La casa amputada

Este relato, que narra la campaรฑa de Mao Tse Tung contra los gorriones en la China de 1958, fue galardonado con el II Premio de Relato Histรณrico "Emilia Pardo Bazรกn", organizado por la Real Asociaciรณn de Hidalgos de Espaรฑa y la Cรกtedra Vargas Llosa.
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La historia, que se enmarca en el episodio histรณrico de la guerra de los gorriones, desarrollada en China a partir de 1958, cuando Mao Tse Tung embarcรณ a su paรญs en una guerra contra los gorriones, ha sido galardonada con el II Premio de Relato Histรณrico “Emilia Pardo Bazรกn”, organizado por la Real Asociaciรณn de Hidalgos de Espaรฑa y la Cรกtedra Vargas Llosa.

Mao Tse Tung lo habรญa mandado llamar a su enorme despacho pรบrpura y amarillo, con cortinas gruesas en los ventanales blindados. Entrar ahรญ era un privilegio de pocos. Pero no habรญa vuelto al despacho del gran lรญder desde 1962, tras la Guerra de los Gorriones. Desde aquel aรฑo รฉl soรฑaba con pรกjaros derretidos por el fuego o caรญdos ensangrentados en su cama. Quizรกs ahรญ empezรณ a ver al otro Mao, con su brazo extendido y el รญndice acusador. Y aunque volvieron a coincidir algunas veces, la relaciรณn de juventud se habรญa enfriado como el invierno sin gorriones.

Allรก estaba Mao, al fondo, de pie, vestido con su traje hecho sรณlo para รฉl y sus zapatos negros, acordonados, pulcros, y la suela blanca, impoluta. Lo esperaba junto a su escritorio de emperador, y su tรญpica sonrisa con mueca. Conocรญa esta sonrisa y se alarmรณ. Mao tuvo siempre la mirada de un anciano y la sonrisa infantil, en la que aparecรญa una mueca en forma de  triรกngulo en seรฑal de disgusto. ยฟPor quรฉ sonreรญa asรญ para รฉl?

Caminรณ sobre la alfombra como si pisara barro, como un pรฉndulo, hasta alcanzar la mano tendida del gran lรญder, que apretรณ la suya con desgana. โ€œRunzhรญโ€, le dijo al jefe, utilizando el nombre de cortesรญa que sรณlo era conocido por colegas de juventud de Tse Tung. Mao no cambiรณ la sonrisa, ni dijo algo. La primera vez que se vieron en Yan’an tampoco hablรณ tras el saludo aquel joven ambicioso y temerario, aunque alegre. No quedaba casi nada de รฉl, pensรณ mientras retiraba la mano y se inclinaba por obediencia y respeto (o miedo).

El silencio de Mao precedรญa las malas noticias, la mueca en la sonrisa expresaba su contrariedad, su mirada de reojo la espera de alguien que ya debรญa haber llegado. Y llegรณ. Por la puerta privada del gran jefe, que daba a un salรณn lujoso, esplรฉndido, y al comedor privado con mesa redonda, apareciรณ ella, la que fuera Manzana Azul cuando conociรณ a Mao, la rรญgida y perversa actriz, que esta vez le sonriรณ como cuando era joven, aunque corrigiรณ enseguida la reminiscencia. ร‰l agradeciรณ el gesto, esa sonrisa truncada que aliviaba su dureza. Y Manzana Azul saliรณ del resplandor, se colocรณ al lado de su esposo a quien miraba a la espera de un gesto de Mao, el de permitir. Lo hacรญa empujando el labio con la lengua y levantando un dedo hacia la persona indicada.

Fue ella quien hablรณ mientras se acercaba casi flotando hacia รฉl. Dijo que el partido le estaba muy agradecido por sus servicios al pueblo y a su lรญder, desde los primeros tiempos de la revoluciรณn en Yanโ€™an. Entonces le dio un apretรณn de manos, y รฉl se inclinรณ, como si estuviera esposado. Desde esa postura observรณ la mirada de Mao hacia ella mientras Jiang Qing hacรญa el gesto de un perro al morder. Morder como un perro, clamaba ella a menudo. Mordรญa por Mao, quebrarรญa huesos por Mao. Esta mujer, que fue tan dulce y hermosa, estaba cegada por la ambiciรณn y la desconfianza. ร‰l lo sabรญa.

Roto el lazo se mantuvieron de pie y el gran lรญder hablรณ: โ€œLa perseverancia, camarada, nos ha traรญdo hasta aquรญ, pero hay que dar paso a los nuevos cuadrosโ€. Ella interrumpiรณ con un gesto para acortar la reuniรณn. โ€œNuestro lรญder te ha hecho llamar para despedirse en persona de ti, pues debes apartarte de tantas obligaciones. Desde ahora pasas a la reserva. Hemos dispuesto que te retires una temporada a una casa que tiene el partido en un paraje hermoso y pacรญficoโ€.

ร‰l asintiรณ. Le temblaban las piernas. Jiang Qing volviรณ a tomar sus manos y Mao se acercรณ y le dio una palmada en el hombro. Punto final. Sabรญa que ya no volverรญa a ver a Mao Tse Tung, quien se daba la vuelta, lo que significaba que todo habรญa terminado. Saliรณ por la gran puerta brillante. Lo vio reflejado en la madera lacada mientras Jiang Qing lo empujaba sin tocarlo como si espantara a una gallina en el patio. Sรณlo pudo decir: โ€œEstarรฉ siempre a tu disposiciรณn, Runzhiโ€. A Mao Tse Tung le agradรณ la despedida y perdiรณ la mueca de su sonrisa desde lejos, ya tragado por el esplendor amarillo del salรณn privado. Jiang Qing se retiraba detrรกs, dejando el rastro de su perfume francรฉs. (Era un secreto a voces que la esposa del gran lรญder usaba perfumes franceses para sus partes รญntimas, lo cual enloquecรญa al viejo Tse Tung con vicios de oso hormiguero).

Dos soldados lo esperaban en el vestรญbulo. ร‰l sintiรณ que ahรญ  quedaba su historia vinculada a la de Mao Tse Tung desde el aรฑo 1939, cuando รฉl y Mao leรญan el I Ching, y el joven Runzhรญ repetรญa la cita: โ€œEl gran hombre cambia como un tigreโ€. Era premonitorio como todo en el Libro de las Mutaciones, Mao Tse Tung pasรณ de gato a tigre en un par de aรฑos y luego le salieron mรกs rayas al felino y nuevos colmillos y las orejas crecieron como los testรญculos…

Apenas podรญa respirar y los militares lo ayudaron a descender con rapidez por unas escaleras que parecรญan de agua. ร‰l sรณlo miraba al pasado, a la misiรณn que lo separรณ de Mao cuando advirtiรณ que suprimir los gorriones y las moscas provocarรญa un apocalipsis. Hablarle al Gran Timonel de apocalipsis era un insulto imperdonable. Por eso, cuando las estadรญsticas anunciaron el exterminio de casi un millรณn y medio de gorriones y cuatrocientos noventa gramos de moscas รฉl le escribiรณ a Mao augurando la catรกstrofe. No recibiรณ respuesta, pero dos aรฑos despuรฉs, visto que los cultivos eran arrasados por las plagas que antes evitaban los gorriones, el castigo ordenado por el gran lรญder fue enviarlo a รฉl a Moscรบ para comprar millones de estos pรกjaros. Los rusos tuvieron que hacer otra guerra de los gorriones para enjaularlos y enviarlos a China en vagones de tren.

Llegaron al garaje, donde un sargento abriรณ la puerta trasera de un Volga blanco, invitรกndole a entrar. Mirรณ hacia atrรกs, una รบltima mirada al recinto del poder central, a la guarida del tigre. Una vez que saliera quedarรญa a la intemperie, desarmado y desalmado, sintiรฉndose culpable de todo, de lo que hizo y del castigo de la ingratitud, lo intuรญa porque el corazรณn golpeaba en su esternรณn como un tambor y porque al ser ayudado a entrar en el vehรญculo se sintiรณ niรฑo, un infante dรฉbil, arrojado a un hospicio de huรฉrfanos.

Acomodado en el asiento pensรณ en su esposa Lan Ping, su Manzana Azul, amiga de la infancia de Li Shรบmรฉng y de quien tomรณ su nombre artรญstico la que iba a ser la รบltima esposa de Mao, la cรกnida Jiang Qing, la purgadora mayor. Ahora le habรญa tocado el turno a รฉl. ยฟPor quรฉ? Estaba obligado a encontrar la causa de su condena. Era asรญ desde hacรญa mรกs de una dรฉcada, te condenaban para que en el ostracismo buscaras cuรกl era tu crimen y quisieras morirte.

El automรณvil rugรญa por la avenida, entre camiones rusos y autobuses antiguos y despintados por la sucesiรณn de pancartas pegadas unas sobre las otras. Recordรณ que habรญa un cargo en el partido para estos menesteres: la propaganda arcaica. Debรญan revisar cada dรญa todos los carteles con lemas y avisos y era imperdonable que alguno se quedara viejo. ร‰l continuaba conmovido, extraviado, alucinado, triste, desgajado… Rememoraba cuรกnto quiso hacer para vencer la hambruna que siguiรณ a la Guerra de los Gorriones y al Gran Salto hacia adelante. Propuso estimular la vuelta de los campesinos a las tierras de cultivo en vez de ponerlos a fundir acero en las aldeas y ciudades. Mao Tse Tung premiรณ su esfuerzo dรกndole otra cartera de ministro, la de cultura. Pero al poco tiempo comenzรณ la Revoluciรณn Cultural y la esposa de Mao exigiรณ que รฉl dejara el gobierno y se dedicara a la organizaciรณn del partido. Mientras tanto morรญan mรกs de cuarenta y seis millones de personas a causa de inaniciรณn y de contaminaciones.

Una seรฑal indicaba direcciรณn a Chรฉngdรฉ. ยฟIrรญan a internarlo en un viejo monasterio? ยฟAsรญ pagarรญa por su imborrable naturaleza burguesa y su educaciรณn budista? De lejos le pareciรณ ver el conjunto arquitectรณnico del Templo del Cielo. Era tan hermoso, tan intemporal y tranquilo que pasar bajo sus columnas convertรญa a cada humano en sabio, viendo lo que antes ni siquiera atendรญa. Solรญa visitarlo con Lan Ping, allรญ hablaban de lo prohibido, confiados en la imparcialidad del templo, en la cercanรญa del cielo. Tambiรฉn este hรกbito mensual de ambos quedarรญa registrado en los archivos de la contrainteligencia como una debilidad ideolรณgica suya.

ยฟQuรฉ le habrรญan dicho ahora a su Manzana Azul? La llamarรญan por telรฉfono desde las oficinas de Jiang Qing para informarle que su esposo habรญa sido enviado a una misiรณn en el campo, que la mantendrรญan al tanto; sรณlo esto. Ella comprenderรญa. Paciencia, perseverancia, todo tiene que llegar a la armonรญa. Ahรญ estaba el gran error de Mao Tse Tung, el incuestionable, sus decisiones fueron siempre inarmรณnicas. La naturaleza y la sociedad buscaron la armonรญa y otra vez Mao la quebrรณ con vehemencia. Comentaban รฉl y Manzana Azul estas crรญticas, paseando por el parque Beihai o por el Palacio de Verano. Quizรกs habรญa micrรณfonos en รกrboles o en depรณsitos de basura o los seguรญan siempre allรก donde fueren, desde cierta distancia, siniestros y cautos. Esto era comรบn. Se sabรญa que los servicios de contrainteligencia trabajaban las veinticuatro horas del dรญa detrรกs de los objetivos; y los miembros del Comitรฉ Central y del gobierno tambiรฉn lo eran. Para proteger a los hombres de estado, se justificรณ una vez el general Lin Biao, poco antes de que รฉl fuera el objetivo nรบmero uno y lo mataran, haciendo que el aviรณn en el que solรญa trasladarse se estrellara en Mongolia, bien lejos. Esta sospecha suya sobre el asesinato del inocente Lin Biao, manifestada a su esposa, en un restaurante unos meses atrรกs,, pudo ser la gota que colmรณ el vaso para que lo pusieran del lado de la traiciรณn y en este coche como un criminal detenido. Lan Ping decรญa que, aunque Mao lo nombrara como sucesor, Lin Biao era un gran escoyo para el sรฉquito del lรญder. Fue un augurio de ella, peor aรบn que una crรญtica a Mao; los augurios lo desequilibraban desde que el orรกculo del I Ching le puso delante un panorama indeseable: โ€œTiene metido el cuello en el collar de madera al punto de desaparecerle las orejasโ€.  Fue en 1946, estaban juntos y solos y el enojo del lรญder รบnico y supremo hizo que le retirara el libro de sus manos y lo ocultara debajo de un cojรญn de los tiempos de la Dinastรญa Ming.

El sargento no hablaba, tampoco lo miraba por el espejo retrovisor. Habrรญa querido conversar con รฉl, enterarse de cuรกl era el destino del viaje. Un viaje sin destino. Daba igual el sitio, el clima, las comodidades… Era un viaje a la nada. Se arrepintiรณ de sentir un deseo tan banal como el de una plรกtica en esas circunstancias y con un individuo obligado a redactar un informe al final de su misiรณn. A lo lejos vio serpentear la gran muralla; parecรญa moverse por los montes bajo el cielo rojizo y limpio.

Entonces el dragรณn dorado asomรณ sus fauces en un horizonte difuso. Nunca lo habรญa visto y ahora movรญa su cola como la gran muralla en la ladera. Quienes lo habรญan visto alguna vez no deseaban contarlo o les daba miedo  como si divisar al dragรณn fuera la pรฉrdida de la identidad. Eso decรญan: โ€œVer al dragรณn es dejar de ser unoโ€. Y tambiรฉn el Partido perseguรญa estas historias. Ahora estaba ahรญ. Mientras el automรณvil corrรญa el dragรณn se estiraba y bostezaba, lejano, en el mismo sentido, hacia Chรฉngdรฉ. El dragรณn es nobleza y honor y eso no se podรญa consentir en una revoluciรณn, porque en las revoluciones no hay nobleza ni hay honor.

El automรณvil se habรญa desviado de la autopista. Vio casas de militares a ambos lados de la carretera, todas iguales, con mรญnimos jardines y ventanas cerradas. Una torre de comunicaciรณn avisaba de la llegada a un cuartel del ejรฉrcito. Abrieron la reja con forma de escudo rojo y la hoz y el martillo. Temiรณ que fuera รฉste su destino, una base militar donde amanecรญa y anochecรญa cuando el comandante diera la orden. El coche se dirigiรณ a la estaciรณn de abasto de combustible. Se detuvo y el conductor saliรณ, saludรณ muy solemne a alguien y esperรณ junto a una puerta. De lejos a รฉl le pareciรณ que el dragรณn guiรฑaba un ojo entre unos cirros. Levantรณ la mano y el dragรณn le dijo adiรณs moviendo la cabeza con los ojos cerrados. โ€œVer al dragรณn es dejar de ser unoโ€, dijo en voz alta; pero estaba eufรณrico con esta visiรณn del tierno dragรณn y con la evidencia de que รฉl ya no era รฉl. El olor a gasolina lo asfixiaba; pero no abriรณ la ventanilla. Se acurrucรณ en el asiento.

Partieron. Era una carretera estrecha y bacheada, polvorienta, a un lado las montaรฑas por donde habรญa desaparecido el dragรณn dorado, al otro una inmensidad amarilla, despoblada, con aislados oasis bajo el crepรบsculo. Una carretera de un solo sentido, pensรณ y, en seguida, se hizo mรกs angosta y sinuosa siguiendo las curvas de un arroyo y de una hilera de arbustos y matojos. ยฟCรณmo salir de allรญ? Lejos de su Manzana Azul. Hacรญa dรฉcadas que no se separaban. Conseguรญa que ella viajara con รฉl durante las inspecciones del Estado por las provincias… Se alojaban en las casas de gobierno o del Partido. Se sabรญa que รฉl visitaba al gran lรญder en su casa. Fue hasta el aรฑo 1960. ร‰l iba solo, y Mao, Runzhรญ, lo recibรญa en su sala sin libros, con mesa redonda en la que relucรญa un tapete rojo con su cara grabada en hilos de oro. Hablaban sobre Confucio y sus interpretaciones del I Ching y, mรกs tarde, sobre la historia del imperio. Mao Tse Tung se consideraba el รบltimo emperador. La historia lo excitaba, se veรญa en ella, en lo mรกs alto como el Emperador Amarillo. Deseaba escribir un gran libro como aquel y otros de sus descendientes hicieron, un libro inolvidable, eterno, pero no le salรญan las palabras salvo para arengar y ordenar. El vicepresidente Lin Biao estaba recopilando algunos discursos y frases sueltas del lรญder para publicar esa obra, que en abril de 1964 llenรณ todas las librerรญas y bibliotecas de la Repรบblica Popular China, el Pequeรฑo Libro Rojo que aliviarรญa a Mao de esa responsabilidad histรณrica. Dejarรญa un libro para siempre. Leรญdo en todo el mundo.

Ya oscurecรญa cuando el coche alumbrรณ una verja y detrรกs vio el tejado antiguo, multi-inclinado, de una casa con columnas a la entrada. El conductor bajรณ, abriรณ el portรณn de madera, se perdiรณ en la penumbra y de sรบbito se hizo la luz. Ahรญ estaba, en el umbral de una amplia puerta de dos hojas, iluminado desde atrรกs. Se acercรณ al vehรญculo como si marchara en desfile solemne. Tomรณ una caja de cartรณn que habรญa estado en el asiento del copiloto y volviรณ a la casa. ร‰l no sabรญa si habรญan llegado o iba a ser una parada de descanso. Desde la puerta principal de la casa el militar le hizo seรฑas para que saliera del auto y pasara adentro. ร‰l obedeciรณ. Sรญ, era esto una casa, como le habรญa prometido Jiang Qing, una mansiรณn con decorados florales en la fachada y lรกmparas grandes con los nombres de la familia desaparecida, padre, madre, hijo mayor, hija mayor, los otros… Contemplรณ los zรณcalos pintorescos y de ladrillo, las mรฉnsulas extensas con delicadas curvas y tras la puerta el vestรญbulo o sala de visitantes, de donde pasรณ a un salรณn amplio, sublime, despojado de sus decorados, desalmado, triste… El conductor silbรณ desde el pabellรณn de la cocina para que no se distrajera apreciando el abandono. Cruzรณ por la galerรญa techada hasta la cocina y comedor. Sobre la enorme mesa de madera lacada el sargento habรญa ido apilando botes de conserva, tortas de harina, y miel, manteca, bolsas de harina y de arroz… ร‰l le hizo un gesto con la mano para que lo dejara todo asรญ y se volviera a la ciudad. El hombre asintiรณ, con un saludo marcial, lo mirรณ con severidad aunque con pena y partiรณ. Cerrรณ la puerta de la sala de visitantes, despuรฉs la de la calle.

ร‰l se hallรณ solo, rodeado de cielo y de silencio, en un lugar sin ubicaciรณn posible en el espacio.  En las paredes los rectรกngulos claros enseรฑaban la ausencia. Caminรณ por la casa. Una primera habitaciรณn con manzanos y cielos pintados en las maderas. Manzana Azul no estaba y, no obstante, las cosas la evocaban. Cielo y manzanos. Tambiรฉn una mesilla con esmerado tejido en el respaldo le indicaba a ella y su pasiรณn tejedora y, mรกs allรก, la cama. Dormirรญa sin Lan Ping en un lecho grande. La siguiente alcoba era mรกs modesta, sin mesa ni silla, pero con un armario alto y brillante aunque vacรญo. Todo estaba vacรญo como รฉl entonces. Saliรณ a la galerรญa, una solitaria lรกmpara roja manchaba una pared sin pintar. ยกHabรญan levantado un muro en medio del patio! La casa tradicional Siheyuan estaba partida en dos por un muro tosco y frรญo. Del otro lado deberรญa haber varias estancias de la antigua casa. Le pareciรณ asimรฉtrico todo y le asustรณ ese lรญmite impuesto. La casa amputada. Escuchรณ algรบn ruido de la otra parte, aunque no habรญa nada de luz. Se acercรณ a la intrusa pared y puso el oรญdo. Algo vibraba allรก, una mรกquina frigorรญfica tal vez.

Sintiรณ sed, sintiรณ hambre. Podรญa elegir y escogiรณ un bote de rรกbanos y una lata de carne de pato. La vajilla asomaba en una repisa. Las tazas y copas en abundancia contaban glorias pasadas. Tomรณ una copa de coรฑac. El chorro de agua habรญa salido intermitente y turbio pero enseguida su transparencia le dio seguridad y bebiรณ una y despuรฉs otra copa mientras el agua marcaba el tiempo sobre la loza con dibujos de peces y corales. Comiรณ. Lo hizo muy rรกpido. Lan Ping le habrรญa retirado el plato, con un gesto de calma. No se debรญa meditar cuando comes y รฉl estaba pensando en Mao Tse Tung. Lo tenรญa en su cuerpo, en sus arterias. Era el agua, la comida. ยฟCรณmo habรญa ocurrido? ยฟCรณmo una persona puede llegar a tener el don de la ubicuidad? Los culpables eran individuos como รฉl que asintieron, aplaudieron, rieron los chistes sin gracia, temieron no se sabe quรฉ, pues la muerte estรก en otra parte. 

Despuรฉs de la cena se descalzรณ, caminรณ un poco por las estancias y comprobรณ que no habรญa telรฉfono ni aparato de radio ni un revistero o estanterรญa con libros. Saliรณ al patio tapiado. De aquel lado el ruido de la mรกquina parecรญa mucho mรกs fuerte, era mรกs fuerte. Quizรกs fuese un generador elรฉctrico; debรญa acostumbrarse, asimilar el estruendo monรณtono hasta llegar a olvidarlo, pero no esa noche. Contemplรณ su sombra, se vio allรญ, cautivo, estremecido, invalidado, frรกgil y pusilรกnime bajo la lรกmpara amarillenta y un cielo sin estrellas.

Fue apagando las luces y se encerrรณ en el cuarto de baรฑo, un poco modernizado con espejo y toallero. Se lavรณ la cara, hizo gรกrgaras, y un escalofrรญo lo sorprendiรณ seguido de un dolor en la espalda. Necesitaba tumbarse. Ya habรญa elegido la alcoba y se tumbรณ sin desvestirse. Durmiรณ a ratos, el ruido de al lado se convertรญa en un helicรณptero y en una rรกfaga de fusil y en un tractor y en una bandada de รกnsares… Luego en miles de gorriones que caรญan para morir bajo las botas de los militares, despuรฉs de una percusiรณn aguda con metales.

Despertรณ con otros ruidos. Saltรณ de la cama, asustado, reconociendo que hacรญan obras en la carretera, justo en frente de la casa. Caminรณ casi sonรกmbulo por la galerรญa hasta el salรณn y el vestรญbulo y al abrir la puerta vio un hombre delante. โ€œPerdone usted, camarada, nos han enviado por una emergencia con el suministro de agua. Debemos romper el suelo y no tendrรก usted agua corriente en casaโ€. No dijo nada. Asintiรณ confuso. El otro lo saludรณ, y volviรณ a la carretera con las mรกquinas.

Corriรณ a llenar una olla en la cocina y apenas pudo llegar a la mitad del recipiente. Empezaron los nuevos ruidos, un taladro neumรกtico que rajaba las piedras, el motor de un generador elรฉctrico, las รณrdenes, los gritos. Se lavรณ allรญ, en la cocina, secรกndose con un trapo oloroso a moho. Puso a calentar el resto del agua para el tรฉ. 

Necesitaba escribir y no habรญa ni papel ni lรกpices ni tinta ni pinceles. Recordรณ pasajes del Tratado de la Flor de Oro y comprendiรณ que para soportar el encierro, el ruido y la falta de todo lo imprescindible para รฉl debรญa aplicar el Wu Wei, Tzu Jan, (No hacer, no conocer). El no hacer estaba inducido por las circunstancias y habรญa poco que salvar. Estaba nervioso por no tener un plan para el dรญa, ni un deseo definido. Saliรณ al patio mutilado por la sospechosa pared y hallรณ el bello cerezo, casi sin hojas, mustio, abandonado y comido por las hierbas. Al tirar de una rama seca comprobรณ que aรบn tenรญa savia y sus venas abiertas y verdes. Deberรญa cuidar de este รกrbol, hacer como el ex-emperador Pu Ji despuรฉs de cumplir sus condenas de prisiรณn, cuidar flores, liberarse en las plantas como si se proyectara en ellas y no al revรฉs. Pensรณ en la utilidad de la rama. Harรญa un pincel. Luego deberรญa crear la tinta. Llevรณ la rama a la cocina, sirviรณ el agua hirviente en un tazรณn y echรณ el tรฉ rojo. โ€œLo mรกs importante del tรฉ es el aromaโ€, parafraseรณ sonriente, satisfecho con su cara en el humo. Y entonces escuchรณ otra vez el rugido de las mรกquinas como si no hubieran estado martillando su vida toda la maรฑana. โ€œMartillarโ€, le decรญa Mao en 1950, โ€œno debe cesar el golpe del martilloโ€.

Ahora se trataba de un martilleo fรญsico. ร‰l habรญa pasado del bando del martillo al del yunque. A soportarlo, se dijo mientras bebรญa el tรฉ con sonora aspiraciรณn. โ€œยกMao, traidor!โ€. Susurrรณ imaginando un grito. Tomรณ la rama del cerezo, la introdujo en el tazรณn y escribiรณ en la superficie de la mesa: โ€œMaoโ€. Volviรณ a mojar la punta de la rama en el tรฉ y continuรณ el axioma que se le repetรญa en la consciencia: โ€œtraidorโ€. Se asustรณ al leerlo: โ€œMao, traidorโ€. Si alguien descubriera la escritura serรญa una prueba indubitada de su traiciรณn. Encima de โ€œMaoโ€ escribiรณ โ€œYoโ€. Y quedรณ mรกs tranquilo, aunque el martillo neumรกtico hacรญa vibrar las paredes y los muebles como un temblor sรญsmico. Era una tortura. Le estaba doliendo la cabeza, sintiรณ vรฉrtigos al acudir al cuarto de baรฑo. En el techo jugaban las figuras grabadas, le ofrecรญan una libertad imposible. Se sentรณ intentando no pensar mientras sus intestinos equilibraban su estado. Pero seguรญan pasando imรกgenes de su historia. Lan Ping joven en Shanghai, la casualidad de tropezarse con ella, de quedarse en sus ojos hรบmedos durante un rato, escucharla hablar y รฉl, valiente, invitarla al templo del tรฉ, caminar con ella, comprar flores y lanzar pรฉtalos al agua… Un amor recรญproco, instantรกneo, perenne…

Cuando volviรณ a la cocina se estremeciรณ. La palabra Mao habรญa vencido al โ€œYo, traidorโ€. No podรญa creerlo. Lo que se dice va a alguna parte, nada se pierde. Y ahรญ estaba, incluso mรกs ancho el trazo. Mirรณ al techo, a las paredes, a las mรฉnsulas que daban al patio, revisรณ en el cerezo y, palmo a palmo, la pared intrusa que limitaba el patio central. No parecรญa haber cรกmaras ocultas, orejas escondidas. Serรญa demasiado triste que ademรกs de aislarlo estuvieran observando y escuchando todos sus actos dentro de aquella jaula inundada de ruidos ajenos.

Las mรกquinas se detuvieron. Los obreros conversaban en frente de la casa. Gritaban en vez de hablar y eso le pareciรณ raro, como si ensayaran una pieza dramรกtica. No eran charlas espontรกneas. Tal vez pretendรญan atemorizarlo. Llamaron a la puerta con estridencia. Sin pensarlo puso encima de la escritura de la mesa el trapo con el que antes se habรญa secado. Acudiรณ a la puerta sin querer salir y comprobar el desastre. Era el obrero para decirle que dejarรญan allรญ la maquinaria para regresar y reanudar las tareas por la tarde. El joven parecรญa sincero, al margen de un mandato polรญtico revanchista. Le sonriรณ y el obrero fue parco en el saludo de despedida.  Cerrรณ la puerta. Fue corriendo hasta el comedor y al levantar el trapo en la mesa vio que allรญ seguรญa el grito: โ€œMao, traidorโ€. Frotรณ con fuerza la tela de algodรณn pero los trazos persistรญan. Manzana Azul lo habrรญa llamado estรบpido por un acto tan infantil. Pero ella le dirรญa traidor a Mao en su cara. En una ocasiรณn le gritรณ: โ€œNo me toquesโ€, pero el lรญder aรบn no era el monarca absoluto y sonriรณ diciendo: โ€œEso dijo Jesucristo a Marรญa Magdalena al volver de la muerte: No me toquesโ€. Impresionรณ a todos con sus conocimientos bรญblicos. Mao se enamoraba de las personas, hembras o machos. Se le humedecรญan los ojos con Lan Ping, la acariciaba, pero tambiรฉn a รฉl le pasaba la mano pesada por la cara y por las orejas con รกnimo lascivo. Le encantaban las orejas. Solรญa acercarse y susurrar algo mientras observaba, como un pintor, los detalles de la oreja. Y orejas mandรณ poner por todos los sitios posibles cuando se hizo con el poder del antiguo imperio, el 1ยบ de octubre de 1949. Hay fechas para no olvidar. De repente los ciudadanos se atemorizaron. Unas palabras fuera de tono en un mercado y el individuo desaparecerรญa. Hablar era peligroso y no se podรญa saber dรณnde estaban las orejas, quiรฉnes las llevaban, desde cuรกndo.

Habรญa estado todo en silencio por un rato y de sรบbito el impacto de reactores volando a baja altura estremeciรณ la casa. โ€œยฟAviones por esta zona?โ€ Era algo ensordecedor. Saliรณ al patio y las dos aeronaves hacรญan un giro como si fueran a regresar. Las estelas vaporosas se curvaban, la elipse avisaba del retorno veloz y estruendoso.

Salรญa agua por el grifo del patio y con las manos fue regando el mustio cerezo. Los aviones irrumpieron por encima de รฉl. Fue la primera vez que sospechรณ que su retiro forzado no iba a ser tranquilo ni pacรญfico y que su esposa, Lan Ping, no podrรญa reunirse con รฉl en esta cรกrcel extraรฑa. Lan Ping, gritรณ desesperado, consciente ahora de que habรญa sido condenado al ostracismo y no sabรญa hasta cuรกndo.

Al regresar al comedor notรณ que el โ€œMao, traidorโ€ era mรกs nรญtido, incluso la escritura parecรญa mรกs bella, con elegantes rayas y ondas como ramas nuevas. ยกIncreรญble!, se dijo. Abriรณ un sobre que le pareciรณ arroz, pero era maicena, que se derramรณ en la mesa. Empujรณ el polvo hacia la escritura y la dejรณ cubierta, sepultada bajo el trapo mohoso. Hallรณ el arroz en una bolsa blanca, pero se arrepintiรณ de cocinar y continuรณ con el frasco de rรกbanos y un trozo de salmรณn salado, mรกs el resto del tรฉ, ya frรญo y sin su aroma.

Despertรณ, sentado a la mesa con el tazรณn y el plato vacรญos. Un ensayo de muerte. Ni siquiera hubo sueรฑos. Fue un abandono silencioso, oscuro, imperturbable. Afuera los obreros habรญan recomenzado a martillar las piedras, el suelo temblaba, los platos en la estanterรญa creaban las notas para un adagio. Sintiรณ deseos de llorar. Hacรญa mucho tiempo que no lloraba, desde la muerte de su padre, una dรฉcada ya. Su padre sรญ fundรณ algo importante: una casa con pozo para su familia, una fรกbrica de ladrillos, una familia con hijo, un recuerdo largo y grueso entre la gente que lo conocรญa. ร‰l no, รฉl habรญa dependido del Estado, ni su casa era su casa. Llorรณ. Se habรญa incorporado frente a la mesa y contemplรณ sus lรกgrimas como gotas de lluvia dibujando estrellas en la brillante mesa. Lloraba contemplando el posible final de su existencia sin que hubiera servido para nada vivir. No quedarรญa nada, ni hijos ni libros ni poemas ni una casa. Dejarรญa en la nostalgia a su Manzana Azul, desperdiciada con รฉl, gastada en รฉl, angustiada por รฉl. Lo que habรญa ya era este hombre que lloraba.

El ruido era insoportable, aterrador. Otra vez no habรญa agua en el fregadero. Debiรณ haberlo previsto guardando algรบn poco. Volviรณ a la mesa y vio que sus lรกgrimas se habรญan mezclado con la maicena y  los trazos habรญan crecido como en un relieve antiguo. La sincronรญa, se dijo. Las palabras engordaban, crecรญan despuรฉs de tanto tiempo guardadas.

Escuchรณ los eructos de las tuberรญas. Se dio cuenta que ya no estaba el ruido del generador elรฉctrico ni del martillo neumรกtico, sรณlo voces, gritos, รณrdenes de hacer y de recoger. Golpes de pala. Ahora eso. Se sentรญa incรณmodo y acudiรณ al consejo del Tratado de la Flor de Oro: โ€œNo debes ser rรญgido, sino flexible como el sauce, cuyas ramas se inclinan dejando caer la nieve o el agua y vuelven a erguirseโ€.

ยฟNo era esto lo que habรญa hecho hasta hoy? Quizรกs no. Obedecer y morderte la lengua no es inclinarte al paso de lo inevitable, se dijo. Cada paso de la revoluciรณn era evitable, cada decisiรณn del gran lรญder era censurable. Aprovechรณ el repentino caudal del agua para darse un baรฑo. Necesitaba el baรฑo. Enseguida hallรณ su flexibilidad y notรณ que se quitaba de encima prejuicios y perjuicios. Manzana Azul harรญa lo mismo a esa hora, alimentando su esperanza y su paciencia en la espuma del baรฑo, visible, inasible. Pensรณ en la desnudez de ella, en su piel de porcelana con un punto negro en medio de todo. Ella parecรญa un vestido. Podrรญa salir a la calle asรญ, vestida de sรญ, esencia de la belleza o de la pureza. No necesitarรญa sonreรญr ni responder a preguntas. Su ser a la vista, sin encubrimiento. Ella era tan sincera y honesta que la salvarรญa de esta purga polรญtica. La esposa de Mao no tendrรญa una base para acusarla de desviada ideolรณgica ni de conspiradora a la sombra. Lan Ping era pura y su รบnica mancha podรญa ser el nombre, el que robรณ aquella joven actriz de Hong Kong, Manzana Azul, antes de seducir al gran lรญder, al fundador de la Repรบblica. 

Saliรณ desnudo al patio mutilado. El ruido de los obreros y sus mรกquinas y palas habรญa cesado como si se hubiera detenido una fรกbrica; pero el rugido, detrรกs del muro grosero recobraba su agudeza. Junto al cerezo pensรณ que debรญa marcharse, huir. Estaba cautivo, pero sin rejas. ยฟPor quรฉ no se iba? No era posible escapar, no habรญa adรณnde ir, y su Manzana Azul serรญa un triste rehรฉn de la otra Manzana Azul, la amarga y รกcida. Tso wang, se dijo, como Chuang Tse: Sentarse y olvidar. Y se sentรณ en una piedra junto al cerezo.

Escuchรณ llegar un gran camiรณn que tambiรฉn se detuvo en frente de la casa. ร‰l continuaba sentado y desnudo como un niรฑo. No habรญa meditado sobre su postura, y era una seรฑal. Todas las cosas, todos los eventos son seรฑales. ร‰l retornaba. El รบnico movimiento justo es el retorno, rememorรณ, la รบnica virtud es la debilidad. Y se vio en la niรฑez, sentado en una piedra. El abuelo platicaba con el hijo sobre la muerte y afirmaba que mientras se vive uno tiene varias muertes como la soledad, y se renace una vez vencida. Esto era la soledad que habrรญa que vencer, pensรณ, aunque agredida por estruendos ajenos, incรณmodos, enloquecedores. Ahora lanzaban depรณsitos metรกlicos, vacรญos a la carretera, supuso como intรฉrprete del ruido. Era el estruendo de bidones, intuyรณ. Los empujaban alejรกndolos de la casa, hacia el horizonte, hacia el crepรบsculo. 

Otra vez los aviones. Justo por encima de la casa. Tambiรฉn continuaban rodando los bidones por el campo. Esperรณ el regreso de los reactores. No, esta vez siguieron de largo. Alcanzรณ a verlos en el horizonte rojizo. Al incorporarse sintiรณ dolor en la espalda. ยฟQuรฉ pasarรญa si enfermase? ยฟA quiรฉn acudir? Caminรณ despacio, dolorido. Entrรณ en la habitaciรณn y se echรณ en la cama. Entonces llamaron a la puerta. Aturdido saliรณ a la galerรญa y anduvo hasta el vestรญbulo. Abriรณ la puerta. El cartero se sorprendiรณ al verlo. El viejo estaba desnudo. El cartero entregรณ el paquete y se volviรณ sin despedirse, cerrando la puerta. ร‰l se quedรณ con el bulto en las manos. Fue hasta el gran salรณn, puso el paquete en la mesilla y reaccionรณ. Era un envรญo de su Manzana Azul. Soltรณ el llanto. Se secaba las lรกgrimas con las manos sin atreverse a descubrir lo que enviaba ella. Se sentรณ y empezรณ a romper el envoltorio de papel. Una carta:

โ€œVinieron a avisarme que te habรญan apartado del Partido y del Gobierno, que ya me darรญan noticias tuyas. Ten paciencia. Acabo de estar con Deng Xiao Ping, quien ya estรก de vuelta gracias a su arrepentimiento โ€œpor sus actos contrarrevolucionariosโ€, le dijo a Mao. El gran lรญder lo perdona, no asรญ Jiang Qing. El hakka te aconseja resistencia, pronto atacarรกn a otro que ocuparรก su atenciรณn y te alejarรกn de sus rabias. Aquรญ te envรญo un cortaรบรฑas, tijeras, jabones, folios y pluma, pinceles, tinta y algunas cosas รบtiles. Paciencia, paciencia. Te quiero. Sabes cรณmo superarlo. Lan Ping, 24 de septiembre de 1973โ€.

Bella, amorosa, fiel, su madre y su hija a la vez. Lan Ping era mรกs fuerte que รฉl, mรกs inteligente. Se habรญa atrevido a acudir al purgado Deng Xiao Ping para buscar ayuda. La purga de Deng habรญa sido muy dolorosa. Un aรฑo encerrado en casa y vigilado por la Guardia Roja despuรฉs del ataque a su hijo en la universidad. Tres jรณvenes guardias rojos lo arrojaron por una ventana despuรฉs de golpearlo e insultarlo por contrarrevolucionario. El hijo castigado por lo que decรญa el Poliburรณ acerca del padre. Fue un golpe muy duro, el joven quedรณ paraplรฉjico. Sรณlo el sabio hakka, de mirada de cuervo, podrรญa haber superado este dolor y luego asumir que lo enviaran a un lugar lejano con su esposa para trabajar en un taller de tractores durante dos aรฑos. Deng en un taller de tractores, era una metรกfora del delirio polรญtico. Pero Deng soportรณ la traiciรณn. Mao y Jiang Qing se habรญan encontrado con un tigre. Manzana Azul insinuaba en su nota que รฉl debรญa seguir el ejemplo de Deng y retornar con vigor. ร‰l recordรณ una sentencia del I Ching: โ€œAl gran hombre el Estancamiento le sirve para el logroโ€.  Eso habรญa hecho Deng Xiao Ping, estar como el agua estancada.

Sacรณ los pinceles, la tinta, los folios, la pluma. Un gran regalo. Escribirรญa sobre sus recuerdos, la historia que ha vivido, las ilusiones perdidas… Lo primero que anotรณ fue una cita: โ€œDragones luchan en la pradera. Su sangre es negra y amarillaโ€. I Ching. Y continuรณ: โ€œLa tristeza es un bosque sin รกrboles, y es bosque porque es el pasado del bosqueโ€. Ahรญ se detuvo. Se trataba de la ausencia, lo primero, la tristeza era una creaciรณn suya y podรญa eliminarla, no asรญ la ausencia, la falta de Lan Ping, la falta de รฉl, del que habรญa sido hasta hoy. Escuchar la voz de Manzana Azul a travรฉs de su escritura lo habรญa desarmado aunque ella deseaba lo contrario. Si no existiera Lan Ping la fortaleza o la debilidad no trascenderรญan de รฉl, a nadie le importarรญa, en ningรบn espรญritu quedarรญa. La soledad era estar sin ella.

Otra vez un aldabonazo. No deseaba abrir. Que hablaran. Hablaron. La coronel Jiang Feng se presentaba para informar que estarรญan un par de dรญas trabajando en la zona, para tener listo el polรญgono de tiro. ยฟAdรณnde lo habรญan traรญdo? En frente de un polรญgono de tiro. Era algo cruel. Contestรณ que ya lo sabรญa y escuchรณ los pasos de la oficial hacia la carretera. Se multiplicaron los ruidos. Decidiรณ recoger las cosas enviadas por Lan Ping y fue al dormitorio. Lo puso todo en la cama y se tumbรณ al lado, imaginando que ahรญ reposaba su Manzana Azul. Durmiรณ.

Ya era de dรญa cuando despertรณ. Soรฑรณ con las dos Manzanas Azules, la buena y la mala, el ruiseรฑor que canta y la perra que muerde. En el sueรฑo su Lan Ping le quitaba el nombre a la esposa de Mao, borraba el nombre en los carteles de cine y de teatroโ€ฆ ยฟPor quรฉ no habรญan traรญdo a Lan Ping? Estarรญa vigilada, serรญa un rehรฉn. Ella estaba condenada tambiรฉn, claro. Separada de su esposo, sin el sueldo de su esposo, dolida ante la injusticia, rabiosa, impotente, desolada. Pero habรญa llegado Deng Xiao Ping a Pekรญn, era un consuelo, el hakka la ayudarรญa, confiaba en la solidaridad de los perseguidos y purgados.

Una banda musical animaba a los obreros. Debรญa de ser esto. Golpes de platillos, tambores, trombones y trompetas. Una banda militar. Corriรณ a asomarse. Al abrir la puerta el resplandor lo cegรณ y las imรกgenes flotaban, alargadas, deformes por entre fulgores metรกlicos. No era armรณnico el movimiento ni la mรบsica. Quizรกs ensayaban para el dรญa de la celebraciรณn del aniversario de la Repรบblica. Se acumulaban los trabajos para inaugurar un polรญgono de tiro el dรญa mรกs importante del paรญs. Se retirรณ a la cocina, puso a hervir agua y mientras tanto se lavรณ la cara y los pies con uno de los jabones de jazmรญn que le habรญa enviado Manzana Azul. El aroma lo trasladaba a su casa, al cuarto de baรฑo del piso de Pekรญn…

En frente del tazรณn humeante los trazos de โ€œMao, traidorโ€ habรญan crecido a la altura del bollo de arroz que comรญa. Eran trazos amarillos y negros con puntos morados. Pensรณ que la รบnica manera de destruirlo serรญa raspando la mesa aunque levantara el lacado. Despuรฉs de desayunar agarrรณ un cuchillo para destruir su escritura. El cuchillo no entraba, las letras se habรญan sembrado en la madera. La soluciรณn serรญa hacer un fuego, quemar al โ€œMao, traidorโ€.

Saliรณ al patio a regar el cerezo y descubriรณ un retoรฑo. Le alegrรณ el hallazgo. โ€œLa fuerza de lo pequeรฑoโ€, pensรณ. Entonces escuchรณ un disparo de fusil. Una bandada de gorriones saliรณ enloquecida de detrรกs de la casa. Los gorriones no olvidaban la masacre de 1959 cuando los hacรญan caer de los รกrboles con golpes de sartenes y ollas y gritos o eran cazados con ametralladoras. Un segundo disparo y la bandada apurรณ el vuelo hacia el sol. La orquesta continuaba su poco melรณdica marcha. Entonces se dio cuenta por quรฉ sucedรญa todo. Lo querรญan matar como a un gorriรณn.

Corriรณ a la cocina, agarrรณ la caja de cerillas y apilรณ trapos y trozos de embalaje encima de la mesa. Encendiรณ una cerilla. Consiguiรณ hacer una llama. Saliรณ desnudo al patio. Desde el รกrbol contemplรณ el reflejo rojizo del fuego, el humo que engordaba. Los aviones volvieron a pasar casi rasantes. ร‰l se acercรณ a la puerta y ya no pudo ver el interior de la casa. El humo cegaba, el humo escalaba sobre el tejado. Los golpes en la puerta se perdรญan en el ruido de la madera ardiendo y en el de los reactores que regresaban. Se habรญa quedado muy cerca del humo. No veรญa nada, pero la mesa acababa de desplomarse, toda amarilla mientras dos soldados tiraban de sus brazos hacia la otra parte de la casa amputada.  

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Roberto Lastre (Camagรผey, Cuba, 1958) es escritor. Es autor de las novelas 'El tiempo de la vida' y 'Muerto vivace' y del poemario 'Vapor del vacรญo'.


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