Decía Susan Sontag en su libro Ante el dolor de los demás que la conmoción se ha convertido en la principal fuente de valor y estímulo de consumo. Llamar la atención sobre los aspectos más dramáticos de una historia de violencia para buscar espectacularidad puede aumentar la conmiseración por las víctimas pero también hacer, al mismo tiempo, que se pierda la perspectiva.
La información referida a la violencia contra las mujeres, por sus especiales características, exige una rigurosa investigación y contraste. La trivialización, el uso de estereotipos y la manera superficial en que se tratan los casos de violencia de género hace imprescindible escapar de las frases hechas y los comentarios frívolos. Según un documento de RTVE denominado Mujer, violencia y medios de comunicación, la utilización de un lenguaje violento desvirtúa las razones de la agresión y dirige la atención a aspectos colaterales, incompatibles con los motivos reales de la agresión.
Si se acepta que los medios de comunicación son una instancia socializadora que tiende a reflejar la ideología dominante, entonces también contribuye a construir una ideología de género al reproducir y legitimar estereotipos, desigualdades y jerarquías. Para Abril Violeta Zarco Iturbe, autora de un amplio ensayo sobre el tema, la cobertura de noticias sobre un caso de violencia de género es parte del problema si, entre otras cosas:
- Las noticias representan a las víctimas de violencia masculina como responsables de la agresión.
- Se pregunta qué ha hecho la mujer para provocar o causar la violencia.
- Se muestra una falta de equilibrio en el tratamiento que se da a la víctima y el que se le dispensa al agresor.
- Se representa al agresor como un loco, un monstruo, un psicópata, mientras se ignora la naturaleza estructural de la violencia contra las mujeres.
India Chipchase acababa de cumplir 20 años cuando fue violada y estrangulada, poco después de salir de un club nocturno al que fue con unos amigos a tomar unos tragos. Un poco desorientada, fue abordada por un sujeto de 52 años cuando quería irse a casa y un taxi le negó el servicio si no le daba el dinero del viaje por adelantado. El hombre aprovechó su estado y, aparentando ayudarla, la rodeó con el brazo y le dijo que se aseguraría de que llegara segura a su casa.
Al notar su ausencia, sus amigos pensaron que se había ido a descansar o que se había encontrado con otros amigos, pero estaba en un departamento de Northampton, donde su agresor mantuvo el cuerpo hasta que la policía rastreó su celular, que seguía encendido. Pese a las múltiples heridas que presentaba, la encontraron vestida y peinada.
Los investigadores del caso tienen claro que el homicida “fijó su objetivo en India porque se encontraba en un estado muy vulnerable y no podía defenderse.”
Para el diario británico The Sun, la explicación del crimen es más sencilla: la joven lo ocasionó, pues se bebió seis Jägerbombs (Jägermeister combinado Red Bull u otra bebida energizante) en diez minutos la noche que fue violada. Sin embargo, hay algo más en el relato del tabloide, pues para los redactores la importancia de India no radicaba en ser una estudiante, que trabajaba medio tiempo como camarera en un bar o que quería convertirse en paramédico para salvar vidas, sino en que era la hija de un médico.
Por otro lado, se dio amplia cobertura al hecho de que Edward Tenniswood —el asesino— tenía un trastorno obsesivo compulsivoque lo hace lavarse las manos de forma constante, fregándolas a veces hasta dejarlas en carne viva, además de que se descubrió que cada objeto y cada mueble en su domicilio estaba cubierto de plástico a fin de mantener todo limpio. Era, a agrandes rasgos, una persona solitaria con una visión fantasiosa de la realidad.
Como advierte en su trabajo Abril Violeta Zarco, adjudicar a la violencia un carácter extraordinario, patológico e individual; abordar un hecho de brutal violencia como si se tratara del producto de un ser perturbado, invisibiliza la naturaleza estructural de la violencia contra las mujeres. El caso del India Chipchase, como muchos otros, no es la consecuencia del desequilibrio mental de su asesino, no es un suceso aislado; existe en un contexto —local, nacional y global— que permite, fomenta y legitima la violencia de género. ~
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).