Imagen: Hugo González

Cultura condensada

Una mirada semanal a las noticias y debates que involucran a la cultura en sus distintas expresiones.
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¿Pueden los robots crear arte?

Desde hace tres años se organiza RobotArt, la competencia de arte hecho por robots. Mediante diferentes tecnologías, como inteligencia artificial, brazos mecánicos y software, los robots pintan lienzos. Las habilidades de los robots para reproducir técnicas y estilos han despertado cuestionamientos acerca de la creatividad y la inteligencia artificial.

Pindar Van Armaan es el artista detrás de CloudPainter, un software que imita los estilos de los grandes maestros, como Da Vinci y Picasso, para hacer nuevas pinturas. Su interpretación de “Casas en L’Estaque” de Paul Cezanne ganó el primer lugar, entre más de 100 obras creadas por robots manipulados por 19 equipos de diferentes nacionalidades y edades. Su inquietud es crear algoritmos creativos. “Si bien es posible que mis robots nunca sean capaces de tomar decisiones creativas verdaderamente originales, lo que son capaces de hacer revela el punto donde el arte generativo termina y la verdadera creatividad empieza”.

Sin embargo, algunos críticos han visto en estas pinturas realizadas por robots un producto de la programación antes que de la creatividad. Según el investigador en robótica de UC Berkeley, Ken Goldberg, los robots pueden actuar de forma inesperada porque se les ha programado para que actúen así, lo cual no significa que sean creativos. La divulgadora científica Laura Spinney comparte la misma opinión. Después de asistir a una exposición de arte hecho con robots y algoritmos en el Grand Palais de París escribió:Aunque la inteligencia artificial ha avanzado a pasos agigantados desde la década de 1950, la imaginación artificial todavía está en la línea de salida. Como sugieren los curadores Laurence Bertrand Dorléac and Jérôme Neutres en el video explicativo, estos son los robots de los artistas y no robots artistas”.

Jerry Saltz, reconocido crítico de arte, analizó una serie de pinturas hechas por robots para concluir que incluso los mejores esfuerzos de la inteligencia artificial “no se acercan al arte”. De acuerdo con Andrew Cornu, fundador de RobotArt, no hay por qué creer que los robots suplirán a los artistas, ya que “el arte hecho por humanos siempre será altamente respetado, no solo por su creatividad, sino porque comparte la experiencia humana”. La inteligencia artificial y los robots les permitirán hacer obras “más ambiciosas intelectual y físicamente” y, como ocurrió con la invención del daguerrotipo, desarrollar nuevas técnicas.

 

Nuevas formas de lectura

Según una serie de Wired, este es el mejor momento y el más confuso para ser lectores: “Hay menos tiempo y más opciones, menos concentración y más distracciones”. Los avances en la tecnología han modificado los hábitos de lectura y han hecho que los lectores se adapten a nuevos formatos: libros electrónicos, blogs y audiolibros, los cuales se encuentran en auge.

Los primeros audiolibros nacieron en Estados Unidos en 1932 para que los ciegos escucharan la Constitución de ese país y algunos otros textos. Años más tarde, se popularizaron y los vinilos fueron reemplazados por los cassettes y estos por los CDs. En la actualidad han vivido un resurgimiento gracias a plataformas como Audible y Storytel. De acuerdo con el último informe de la Audio Publishers Association, en 2017 las ventas de audiolibros tuvieron un incremento del 22.7% con respecto al año anterior y se estima que esta tendencia continúe en los próximos años. En el Reino Unido, el panorama es similar: según la encuesta Libros y Consumidores, en los últimos cinco años se duplicaron las ventas de audiolibros, mientras que las ventas de libros en papel y electrónico descendieron. ¿Por qué los audiolibros están viviendo su mejor momento?

Limitar la definición de un audiolibro a la grabación de la lectura de una novela sería descartar sus exclusivas posibilidades narrativas, por ejemplo, la emoción de las voces, la musicalización de los pasajes y la variedad de tonos y acentos, que resultan en una experiencia de lectura diferente. Un estudio del 2003 de la University of Waterloo demostró que la mente divaga más cuando se escucha un audiolibro que cuando se lee, lo que provoca que se recuerden menos detalles y se pierda más rápido el interés. No obstante, un estudio reciente de la University College de London reveló que el escuchar un pasaje de un audiolibro provoca emociones más intensas que el ver la misma escena en su adaptación fílmica.

Las principales razones por las que los consumidores disfrutan los audiolibros son su portabilidad y la posibilidad de realizar distintas actividades mientras los escuchan. Mientras que leer un libro requiere horas de concentración, el escucharlo puede reducir el tiempo que toma llegar a su final.

Para los defensores de los libros en papel, leer no se compara con escuchar a alguien más hacerlo. Sin embargo, una experiencia no tiene por qué rivalizar con la otra. Los audiolibros son un intento por volver al origen de la experiencia de lectura compartida. Como recuerda Arielle Pardes, experimentamos nuestras primeras historias al estilo de los audiolibros en voz de nuestros padres y maestros: “Aprendimos los contornos de las palabras por la manera en que ellos las pronunciaban y nos enamoramos de las historias porque nos las leían en voz alta”.

En el mercado anglosajón el audiolibro ha logrado posicionarse gracias al afán de productividad que experimentan los jóvenes. Tan solo en Estados Unidos se vende uno de cada dos audiolibros y sus oyentes, en su mayoría menores de 45 años, escuchan en promedio 15 libros al año, principalmente de ciencia ficción, misterio y romance.

En Hispanoamérica, los audiolibros son un mercado en expansión, aunque no existe información actualizada sobre la situación de los audiolibros en nuestro país, ni sobre los hábitos de sus usuarios. Cifras de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana reflejan que en 2012 solo se produjeron 11 audiolibros que generaron una ganancia de 1 millón 925 mil pesos. Lo que significa que nos encontramos ante un terreno poco explorado que podría ayudar a remontar los bajos índices de lectura de la población.

 

 

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