El teclado suele subrayarnos palabras en rojo. Lo mismo sucede con las aplicaciones de mรณvil como WhatsApp, que ademรกs en seguida nos corrigen dando lugar a malentendidos. Los programas informรกticos no las reconocen la mayorรญa de las veces porque o son muy antiguas para esta tecnologรญa o, principalmente, son creaciones tan nuevas que aรบn no las han incorporado a su diccionario (de hecho, mientras escribo, Word acaba de subrayar WhatsApp como si no existiera sobre la Tierra). Tampoco entiende esas elaboraciones que hacemos todos nosotros con la gramรกtica interna que tenemos en nuestro cerebro y sobre la que ya reflexionaron lingรผistas como Noam Chomsky. Y ahรญ entran todas las conjugaciones โnuevasโ (googlear, otra tambiรฉn en rojo), la incorporaciรณn de sufijos, prefijos, etc. Por muy lista que sea esta mรกquina con la que escribimos, nosotros, con el lenguaje, siempre seremos mรกs rรกpidos.
De esto trata el libro mรกs reciente del escritor Fernando Iwasaki, Las palabras primas (Pรกginas de Espuma), ganador del premio de Ensayo de Mรกlaga. El autor, nacido en Perรบ, de padre japonรฉs, y afincado en Andalucรญa desde hace aรฑos, sabe que posee una mezcolanza en su espaรฑol muy notable y ha construido un alegato a favor de las aquellas palabras que nos nutren a todos los hispanohablantes y que, por desgracia, se van perdiendo por su uso, o, afortunadamente, son nuevas incorporaciones a nuestro vocabulario.
โยฟNo es curioso que a los procesadores de textos digitales se les atraganten tanto las nuevas palabras como las antiguas? Esas son todas las palabras que me interesan: las palabras primas [โฆ] que son las que se prestan a los juegos y las que siempre nos permiten hacer cosas con la lenguaโ, escribe Iwasaki ya en el prรณlogo de un ensayo que es, ante todo, humorรญstico a la manera de Chesterton y Montaigne, en el que la principal premisa es jugar.
Iwasaki no cree, pese a este influjo tecnolรณgico que nos tacha, nos coarta y nos obliga a escribir con un lenguaje estandarizado, que hoy hablemos peor que hace dos o cinco siglos. โCada รฉpoca tiene su manera de hablar. En los aรฑos sesenta la ciudad miraba por encima del hombro al campo porque se pensaba que hablaban peor; pero en el campo existรญa un acervo que hoy sรญ que se ha perdido. Sin embargo, los procesadores de texto no pueden almacenar la capacidad de juego con el lenguaje que tenemos nosotros. Cada รฉpoca va cambiando, pero no es ni mejor ni peorโ, afirma.
El hecho, ademรกs, de que el lenguaje siempre estรฉ en una discusiรณn es, para รฉl, una muestra de la importancia que le damos. Asรญ, destaca cรณmo recientemente han surgido polรฉmicas por el habla andaluza en series de televisiรณn: por ejemplo, La peste, emitida por el canal de pago Movistar, fue criticada porque, segรบn algunos espectadores, no se entendรญa, aunque para Iwasaki โfue un problema tรฉcnico, ยกsi ni siquiera los andaluces entendรญan lo que decรญan!โ. O el asunto del gรฉnero en las palabras, que para el escritor se adscribe a cierta tendencia en la cual โhay palabras que nos molestan e intentamos cambiar su significado. Pero yo pienso que si una palabra tiene una carga negativa, se va perdiendo. Sucediรณ, por ejemplo, con โmaricรณnโ, que estรก bien que se pierda por su carga vejatoriaโ. Al escritor le exaspera mรกs que se pierdan tรฉrminos que tuvieron su riqueza, pero que hoy apenas entenderรญamos ยฟO alguien, de una primera lectura entenderรญa hoy โaricar las pรกginas de prensaโ? La RAE sale al quite: arar. Lo que en sentido metafรณrico serรญa leer con atenciรณn la prensa. O algo asรญ, entiendo.
A lo largo de todo en el ensayo, Iwasaki enfatiza la riqueza del espaรฑol, sobre todo en las palabras de ida y vuelta entre Espaรฑa y Amรฉrica Latina. Es deudor de los discursos que ya profiriรณ Unamuno en una reuniรณn de acadรฉmicos con motivo del IV centenario del descubrimiento de Amรฉrica en 1892, donde reprochaba a la RAE que no se atreviera a incluir palabras americanas y viceversa. โEsto nos enriquece. Mi propio espaรฑol no es el mismo que el que hay en Perรบโ, admite. Asรญ, por estas pรกginas se deslizan palabras como โahoritititaโ, que es ese diminutivo de โahoraโ, pero que no significan lo mismo en Espaรฑa que en Amรฉrica. Si en Espaรฑa seรฑala que la cosa se hace โyaโ, en Amรฉrica significa que la cosa todavรญa puede ir para largo. U โojanaโ, que se delimita a Andalucรญa y que es algo asรญ como โdorar la pรญldoraโ (por cierto, tambiรฉn tachada en rojo en este Word). O muchos otros tรฉrminos que proceden del flamenco o de las tradiciones andaluzas a las que les ha costado ser incluidas en el diccionario, como โseguiriyaโ (un palo del flamenco) o โsaetero/aโ (persona que canta saetas).
โEn realidad, me preocupan mucho mรกs las palabras que la RAE elimina de la norma que las que incorpora. Me da igual que nuestro acervo sea mรกs rico con โamigovioโ, โtoballaโ [โambas tachadas en rojoโ], pues somos mucho mรกs pobres tras la eliminaciรณn de voces como โniervoโ o โโlindaรฑoโ [en rojo]. La indigencia de nuestra expresiรณn oral empobrece al DRAE, ya que consagra en la norma vulgarismos como โirosโ (โฆ) La RAE ya no siempre da esplendor, ยกpero no vean como limpia!โ, escribe Iwasaki acerca de la incorporaciรณn y desapariciรณn de palabras. Aquel lรญo de โirosโ todavรญa colea…
La conclusiรณn del escritor, en cualquier caso, es que el lenguaje no nos separa. Todo lo contrario. O no deberรญa. Ni a Espaรฑa de Amรฉrica Latina, ni viceversa. โLo que no puede haber es una especie de esperanto hispรกnico porque serรญa matar todas las personalidades del espaรฑol. Y menos mal que los escritores del boom no tuvieron un corrector de estilo, porque si no las novelas hubieran sido muy diferentes. Cualquier escritor puede enfrentarse a todos los โismosโ, sostiene. Tampoco deberรญa abrir zanjas en la propia Espaรฑa. โยกPero si hay buena parte del vocabulario espaรฑol que es catalรกn, como falda, cordelโฆ! Una cosa es el catalanohablante y otra el polรญticoโ, dice Iwasaki.
es periodista freelance en El Paรญs, El Confidencial y Jotdown.