“Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha feminista por América Latina”, es uno de los cánticos que resuenan en las movilizaciones de mujeres que reclaman mayor igualdad y el fin de la violencia machista en distintos países de la región. Esta expresión podría sintetizar un hecho contemporáneo: la tercera ola feminista. Similar en su contagio y movimiento a las olas que hacen las hinchadas en los estadios de fútbol, la llamada tercera ola reclama la abolición del patriarcado y un cambio en la estructura social que, se entiende, es la que provoca desigualdades y sigue estableciendo jerarquías que benefician a los varones. Esta ola sacude al mundo y su impacto llegó a un lugar, tal vez, impensado: el mundial de fútbol de Rusia 2018.
Por primera vez, la agenda feminista logró filtrarse en el temario mundialista, ese listado de tópicos que ha dado poco espacio a las mujeres, incluso a aquellas que practican deportes, son hinchas o realizan coberturas periodísticas en los eventos futbolísticos.
La narrativa de la Copa del Mundo ha tenido, históricamente, un fuerte énfasis en lo masculino. Es un evento internacional protagonizado por hombres que está dedicado a otros hombres –al menos eso es lo que se asume, pero el análisis que presentó la FIFA sobre las audiencias de la Copa del Mundo de Brasil 2014 mostró que en Latinoamérica las espectadoras mujeres alcanzaron casi el 50% de las audiencias.
En este relato, las mujeres son meros objetos decorativos, que deben procurar no cruzarse frente al televisor mientras se disputan los partidos.
En este mundial la agenda feminista se ha metido de manera clara en el campo de juego. Así, por ejemplo, pudo verse a una mujer sentada en el banco de suplentes de una selección nacional: se trató de Iva Olivari, jefa de equipo de Croacia y responsable de preparar la logística de los viajes, los partidos y la comunicación con la FIFA desde el año 2012. Además fue una de las mejores tenistas de la antigua Yugoslavia: incluso logró derrotar a Stefi Graff, antes que una lesión en su muñeca la alejara de las raquetas. En Brasil 2014 tuvo que conformarse con ver los partidos desde las gradas, pero en 2018 pudo ocupar el lugar que le corresponde en el banco de suplentes, junto al resto del equipo técnico. Esto implica no solo un reconocimiento a su trabajo sino la posibilidad de visibilizar la tarea que esta mujer desarrolla junto al seleccionado nacional.
Por impulso de las activistas que buscan hacer pensar la mayoría de hechos posibles desde una perspectiva de género, en Rusia 2018 se analizó a los países competidores de acuerdo con su legislación sobre el aborto. De los 32 países que se disputan la Copa de Mundo, hay 14 que realizan abortos con el solo pedido de la mujer, según ha revelado @Igualdata, una plataforma digital construida de manera colaborativa y a nivel regional (participan Colombia, México, Perú y Argentina) que a lo largo del mundial utilizó el periodismo de datos para llamar la atención sobre las desigualdades de género en los países que se disputan la copa.
En Argentina, donde el debate por la legalización del aborto sucede en forma paralela al Mundial, circula una imagen que muestra las banderas de los 32 países y detalla cuáles tienen legalizado el derecho al aborto.
A juzgar por los hechos, hay un tiempo nuevo en el deporte: el de las voces que reclaman más igualdad, espacios para mujeres y el fin de la discriminación y la violencia en los estadios y campos de juego. Estos reclamos se cristalizaron en uno de los países que más persiguen y castigan las relaciones gays. En Rusia la homosexualidad era considerada un crimen hasta 1993 y una enfermedad mental hasta 1999. Se adoptó en 2013 una ley que castiga con multas y penas de prisión todo acto de “propaganda” homosexual. Pero este clima de hostilidad hacia la diversidad sexual no impidió que los reclamos por más igualdad se hicieran oír.
Varios argentinos, y también algunos colombianos, fueron noticia desde Rusia: en un intento por ser graciosos y virales grabaron videitos haciendo que mujeres que no manejaban el idioma español hicieran declaraciones sobre los genitales masculinos. “Hola, argentinos. Vengan para aquí. Quiero chupar pija”, son las líneas, de un humor vetusto y sin gracia, que inocentemente reprodujo Katerina, la adolescente rusa víctima. La embajada de Rusia en Argentina repudió el video y el Ministerio de Seguridad argentino solicitó que a Néstor Fernando Penovi le sea retirada la posibilidad de ingresar a los estadios por todo el Mundial.
En Irán, por primera vez, se permitió el ingreso de mujeres al principal estadio de ese país para ver el partido televisado que disputaba contra España. Desde la victoria de la revolución islámica, en 1979, el régimen prohibió la entrada de mujeres a los estadios iraníes. Inclusive, durante la transmisión de los partidos se suelen editar todas las imágenes para no mostrar mujeres en las competencias. Pero Rusia 2018 será recordado como el mundial en el que, por primera vez, ellas pudieron asistir a un estadio deportivo.
“Vivimos en un contexto de conquista y reivindicación de derechos de parte de las mujeres y entonces también en el ámbito del deporte se hacen posibles nuevas oportunidades”, explica Mariana Ibarra, investigadora social que se especializa en el estudio de ligas femeninas de fútbol. Para ella, el fútbol es un territorio en disputa en el que las mujeres “han ganado cada vez más espacio e impulsado lógicas propias”.
Aunque todavía se desconoce quién será el campeón de la Copa del Mundo, hay un trofeo que las activistas por los derechos de las mujeres se ganaron a fuerza de voluntad y estrategia: el de haber logrado que la mirada de género cruzara también la Copa del Mundo.
Pero este triunfo, aunque meritorio, es solo el comienzo de una serie de jugadas que quedan por delante. ¿Por qué el Mundial de mujeres no recibe ni por asomo la misma atención ni financiamiento que la competencia masculina? ¿Cómo hacer para que la publicidad futbolera no esté pensada solo para hombres? ¿Y para que cada vez haya más periodistas mujeres transmitiendo en la Copa del Mundo? Todavía quedan muchos partidos por jugar en el campo de la igualdad deportiva.
Licenciada en Comunicación Social y periodista digital. Colabora con varios medios de Argentina y con áreas de comunicación en organizaciones especializadas en derechos humanos.