Nadie lo impide

'Quién lo impide', la nueva película de Jonás Trueba, es un proyecto cuya filmación se ha prolongado cinco años. No hay un énfasis en mostrar el paso del tiempo, lo que hay es un deseo de captar la energía única de la adolescencia.
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El impulso. En 2015 se estrenó La Reconquista, de Jonás Trueba, una historia sobre un reencuentro de una pareja que ha sido cada uno el primer amor del otro. A partir de los actores que interpretaban a la pareja de joven, Candela Recio y Pablo Hoyos, y el proceso de casting en los institutos, Trueba empezó a sentir el impulso de seguir rodándoles. Por esa misma época, comenzó a dar talleres de cine en institutos a más adolescentes. Con una cámara y un equipo mínimo se introdujo en conversaciones, en debates, en institutos, en botellones, en fiestas en casas… Estableció con esos chavales un vínculo de confianza para que le dejaran entrar en su mundo, mirarlo y filmarlo incluso antes de saber qué se haría con todo eso. Hay otro factor de empuje: la canción de Rafael Berrio de la que toma prestado el título este proyecto en marcha, Quién lo impide, que es un canto al atrevimiento. Esa canción de Berrio sonaba ya en La Reconquista, por cierto. Y suena varias veces en Quién lo impide

Ahora. Hoy el fruto de ese material es una película, Quién lo impide, premio Feroz Zinemaldia en el Festival de San Sebastián, y Concha de plata a la mejor interpretación de reparto. Es una película de tres horas y media, dividida en tres partes, con descansos de cinco minutos, y que se puede ver desde hoy en algunas salas de cine. Pero antes, durante el proceso en marcha, parte de este material se exhibió dividido en cuatro películas que pudieron verse en una jornada de cine inmersivo en 2018 en Cineteca de Madrid. Ese día, además de las proyecciones, algunos de los participantes tocaron con sus bandas. Todo eso está incorporado en la versión actual, que condensa lo que aparecía en esas cuatro películas y añade nuevos materiales, no solo esa jornada en Cineteca, también de manera breve el confinamiento y la pandemia. 

La aparición. Una de las sorpresas de la película es la escena en la que Rafael Berrio está entre el público mientras uno de los grupos versiona su canción “Quién lo impide”. Durante esos segundos, la película se convierte en una película de fantasmas: Rafael Berrio murió en marzo de 2020. La película está dedicada a él. 

Los adolescentes. Se ha dicho mucho que la película es un retrato de la adolescencia, pero más que un interés sociológico –que estaba más presente en una de las piezas anteriores, Tú también lo has vivido–, lo que hay es un deseo de comunicación: de que digan, hablen, se expresen y se muestren. Y ahí es donde llega la identificación: cuando expresan sus dudas e inseguridades, el miedo a la soledad, la ambivalencia frente a las etiquetas –son un corsé y al mismo tiempo algo que te permite encajar y sentirte aceptado por el grupo– nos vamos dando cuenta de que esos miedos no se pasan con la edad, de que la madurez es quizá aprender a convivir con ellos. A veces se comenta la seguridad con la que hablan los jóvenes como una virtud sorprendente, pero para mí es cada vez más un signo característico de la edad: nunca se es más arrogante ni se tienen tan asentadas las creencias como entonces, es el momento del arrojo. Me gusta que hablen de todo: de política, religión, bullying, educación, la presión de los estudios, cómo se ven ellos y cómo los ve la sociedad…, y me gusta que a veces me parezcan lúcidos y otras que lo que están diciendo es una chorrada. Hay una cosa que la película no me despierta: condescendencia, supongo que es mérito de la mirada de Trueba. La película puede ser un retrato de esos adolescentes, pero en parte lo es también del director. 

El tiempo. Quién lo impide es un proyecto cuya filmación se ha prolongado cinco años. Pero no hay un énfasis en mostrar el paso del tiempo y los efectos que ha provocado en el grupo que lleva el protagonismo, aunque evidentemente se cuelan. Lo que hay es un deseo de captar una energía muy única: la de la adolescencia, el arrojo de hacer, y componer un retrato colectivo que tampoco se ciñe exclusivamente a la adolescencia. En ese sentido no se parece a Boyhood, de Richard Linklater, entre otras cosas porque esta es una película mucho más libre y titubeante, mezcla el documental y la ficción con los adolescentes como elaboradores de esas ficciones, y sobre todo está abierta a la improvisación. Incorpora además, como muchas de las películas de Jonás Trueba, su propio cuestionamiento, como si no quisiera terminar de ser. Solos. La película tiene de todo, es un poco como una sinfonía hecha de movimientos y tonos; hay separaciones con títulos, hay un viaje de estudios a Córdoba, Sevilla y Granada, donde se cuela la comedia; hay cine dentro del cine con la película de Rita Acevedo Gomes que van a ver dos jóvenes, se cuenta una primera vez y hay hasta un viaje a Portugal en el capítulo “Capricho extremeño”. Pero uno de los temas centrales de la película es la soledad, algunos personajes expresan su miedo a la soledad, se habla también de cómo cambiamos cuando estamos solos con nuestros pensamientos y se cuenta la intimidad de algunos de ellos cuando los muestra en su cuarto.

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