Mientras trabajaba en México como corresponsal de The Economist, Gideon Lichfield ironizaba sobre la forma en que los periodistas de nuestro país lograban poner “vida y emoción” a lo que, de otra forma sería abrumadora monotonía: nuestra tendencia a hacer noticia no de lo nuevo, sino lo dicho por alguien importante.
Desde su perspectiva, los diarios mexicanos tendían (tienden) a llenar páginas con la paráfrasis de lo dicho generalmente por distintos actores, a veces sobre un mismo tema, o citas directas realizadas a través de una selección de lo que Lichfield denominaba dijónimos: Abundó. Aceptó. Aclaró. Acusó. Adujo. Advirtió. Afirmó. Agregó. Añadió. Anotó. Apuntó. Argumentó. Aseguró. Aseveró. Comentó. Concluyó. Consideró. Declaró. Destacó. Detalló. Enfatizó. Explicó. Expresó. Expuso. Externó. Informó. Indicó. Insistió. Lamentó. Manifestó. Mencionó. Observó. Planteó. Precisó. Profundizó. Pronosticó. Pronunció. Prosiguió. Puntualizó. Recalcó. Reconoció. Recordó. Redondeó. Reiteró. Señaló. Sostuvo. Subrayó.
A propósito de ello, días atrás, Peter Beinart, colaborador de The Atlantic, llamó la atención sobre la forma en que The New York Times encontró la forma de cambiar un poco el periodismo de declaraciones, caracterizado por el contrapunteo del tipo “él dijo, ella dijo” que muchos medios y periodistas consideran sinónimo de una cobertura equilibrada. Y es que el pasado 17 de septiembre, la nota principal en la primera plana del diario estadounidense dio un tratamiento sustancialmente diferente a la información surgida de una rueda de prensa ofrecida por Donald Trump el día anterior.
Presentado como “News Analysis”, los primeros tres párrafos del texto iniciaban con la frase “no fue cierto”, en los cuales se ponía en duda la honestidad del candidato republicano, quien en 2011, en 2012 y en 2014 intentó tender una sombra de duda sobre el lugar de nacimiento del presidente Barack Obama, al grado de expresar que su certificado de nacimiento era falso.
La nota de The New York Times era categótrica: la ciudadanía de Obama nunca estuvo en duda, jamás hubo evidencia creíble que indicara lo contrario, pero al magnate le había llevado cinco años rendirse a la realidad y poner fin a una campaña que intentó socavar la legitimidad del primer presidente negro de la nación. Según el diario, Trump además encontró en las redes sociales el lugar para hacer florecer con ráfagas de 140 caracteres sus rumores, pues ahí halló a personas cuyas sospechas nunca serán disipadas, porque los hechos no les importan ni les dicen nada.
Justo como explica Jay Rosen, profesor de la escuela de periodismo de la Universidad de Nueva York: el conflicto es noticia. Ese hecho hace que las empresas periodísticas suelan dejar a sus audiencias y lectores en medio de una disputa para que cada uno decida, sin mayores elementos de juicio, quién miente o adivinar quién tiene la razón.
La construcción de noticias a partir del “él dijo, ella dijo” es explicable ante factores como la inmediatez y la novedad. Los cruces de declaraciones entre actores enfrentados, de los cuales debe informarse cuando no se ha podido profundizar aún en la historia o no se conoce suficientemente el contexto, hacen imposible no registrar las declaraciones de las partes a riesgo de cometer un error.
La objetividad, o la búsqueda de la misma, es vista como una cualidad entre muchos periodistas, pues parece que con ello se pone distancia y es posible diferenciarse del periodismo militante. La información equilibrada e imparcial en el sentido de asegurar que las partes estén representadas quizá siga siendo un imperativo, pero no así dar el mismo peso a las afirmaciones simplistas.
El periodismo exige ser más que receptores pasivos de lo que otros dicen; hoy existen numerosas herramientas de investigación y materiales disponibles al alcance de los reporteros para permitirles contrastar una declaración con datos y señalar distorsiones y falsedades. En enero de 2011, el entonces presidente Felipe Calderón negaba haber usado concepto guerra para referirse a su estrategia de combate al crimen organizado e invitó a sus interlocutores a revisar todas sus expresiones públicas y privadas. A la mañana siguiente los medios respondieron al reto, señalando puntualmente las ocasiones y el contexto en que había empleado el término.
Como expone Peter Beinart, entre más audaz es un actor a la hora de mentir, la sociedad reclama más audacia para mostrar la mentira. Sin embargo, como también lo advierte Lichfield, la declaracionitis solo comenzará a desaparecer con la especialización cada vez mayor de los reporteros, porque la mina de oro de los buenos trabajos periodísticos está justo por debajo de la superficie de ese mar de palabras. ~
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).