Entrevista a Martin Puchner: “Hoy en día es mucho más fácil convertirse en autor”

En su nuevo libro, El poder de la historias (Crítica), el profesor de Harvard realiza un recorrido por la historia de la palabra escrita desde el Gilgamesh y la Ilíada hasta Harry Potter.
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Martin Puchner se presenta al mundo con el aspecto y las maneras de un catedrático de la Universidad de Harvard, afable, pulcro y didáctico. Es normal puesto que es su trabajo, pero por su manera de afrontarlo podría ir vestido como Indiana Jones en busca de algún elemento crucial en la historia de la humanidad. En el caso del personaje interpretado por Harrison Ford, una calavera de cristal o un Arca Perdida. En del de Puchner, la escritura.

La editorial Crítica acaba de publicar en España su libro El poder de las historias. O cómo han cautivado al ser humano de la Ilíada hasta Harry Potter. Un título comercial para atraer la atención de los lectores potenciales hacia un ensayo que se adentra en el recorrido de la palabra escrita desde antes incluso de que naciese. Un tema que puede parecer algo denso de entrada pero que gracias a cómo lo cuenta el escritor se torna sugestivo desde la primera página.

Aunque Puchner explica cómo ha sido el relato de las historias cuando todavía se hacía exclusivamente de manera oral, el libro empieza con Alejandro Magno, saltándose el orden cronológico. Por aquel entonces, la palabra ya se había representado en papel -el conquistador dormía con una daga, una caja y una copia de la Ilíada– pero el profesor de Harvard explica que “fue una decisión pragmática. Mi editor fue el que pensó que tenía que empezar de esta manera porque aunque el capítulo sobre el Gilgamesh iba primero por un motivo histórico, la historia de Alejandro Magno y cómo usaba la Ilíada para inspirarse para sus conquistas y estrategias captura exactamente la esencia de lo que yo quiero explicar en el libro. Y además es un personaje muy conocido y sería más fácil de conectar con el lector desde el principio”.

La resolución de embarcarse en una tarea de semejante envergadura no se toma así como así. La idea del libro vino motivada por la curiosidad extrema de Puchner por la literatura como elemento vital de la existencia, sin el cual el mundo no podría ser tal y como lo conocemos.

“Hace quince años fui el editor de una antología de literatura mundial y trabajé con un equipo muy grande, que me hizo darme cuenta por primera vez de lo mucho que no sabía. Me introdujeron en un montón de textos de los que ni siquiera había oído hablar. Tuve que abarcar un abanico muy amplio de la historia de la literatura”.

Esa labor de investigación no solo le llevó a descubrir títulos desconocidos para él hasta el momento. También, y casi más importante, le hizo darse cuenta de los vacíos que hay: “Cuando empecé con la antología comencé a leer muchos libros de historia y a buscar obras similares sobre literatura que fuesen fáciles de comprender, que sintetizasen más su recorrido. Y no existían. Invertí mucho tiempo en ello y me di cuenta de que quizás era yo quien tenía que escribirla. Así fue cómo empezó todo”.

Puchner no solo se documentó en archivos y bibliotecas, sino que ese espíritu curioso y aventurero que le hizo meterse en este proyecto le llevó a algunos de los puntos geográficos a los que hace alusión en su libro. Viajó a las montañas del sureste de México para adentrarse en la selva Lacandona, caminó por el Sendero de la Libertad de Boston, se movió por la isla caribeña de Santa Lucía, siguió los pasos de Goethe por Palermo y viajó hasta el sur del Sáhara para conocer en persona los sitios por los que la palabra escrita se había ido desplazando a lo largo de su vida.

En el territorio de los zapatistas se ubica uno de los descubrimientos que más fascinó al autor dentro de toda su investigación: los humanos inventamos la escritura al menos dos veces, en dos zonas geográficas separadas e incomunicadas entre sí.

“Los conquistadores de América se encontraron con todas esas sociedades que no tenían escritura ni literatura excepto por una importante excepción: los mayas, instalados en el sur de México y Guatemala. Todas las sociedades con escritura en Europa, Asia y Oriente Medio estaban conectadas por la tierra, en Eurasia y estaban en contacto entre ellas. Posiblemente la escritura se gestó en lo que ahora es Irak y se expandió a partir de ahí. Los mayas no tenían contacto con Eurasia, así que tienen una tradición literaria completamente separada”.

Después de echar tanto la vista atrás en el tiempo, cuando Puchner se fija en el presente no deja de ver similitudes e incluso regresiones. Las posturas que los escribas adoptaban para trabajar son las mismas que las de los lectores en tablet actuales. La manera en la que la vista se desplaza ahora por el texto en las pantallas es similar a la que antes lo hacía sobre el pergamino. Los tuits se asemejan a los poemas japoneses de la época Genji y los audios de voz a los relatos orales.

¿Qué pasará entonces con la palabra escrita en el futuro? “Tengo la sensación de que en este libro he escrito sobre la prehistoria de nuestra propia revolución de la tecnología de la escritura. Creo que el concepto ‘autor profesional’ dejará de tener tanta importancia. En los primeros siglos de la literatura no conocemos quiénes eran realmente los autores. Sabemos de los editores, de los escribas que trabajaban compilando y agregando nuevas historias. Y eso es lo que está pasando ahora otra vez. Con internet la diferencia entre ser un lector y un escritor no será tan marcada. Hoy en día es mucho más fácil convertirse en autor. Pasarán cosas muy interesantes en lo referente a los escritores profesionales, que traerán un gran cambio”.

Después de recorrer el mundo -de manera literal y metafórica- en busca de los misterios de la palabra escrita, Puchner continúa centrado en la lengua pero desde otro enfoque. En esta ocasión, la historia es más personal y podría convertirse en una novela de misterio si quisiera conducirla por ahí. “Es un libro muy diferente. Trata sobre un idioma secreto que se hablaba en Europa central desde la Edad Media hasta el siglo XX. Solo se hablaba, no se escribía. Era una combinación de alemán, yidis y hebreo, un idioma del lumpen, del underground. Y tengo una conexión familiar. No es porque venga de una familia de ladrones sino porque tenía un tío que estaba obsesionado con este tema y traducía literatura a este idioma pero solo él podía leerla. Realizaba un trabajo enorme y llevo dándole vueltas desde hace 25 años. Así que será una mezcla de la historia de una familia y la de una lengua secreta”.

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Es periodista y crítica literaria.


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