Lewis Lapham forjó su carácter periodístico en Nueva York durante los treinta años que fue editor de la revista Harper’s –de 1976 a 1981 y de 1983 a 2006. Hoy es editor emérito y sigue publicando con regularidad. Sus editoriales recibieron el National Magazine Award en 1995 por presentar “un estimulante punto de vista en una era de conformidad”, y el Smithsonian Institute lo reconoció por “transformar el panorama ensayístico de los Estados Unidos”. En Harper’s se exploran los temas que dominan la conversación nacional a través de extensas piezas de ensayo y periodismo literario, con perspectivas únicas sobre política, sociedad y cultura. Se publica desde 1850, lo que la convierte en la revista de interés general más antigua de ese país. Durante sus tres décadas en Harper’s, Lapham puso en práctica lo que considera el papel esencial del periodismo en una democracia: “cuestionar al poder e impulsar el cambio social” y criticar el sistema mediático. Acerca de los periodistas de prensa y televisión, dijo alguna vez que “son como las gaviotas. Les arrojan los pescados a la boca y siempre se los tragan”.
En 1984, Lapham rediseñó por completo la revista: redujo la cantidad de artículos (“encontrar nueve textos sobresalientes cada mes era imposible: leía unos cincuenta manuscritos, y la mayoría no eran muy buenos”), hizo cambios estructurales en la misión editorial e incluyó algunas secciones de su invención, cuyo propósito era “incitar actos de la imaginación en lugar de facilitar transferencias de datos; no proveer de respuestas ya hechas, sino decir, mira esto, date cuenta que el mundo puede ser mucho más hermoso y extraño y lleno de posibilidades que aquel con el que sueñan los mitógrafos de NBC y Time”.
Cuando describe la inspiración para este rediseño, Lapham recuerda que comenzó por hacerse preguntas: ¿cómo leen los políticos, los directores ejecutivos, los presidentes? Al no contar con mucho tiempo, les preparan resúmenes que leen por las mañanas con la síntesis de la información que necesitan: fragmentos de las noticias más importantes e historias relacionadas. Mientras analizaba ese proceso de edición, comenzó a imaginar la invención de una especie de “briefing book” para esos directores del más alto nivel. Ellos sabían mucho sobre datos numéricos y economía, pero no lo que estaba pasando en el mundo. Se preguntaba cómo se vería ese documento y de dónde sacaría los fragmentos de información que necesitaba. Llegó a tres ideas finales que representan el concepto de ese paquete informativo.
La primera de esas ideas, Index, es una página con cuarenta estadísticas de un solo renglón sacadas de diversas fuentes. Cuando se leen juntos, esos números se convierten en una caja de resonancia del espíritu de la época. La segunda, Readings, es una sección en donde se editan y exponen alrededor de diez fragmentos de cualquier género, desde ensayo y novela hasta otros más inusuales, como chats, blogs, discursos, etcétera. La última es Annotation, textos de la vida cotidiana –contratos, cuentas de hospital, formularios de impuestos o planos arquitectónicos, por ejemplo– presentados y descifrados por expertos. La introducción de estas nuevas secciones ayudaba a diversificar la lectura y a reducir la presión del editor: ocupaban unas veinticinco páginas, un porcentaje importante en una revista de cien. Lapham las describe como “objetos encontrados”, cuyas fuentes podían provenir de cualquier parte del mundo, y tenían la función de “dar contexto” a los artículos de la revista. Al principio la crítica no fue buena, recuerda Lapham, porque estaban destinados a lectores “que estaban aprendiendo a leer textos más cortos”.
Durante sus años como editor atrajo a autores como Tom Wolfe, Christopher Hitchens, Jonathan Franzen, Fareed Zakaria y David Foster Wallace, a quienes pedía ofrecer su visión íntima del mundo: “[Lapham] impulsó la idea de que el género de memoria podría influir en cualquier texto –un ensayo, un reporte o una investigación– y hacerlo más verdadero, no menos. Atacó a los falsos ídolos del ‘periodismo objetivo’ y demostró que la escritura en primera persona podía ser mucho más artística y precisa”, dice el profesor Robert Boynton. En palabras de Lapham: “veo Harper’s como una publicación para los que consideran la lectura como un placer. Asumo la presencia de lectores inteligentes, y así la revista se convierte en una empresa conjunta que depende de la participación tanto del escritor como del lector. […] Mientras los medios se hacen cada vez más incoherentes y omnipresentes, en tu cara las veinticuatro horas del día, Harper’s se vuelve un refugio”.
Lapham explica que editaba la revista con simpatía por el escritor, no por el editor, y que publicaba ensayos “de la izquierda” y “de la derecha” lado a lado, lo cual no era bien recibido por muchos lectores o autores que se negaban a aparecer junto a escritores con los que no compartían una filosofía política. “Aprendemos unos de otros –afirma–. La esperanza de un cambio social o político viene de un lenguaje que pueda inducir un cambio de actitud. Ese es el poder de las palabras, y es un poder diferente al poder del Internet. Estoy tratando de hacer que los lectores lo sientan través del lenguaje”. La visión editorial de Lapham, presente en la revista hasta el día de hoy, se asocia con la idea de transversalidad en la adquisición de conocimiento –lo opuesto al modelo departamental. Aunque algunas de sus innovaciones no parecen hoy tan singulares, al principio fueron controversiales. Lapham salió a la búsqueda de nuevos autores, los alentó a incluir algún tipo de trasfondo histórico en el texto –es decir, ponerlo en contexto– e incitó el uso de la memoria y la narración en primera persona. Concibió la edición como un acto de oposición ante la masificación: pensaba en la lectura como un placer intelectual que necesita de la imaginación del lector.
Lo que hizo Lapham durante sus treinta años como editor sigue siendo algo tan inusual como necesario: el editor no adquiere la forma del medio, sino que el medio se transforma con el editor. El rediseño de 1984 se ha conservado intacto y los elementos introducidos por Lapham se han convertido en clásicos. Desde que dejó la revista en 2006, el puesto ha sido ocupado por cinco editores, debido a una serie de disputas y malentendidos que se ha extendido por trece años. Theodore Ross, uno de los editores asociados, comentó después de dejar la revista que no creía que el modelo de negocio de Harper’s –enfocado más en la edición impresa que en la web– pudiera sobrevivir mucho más. “El mayor problema es que no parece haber una visión real de lo que debería ser el futuro de la publicación –dijo–. No se siente que la próxima generación de Harper’s se esté gestando o que alguien esté planeando llevarla a cabo.”
Las peculiaridades que Lapham ensayó en Harper’s serán la base de su siguiente proyecto editorial, Lapham’s Quarterly, donde estarán ampliamente desarrolladas. Sobre esta nueva publicación (que podría considerarse una revista de autor), comenta: “después de tres décadas en Harper’s, y con el tiempo en contra, no quería seguir leyendo manuscritos de segunda clase; quería leer a los autores que aciertan a la primera, quería traer a los mejores. [Es como una] extensión de la idea de ‘Readings’ en Harper’s, pero con un tema”. En 2020, Lapham cumplió 85 años. Ha dedicado la mitad de su vida a la edición de revistas: ha explorado y perfeccionado una idea obsesivamente hasta convertirla en su sello distintivo. Ha trascendido el medio, el medio se ha transformado en su voz y en su estructura de pensamiento; ha sido reinventado por él. Con reminiscencias del cuaderno de tópicos del Renacimiento y los montajes textuales de Benjamin, la carrera de Lewis Lapham es un extenso ensayo, una propuesta actualizada, más que de edición, quizá, de los modos y los alcances de la lectura en el mundo contemporáneo.
***
Lewis H. Lapham (San Francisco, 1935) ha publicado más de veinte libros –la mayoría recopilaciones de sus columnas editoriales, sátiras y ensayos periodísticos–, entre ellos: Age of Folly: America Abandons Its Democracy (2016) y Money and Class in America (1988, 2018). The New York Times lo ha comparado con H. L. Mencken; la revista Vanity Fair, con Mark Twain; y Tom Wolfe, con Montaigne. El Smithsonian Institution lo ha descrito como «el último hombre renacentista de los Estados Unidos».
Este artículo es parte de una serie sobre la edición contemporánea en revistas. Publicaciones sobresalientes en su proceso editorial o con características distintivas e inesperadas.
(Guanajuato, 1976) es editor en Gris Tormenta, una editorial de ensayo literario y memoria.