I
Ni en el minuto y 14 segundos que dedicó a la cultura en su discurso en Palacio Nacional, ni en las 15 páginas que el tema ocupa en la versión completa del Primer Informe de Gobierno (páginas 219 a 233), Claudia Sheinbaum ofreció certezas acerca de la política cultural que distinguiría a su sexenio. Por el contrario, a casi un año de su toma de posesión, se confirma que no hay claridad y que la cuestión no será una prioridad, más allá de la retórica en torno a las culturas indígenas y los afrodescendientes, el invariable y poco exitoso fomento al libro y la lectura, y de un certamen musical contra la violencia y las adicciones.
En la sede del poder Ejecutivo, Sheinbaum se refirió a cuatro aspectos: la segunda “inauguración” de la Cineteca del Proyecto Chapultepec, pues su antecesor la inauguró antes, inconclusa; la publicación –para diciembre– de la colección de libros 25 para el 25, en tiraje masivo y no venal –un logro que, en todo caso, debería consignarse en el segundo informe–; el apoyo a la educación artística, que consistió en el remozamiento de inmuebles ubicados en la Ciudad de México y la cancelación de cuotas de inscripción; y el lanzamiento de “México canta”, cuya primera edición está en curso.
Esos fueron los 74 segundos dedicados al sector, de una intervención de una hora 48 minutos 11 segundos.
¿Hay duda de que el tema le es irrelevante?
II
En tanto, las 15 páginas del apartado “Cultura” (el informe tiene un total de 1,226 páginas), parte de la sección 2, “Bienestar y justicia”, son un listado de actividades, convenios, estadísticas en buena medida sin contexto y de las que no sabemos su base documental, más proyectos y acciones por ejecutarse o concretarse en el futuro, correspondientes a las distintas áreas que integran la Secretaría de Cultura. La información busca transmitir que el sector en su conjunto funciona con eficacia y rumbo. En la medida en que se avanza en la lectura, uno cae en la cuenta de que se está ante un reporte burocrático que refleja la inercia con la cual opera la SC, y de que son legítimas nuestras suspicacias acerca de su veracidad.
El Informe por escrito no informa del estado de las cosas, con sus eventuales logros y palpables desafíos, tal como correspondería a un auténtico “informe”. Evita referirse al recorte del 10% al presupuesto de este 2025, el más escandaloso en décadas. (Inicialmente el recorte ascendía al 30%, y se amortiguó debido a la intervención de la secretaria Claudia Curiel, quien gestionó asignaciones extras para el INAH y el INBAL.)
No se dice de esta manera, pero en el Informe casi se da por supuesto que el Proyecto Chapultepec está concluido, cuando aún no es así, y ya que se concluya habrá que esperar a que arranque en verdad –aún falta la bodega y que se resuelva el conflicto sobre el traslado a un nuevo recinto de obras propiedad del Museo Dolores Olmedo. Lo mismo sucede con los sitios y museos anunciados como parte del proyecto del Tren Maya y las todavía inacabadas tareas de restauración de los inmuebles dañados por los sismos de 2017 –370 inmuebles históricos en cuatro entidades, aunque el Informe asegure que han sido concluidas.
Conforme cotejamos los datos del Informe con otras fuentes, crecen las suspicacias.
Sin aceptarlo de manera explícita, el documento reconoce que la Estrategia Nacional de Lectura de la administración pasada no prosperó, de modo que durante el primer año de la actual fue necesario que la retomara la Red Nacional de Bibliotecas, tal como sucedía durante la era del Conaculta, desde el sexenio de Salinas hasta el de Peña Nieto. Lo que se oculta es que el número de bibliotecas que conforman la Red que heredó Rafael Tovar de Teresa ha disminuido y que no han sido capaces de hacer un registro en línea de los acervos.
Tampoco, ni en la sección “Cultura” ni en la dedicada a “Gestión de riesgos y prevención de Desastres”, se plantea una alternativa a la desaparición del FONDEN –cuyo sustituto inutiliza sus funciones– ni se retoma la propuesta de crear un fondo para la reconstrucción del patrimonio cultural, a la vez preventivo y prospectivo, que planteó Alejandra Frausto en 2018 y de la cual se desentendió durante su periodo.
Tan solo tres cuestiones más.
Las numeralia sobre Radio Educación, el Canal 22, la cantidad de actividades culturales y el número de asistentes se escucha triunfalista y por ende amerita ser verificada y contrastada con otros reportes institucionales e independientes. Los avances en la digitalización de los acervos de la Fonoteca son irrelevantes ante el atraso que hemos documentado con anterioridad y no hay certezas sobre el acervo sonoro cinematográfico declarado Patrimonio Sonoro por la UNESCO y que se encuentra en grave riesgo. El propio sindicato de investigadores del INAH reaccionó, aunque sin referirse de manera explícita, al triunfalismo del Informe sobre el apoyo al sector, pues la Secretaría de Hacienda tiene suspendidos casi mil proyectos de investigación.
Y así con lo demás.
III
La diplomacia cultural no figura en “Cultura” sino en “Relaciones Exteriores: autodeterminación, paz y dignidad; Protección a migrantes”, incluida en la sección 1, “Un gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo”. Si bien la secretaria de Cultura, Claudia Curiel de Icaza, ha asegurado que no desaparece la Dirección de Asuntos Internacionales, lo cual en la práctica es cierto, que sea la SRE la que ofrece un reporte al respecto indica que el área dedicada a la materia dentro de la SC ha pasado a un segundo nivel.
Relaciones Exteriores destaca, como parte del “Compromiso 18: Reconocimiento a derechos y justicia a pueblos indígenas”, que el 12 de julio se inscribió en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO la Ruta Wixárika por los sitios sagrados a Wirikuta, “testimonio vivo de los modelos milenarios de Mesoamérica”. Habitualmente, los expedientes para la solicitud de declaratorias a la UNESCO los prepara la Secretaría de Cultura a través de las áreas involucradas, en colaboración, por supuesto, con la SRE y gobiernos de los estados. Una confirmación más de que la faena de la SC en la materia pasó a segundo orden.
El reporte de lo realizado en torno a la diplomacia cultural es aún más ambiguo que el de la sección “Cultura”.
Además de la mención a la Ruta Wixárika, se reporta la firma, a finales de mayo de 2025, de un convenio entre el Gobierno de México y Netflix para el “posicionamiento de México en el mundo” mediante “producciones audiovisuales que promuevan la cultura, artes, escenarios, paisajes y turismo de nuestro país para públicos globales”.
¿La única actividad concreta del convenio para este segundo semestre? La autorización para que las Representaciones de México en el Exterior (RME), proyecten Pedro Páramo de Rodrigo Prieto y promuevan “el fomento a la lectura” de la novela de Juan Rulfo, en el septuagésimo aniversario de su primera edición, más dos exposiciones, en los institutos culturales en Washington y París, del vestuario del filme, autoría de Anna Terrazas.
El boletín de prensa presume que “esta alianza entre la SRE y Netflix representa un ejemplo de colaboración de los sectores público, privado y social para destacar en el extranjero la riqueza cultural de México”. Sólo que Netflix también anunció, en febrero de este 2025, que invertirá mil millones de USD para la producción de películas y continuará con las series sobre el narco en México. Lástima. Negocios son negocios.
¿El resto?:
A través de las RME, se efectuaron más de 1,400 actividades culturales, junto con campañas regionales de diplomacia pública digital y 12 agendas culturales comunitarias. Las acciones incorporaron expresiones artísticas, literarias, escénicas, visuales y gastronómicas, con énfasis en la diversidad identitaria de los pueblos indígenas y afromexicanos. Además se replicó “Punto México”, iniciativa que busca la difusión y venta de artesanías de personas mexicanas con el apoyo de diversas Representaciones Mexicanas en el Exterior e institutos culturales extranjeros establecidos en México.
Hay 79 embajadas y 76 consulados de México en el exterior, para un total de 155 representaciones diplomáticas. Supongamos que en efecto se realizaron mil 400 “actividades culturales” que, divididas entre 155, equivalen a 9.03 por embajada y/o consulado. Es decir, ni siquiera una por mes. Aventuremos: 1) los altares de muertos, 2) una degustación de comida mexicana organizada en colaboración con un restaurante mexicano, 3) un mariachi conformado por mexicanos residentes y ciudadanos del país donde se encuentra la adscripción, 4) la proyección de una película en un festival, 5) la propia fiesta nacional que algunas misiones consideran “actividad cultural”, 6) algún grupo musical residente en el país sede, 7) una pequeño grupo de danza folclórica también local, que nunca falta, 8) un artista plástico que reside en el país donde se ubica la adscripción y cuya obra gira en torno a héroes patrios, paisajes y alcatraces, y 9) un escritor o académico invitado por alguna universidad.
Están de vacaciones.
Solo cifras al aire, generalizaciones y más retórica identitaria asociada a las culturas indígenas y los afrodescendientes.
Llama igualmente la atención que la SRE destaque la “inauguración” de “la primera oficina de promoción turística en el Consulado General de México en San Diego, denominada ‘Ventana a México’”. AMLO desapareció en 2018 las 21 oficinas del Consejo de Promoción Turística de México para que los recursos fueran canalizados al Tren Maya. ¿Esto indica que comenzarán a inaugurarse oficinas que se ocupen de lo que se descuidó durante un sexenio? Dado el desorden y la falta de claridad de rumbo y la falta de presupuesto, es difícil saberlo.
No. El Informe no informó.
Sus datos poco creíbles son más bien una simulación para ocultar lo que, en el mejor de los casos, fue un año inercial. ~