filmadas: la acciรณn brinca sin coherencia, los personajes caen veinte metros y rebotan como si estuvieran hechos de hule; por lo tanto, el peligro se disipa siempre. Es el problema de inclinarse hacia lo caricaturesco. ¿O alguien tuvo miedo de que el coyote verdaderamente saliera herido de su encuentro con el correcaminos?
Quizรกs lo menos valioso de The Hobbit es la manera en la que Jackson emula la estructura de The Fellowship of the Ring. Acerquen la lupa y verรกn que, tanto en fondo como en forma, estamos frente a la misma cinta. Gandalf visita a un hobbit y lo invita a una aventura. El hobbit acepta renuentemente. De camino a Rivendell, donde buscan el consejo de Elrond, la compaรฑรญa se enfrenta contra criaturas monstruosas a la luz de la luna. Elrond, y otros personajes de la Tierra Media, les brindan ayuda. La compaรฑรญa sale de Rivendell y se refugia dentro de una montaรฑa contra su voluntad. El grupo sale vivo de milagro, tras enfrentarse contra antiguos monstruos. En el clรญmax, la cinta encara a su mejor espadachรญn contra un orco mutante. El hobbit del principio lleva a cabo un acto de inusitada valentรญa. Y fin. La trama es idรฉntica en ambas. Algunos dirรกn que el problema viene desde el libro, pero fue Jackson quien decidiรณ cortar la novela de Tolkien en el capรญtulo 6, dรกndole al Hobbit un arco idรฉntico al de su primera adaptaciรณn en pantalla. El neozelandรฉs llega al extremo de incluir guiรฑos actorales que recuerdan a esa aventura: nรณtese cรณmo Gandalf calla a los enanos dentro de Bag End con el mismo truco con el que le pide a Bilbo que guarde silencio en The Fellowship of the Ring; o el rostro de Ian McKellen cuando Bilbo le confiesa a Thorin por quรฉ ha regresado: prรกcticamente idรฉntico a aquel que hace cuando Frodo acepta llevar el anillo a Mordor.
Debido a este carรกcter derivado o facsimilar, cabe pensar que Guilermo del Toro (sin deudas algunas con la trilogรญa) habrรญa hecho un mejor trabajo. The Hobbit despega cuando se aparta del DNA de The Lord of the Rings; cuando admite, pues, que se trata de una historia distinta, donde no por fuerza deben aparecer los mismos personajes siguiendo las mismas pautas. En ese sentido, es una ventaja que Jackson haya filmado dos pelรญculas mรกs. En la segunda parte de The Hobbit le serรก virtualmente imposible emular la estructura de The Two Towers, cuya narrativa gravita en torno a una comunidad dividida en tres grupos. Cualquiera que haya leรญdo The Hobbit sabe que el equipo de Thorin jamรกs se rompe. Jackson tendrรก que arreglรกrselas para volver a la Tierra Media sin hacer uso de las herramientas que utilizรณ hace mรกs de una dรฉcada.
Mucho se ha hablado de la innecesaria longitud de The Hobbit. Supongo que su duraciรณn le molestarรก a quien no disfruta el mundo de Tolkien. Es mรกs fรกcil gozar la cinta de Jackson si la entendemos mรกs como un compendio de historias de la Tierra Media que como una adaptaciรณn fidedigna del libro. Por lo menos eso hice yo. Y con todo y sus evidentes tropiezos, la verdad es esta: las tres horas de la cinta vuelan.