La relación de México con E.U. será una primera prueba para Sheinbaum

La presidenta puede evitar que la incertidumbre causada por la reforma judicial ponga en entredicho los beneficios de la cooperación.
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A pesar de las numerosas críticas y preocupaciones, la reforma judicial impulsada por Andrés Manuel López Obrador fue promulgada y llegó para quedarse. Además de sus inquietantes implicaciones internas –particularmente en cuanto a la erosión de la separación de poderes– la nueva ley proyecta una sombra sobre la relación bilateral entre México y Estados Unidos, presentando un reto significativo e inmediato para la presidenta Claudia Sheinbaum.

No será un comienzo fácil. La perspectiva de una reforma judicial ya llevó a empresas estadunidenses a congelar cerca de 35 mil millones de dólares en proyectos de inversión, mientras que Ken Salazar, embajador de E.U. en México, expresó su preocupación por el potencial impacto negativo en el comercio bilateral que asciende a 807 mil millones de dólares anuales. Bancos internacionales y locales advirtieron sobre los posibles efectos adversos para las inversiones en el país y la economía mexicana en general. Bajo estas expresiones subyace el temor de que la reforma pueda ser un lastre para las relaciones entre México y su vecino al inicio del mandato de Sheinbaum. A ello habría que sumar la decisión de López Obrador, el pasado mes de agosto, de poner en “pausa” las relaciones con la embajada estadunidense, una maniobra ambigua que, si bien no tiene implicaciones diplomáticas formales, deja ver que existen tensiones profundas. 

Para Sheinbaum, conducir a México por estas aguas turbulentas no es solo una cuestión de gobernabilidad, sino una necesidad urgente. Al heredar una relación bilateral plagada de incertidumbre, necesitará tomar acciones claras y decisivas al comienzo de su mandato para preservar la estabilidad económica y el rol de México como un socio comercial vital y confiable; el éxito de su administración dependerá en buena medida de ello.

Si bien no se trata de una renegociación, la revisión del T-MEC prevista para 2026 agrega complejidad. La incertidumbre legal derivada del nuevo sistema judicial, que podría quedar a merced de maniobras políticas internas, choca con el acuerdo comercial trilateral. Igual de  preocupantes son otras reformas constitucionales pendientes, como la disolución de los organismos autónomos, que amenazan con erosionar aún más el camino democrático de México. 

Desde luego, también hay tensiones que vienen del otro lado de la frontera. La retórica nacionalista en las campañas presidenciales en Estados Unidos indica un cambio en la política comercial del país. Tanto el candidato republicanos como la demócratas han mostrado inclinaciones hacia el proteccionismo, lo que podría impactar el comercio y el entorno de inversión. La vicepresidenta Kamala Harris, quien como senadora votó en contra de la aprobación del T-MEC, señaló recientemente en la red social X que había votado en contra porque sabía que el acuerdo no era suficiente para proteger a Estados Unidos y a sus trabajadores. Y agregó que “muchos de los que votaron a favor condicionaron su apoyo a un proceso de revisión, el cual, como presidente, utilizará”. Es muy probable que, de llegar a la Casa Blanca, la demócrata ejerza mayor presión respecto a los estándares laborales y ambientales de México. Por su parte, el expresidente Donald Trump aboga por la relocalización de empresas a Estados Unidos, y amenaza con imponer aranceles a los productos mexicanos y a compañías estadunidenses que se trasladen al sur del Río Bravo, como al gigante de maquinaria agrícola John Deere, al que ha amenazado con imponerle 200% de aranceles si decide trasladar parte de su producción a México. 

En medio de las tensiones actuales, el nearshoring, que Sheinbaum y sus asesores han enarbolado como estrategia clave para el crecimiento económico de México, podría transformarse rápidamente en reshoring, es decir, la reubicación de las cadenas de suministro a territorio estadounidense. Es cierto que un cambio de este tipo podría resultar en mayores costos operativos, reduciendo la competitividad de los productos estadunidenses en los mercados globales y potencialmente incrementando la inflación en ese país. Por ello, sin duda habrá un debate interno entre la futura administración estadunidense y el sector productivo de su país. Washington querrá priorizar la inversión local, mientras que las empresas querrán invertir en México para poder ser competitivas. Aunque los gobiernos no controlan directamente la inversión corporativa, pueden erigir barreras comerciales y/o generar incentivos fiscales para que las empresas se queden en Estados Unidos.

Para México, esta debería ser una señal de alerta sobre la importancia de la seguridad y previsibilidad que buscan los inversionistas. 

Estabilizar y fortalecer la relación bilateral es esencial para los intereses de México y clave para el éxito político de Sheinbaum. Mientras que 44% de la inversión extranjera directa en México proviene de Estados Unidos, 36% de esta inversión se destina a la manufactura, el sector más importante de la economía mexicana. Además, millones de empleos a ambos lados de la frontera dependen, directa o indirectamente, del comercio bilateral.

Si bien el comercio entre los dos países está en su punto más alto, el panorama político actual está ejerciendo una fuerte presión sobre los lazos bilaterales. Más allá de la retórica, la realidad es que Estados Unidos, como el mayor socio comercial de México, no puede permitirse cortar los lazos económicos sin arriesgarse a generar una importante disrupción. Las cadenas de suministro profundamente integradas que definen el comercio en América del Norte son esenciales para el bienestar económico de la región. Esta interdependencia es particularmente crucial para Estados Unidos, ya que su creciente rivalidad con China vuelve de vital importancia la estabilidad de la relación con México.

A pesar de las tormentas actuales, el futuro de las relaciones entre México y E.U. sigue siendo prometedor. Ambas economías están profundamente entrelazadas: México se convirtió en el principal socio comercial de su vecino en 2023. Los beneficios mutuos de esta integración no pueden subestimarse: aproximadamente 80% de las exportaciones de México a E.U. son bienes intermedios cruciales para la competitividad global de la manufactura estadounidense, y una proporción significativa de estos son producidos por empresas estadounidenses que operan en nuestro país.

El proyecto en curso del puerto de entrada Otay Mesa II en la frontera entre México y E.U., que agilizará los cruces de vehículos comerciales y particulares, es un desarrollo sumamente positivo para la región. También son relevantes las inversiones recientes de empresas como AWS en Querétaro, que muestran confianza en el papel de México como un centro continental de tecnología y nearshoring. El proyecto de un clúster de datos de 5 mil millones de dólares, que comenzará a operar en 2025, ejemplifica cómo México puede aprovechar su ventaja geográfica y sus acuerdos comerciales para atraer importantes inversiones extranjeras.

Sheinbaum deberá fortalecer significativamente las relaciones México-E.U. para proteger y promover los intereses estratégicos de nuestro país. Aunque la presidenta ha subrayado constantemente la importancia de la inversión extranjera directa y ha designado a personas experimentadas en su gabinete, esto por sí solo no será suficiente para tranquilizar a nuestros socios comerciales.

La primera presidenta de México necesitará distinguir su administración de la de su predecesor, y las leyes secundarias de la reforma judicial podrían desempeñar un papel crucial en esta diferenciación. Sin embargo, también deberá hacer esfuerzos adicionales para abordar las preocupaciones de los inversionistas, enviar señales claras de estabilidad y alinear más estrechamente su política con las obligaciones comerciales internacionales de México. Priorizar la vía diplomática, basada en el respeto y la confianza mutua, será fundamental para enviar el mensaje correcto.

México está excepcionalmente posicionado para capitalizar la turbulencia geopolítica que vive el mundo en la actualidad. Aparte de Canadá, ningún otro país puede acceder al mercado estadounidense sin cruzar un océano o atravesar territorio mexicano o canadiense. Sin embargo, lo que hasta hace unas semanas parecía un inicio prometedor para la administración de Sheinbaum ha sido socavado por las maniobras revanchistas de fin de mandato de López Obrador.

En un mundo donde las alianzas globales están cambiando y las presiones de la política nacional amenazan con desestabilizar lazos duraderos, el reto de Sheinbaum es claro: conducir a México por un camino de estabilidad y crecimiento, asegurándose de que las nubes de incertidumbre no oscurezcan los beneficios compartidos de la cooperación. Sheinbaum tiene el potencial de redefinir el papel de México en el escenario global, fomentando un futuro en el que los intereses mexicanos prevalezcan sobre el juego político, y en el que la relación con Estados Unidos siga prosperando en tiempos de cambio. ~

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es catedrática en el Insitituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE) y columnista del diario Reforma.


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