La generación Twitter

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Hace un par de semanas, cuando el debate fiscal y el famoso impuesto a internet no habían aparecido en el horizonte, la Ciudad de México fue sede de un encuentro notable. El Departamento de Estado de Estados Unidos escogió este año a México como la sede del Alliance of Youth Movements, un grupo de jóvenes de vanguardia quienes, en gran medida a través de la red, han logrado cambiar el mundo. En este caso, la frase no es un eufemismo cursi. Ahí estuvo, por ejemplo, Natalia Morari, la impulsora, a sus 25 años, de una revolución desde Twitter que consiguió modificar el más reciente proceso electoral en su natal Moldavia. El viernes pude escuchar los detalles de “Viva Favela”, un proyecto de periodismo ciudadano completamente digital que pretende abrir la comunicación dentro de los sectores más pobres de Río de Janeiro. Y, como ésas, decenas de ideas más, todas ancladas en dos valores que, ahora, parecen uno solo: la juventud y la tecnología.

El orador más aplaudido de la jornada fue Jack Dorsey, el inventor de Twitter. A partir de su curiosidad por “la manera como funcionan las ciudades”, Dorsey desarrolló un sistema de micro-blogging para tomarle el pulso al transporte, seguridad y otros aspectos de la vida urbana. Al poco tiempo nació Twitter, que su fundador describe más como un sistema de información que como una red social. Para Dorsey, la fuerza de Twitter no está, por ejemplo, en los seguidores sino en los trending topics, las etiquetas que funcionan como una categorización dinámica de la información. Con millones de twitteros ordenando sus inquietudes y sus causas, Twitter se convierte —como otros sistemas similares— en un ágora moderna. Durante una entrevista, el asesor del departamento de Estado Jared Cohen le preguntó a Dorsey si alguna vez había imaginado el efecto que tendría su invento como agente de cambio mundial. “Sí”, le contestó Dorsey con una seguridad emocionante.

Horas más tarde pude hablar con Dorsey personalmente. Dijo estar satisfecho con la respuesta del gobierno mexicano a sus ideas y las de los participantes en general. La posibilidad de involucrar a la ciudadanía en la denuncia a través de la red había sido, al parecer, una idea muy bien recibida. Dorsey me dijo que se había reunido con Carlos Slim, quien le había sorprendido gratamente. Estaba particularmente entusiasmado con la voluntad de apertura que había notado en el discurso de Slim. Como tantos otros de los jóvenes emprendedores en el Congreso, Dorsey cree ciegamente en el poder de transformación de la tecnología.

Esa lección la han aprendido ya políticos modernos de otras latitudes. Es imposible, claro está, hablar del triunfo de Barack Obama sin tomar en cuenta el papel que jugó la extraordinaria estrategia de su campaña en la red. Obama usó internet para disipar rumores, reduciendo a sólo segundos el famoso ciclo noticioso de las 24 horas. Al poco tiempo, los políticos estadunidenses comenzaron a usar Twitter para ofrecer una atalaya inédita: la posibilidad, por ejemplo, de seguir en tiempo real una discusión legislativa. Desde legisladores novatos hasta senadores de la trayectoria (y edad) de John McCain empezaron a twittear, haciendo de la política —aunque sólo fuera por momentos— un ejercicio de simbiosis entre representante y representado.

¿Y en México? Bueno, aquí, para sorpresa de nadie, los políticos van a la zaga. El Twitter de Felipe Calderón es sólo una enumeración de la agenda presidencial. No hay voluntad de diálogo ni de apertura (para Jack Dorsey, por cierto, la clave de un buen twittero político es que sea el propio protagonista quien describa su quehacer cotidiano; lo contrario es incluso contraproducente). El Twitter de Carlos Navarrete, abierto hace menos de una semana, tiene la ventaja de ser actualizado por el propio senador, pero no mucho más. Andrés Manuel López Obrador es, curiosamente, el único político que realmente ha demostrado estar a la altura del sistema. Siguiendo la línea de Dorsey, López Obrador expone sus temores, intereses y peculiaridades en su Twitter. Ahí queda claro el loable caminar de AMLO por el país, por ejemplo. Pero también es posible ver el lado más macabro del tabasqueño. Hace poco, López Obrador aseguraba en Twitter que a Calderón no le va bien porque “no sigue el camino de la verdad”. Esa es la red en su mejor expresión: la inmediatez vuelve cándido —y cercano— al político… para bien o para mal. Aquel que lo comprenda habrá ganado una generación.

– León Krauze

(Publicado previamente en Milenio Diario)

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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