Diez mitos cotidianos

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¿Recuerda usted el programa de la cámara escondida? Mis episodios favoritos eran aquellos en que la víctima estaba en una situación absurda e inverosímil y era la única que lo advertía, mientras que los demás actuaban como si el entorno fuese normal.

A veces, me encuentro en mi oficina leyendo las opiniones y análisis de gente infinitamente más lista que yo, y cuando acabo el rompecabezas y veo la escalofriante imagen que se formó, volteo a ver los mercados con ojos entrecerrados, esperando el golpe, para tan sólo encontrarme con que éstos siguen vigorosamente al alza, celebrando yo no sé qué. Volteo y espero que salga la cámara oculta que debe haber acabado de fotografiar mi cara de estupefacción.

Mi asombro tiene muchas aristas. Primero, no entiendo qué están leyendo quienes creen que ya salimos del atolladero. En mi opinión, la evidencia en contra de la recuperación en forma de V es no sólo abrumadora, sino francamente contundente. Segundo, me agobia la creciente distancia entre el escenario de Wall Street y el de Main Street, es decir, entre la euforia de los mercados y la debacle en el mundo real.

Sor Juana Inés de la Cruz escribió:

“Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?”

¿Podríamos decir lo mismo de los inversionistas y sus expectativas ante la economía? Ellos, que se rehúsan a ver la evidencia frente a sus narices, se quejarán mañana cuando estas burbujas revienten, diciendo que los mercados son traicioneros, que la información estaba sesgada, o que alguien tomó ventaja de ellos. Cuando son, simplemente, presas de su propia codicia.

Quizá una forma de hacer más claro lo que quiero decir sea comentar sobre algunos de los mitos que por ahí pululan:

1. El incremento en el gasto público garantiza una recuperación económica. Si un gasto mayor por parte del gobierno fuera una garantía de crecimiento económico, Venezuela sería Alemania. El colosal gasto que hemos visto en el último año tuvo como objetivo único el compensar el desplome en el consumo y la inversión privada. Sin éste, y sin el rescate de los bancos, quizá hubiéramos visto una crisis que hubiera hecho a la de 1929 sentirse como un viaje a Disneylandia. Pero eso no quiere decir que las causas de la crisis hayan quedado –ni remotamente- resueltas; incluso, algunas quizá han sido agravadas. El reto está en que los gobernantes eviten la tentación de seguir pateando la lata, tratando simplemente de retrasar el trago amargo de ofrecer soluciones de fondo, dolorosas, pero indispensables. Es importante recordar que, como un té en agua hirviendo, mientras más nos tardemos en beberlo, más amargo será.

2. La inmensa inyección de liquidez por parte de los bancos centrales garantiza el surgimiento de inflación. ¿Hoy? No. La velocidad del dinero se ha desplomado y el efecto multiplicador, que provenía de una banca ansiosa por dar crédito, se ha invertido. Sin embargo, la inyección de liquidez no ha sido menor. De acuerdo con David Rosenberg, en los 233 años de historia de Estados Unidos, la mitad de la base monetaria se ha creado desde que Bernanke asumió el timón de la Reserva Federal en 2006. Por si fuera poco, la emisión de deuda pública amparada por el contribuyente estadounidense entre 2009 y 2012 será de igual tamaño a la emisión total en los 233 años anteriores. Pensar que esa deuda puede financiarse por mucho tiempo a tasas bajas con un dólar en caída libre es, más que optimista, inocente. Entonces…

3. El banco central apretará su política monetaria, haciendo que las tasas de interés de corto plazo en dólares suban en los próximos meses. Tampoco. Mientras el desempleo continúe en franco ascenso, las tasas de corto plazo se mantendrán cercanas a cero. El resultado será la devaluación del dólar y ésta es una consecuencia deseable a corto plazo, pues es una herramienta valiosa en contra de la abrumadora presión deflacionaria que proviene del alto desempleo y de un problema de capacidad instalada ociosa que China parece empeñada en agravar.

4. La recuperación en el precio del petróleo es evidencia de la recuperación económica. El alza en el precio del petróleo es evidencia de mayor demanda china, con el objeto de utilizar la capacidad de refinación que han desarrollado, para poder exportar productos derivados del petróleo. Nada más que eso. Si la demanda por petróleo proviniera de usuarios finales, el precio del gas natural estaría también al alza. No lo está porque no hay forma de almacenarlo.

5. El futuro está en los mercados emergentes. Estoy en desacuerdo. Sin quitarle mérito a lo que han hecho bien países como Brasil, es mucho más lo que no han hecho. Lo que simplemente hemos visto es un flujo de salida de recursos que estaban invertidos en mercados desarrollados, donde los bonos pagan tasas bajas y el crecimiento futuro es incierto, a mercados emergentes, donde la rentabilidad ha sido mejor y el futuro parece prometedor. No se aprecia, sin embargo, que estas economías sigan teniendo una fuerte dependencia –directa o indirectamente– de mercados desarrollados. Los precios de muchas materias primas se mantienen al alza, ya sea porque reflejan la debilidad del dólar o porque, como en el caso de metales como el cobre, la demanda China (para almacenarlas y garantizar abasto futuro) ha sido determinante. Sin embargo, estos países seguirán sufriendo por la apreciación de sus monedas ocasionada por un flujo de inversiones desproporcionado al tamaño de sus economías. Esto provoca que se formen burbujas en estos mercados, ya sean inmuebles en China, o espacios de oficina en Río, donde el precio por pie cuadrado excede ya al de Manhattan. Conforme los bancos centrales se dan cuenta de que el comportamiento del precio de los activos en sus mercados depende no sólo de lo que ellos hacen, sino de la inyección de liquidez proveniente de los bancos centrales de los países desarrollados, veremos un intento desesperado por parar el flujo de inversión hacia estos países (como ya lo hizo Brasil), que también se verán afectados por la guerra comercial que viene.

6. El consumidor chino sustituirá al estadounidense como motor de demanda mundial. Como he dicho antes: no podemos sustituir a un camión jalando su carga por veinte bicicletas; son más, pero no jalan igual. El consumo estadounidense es más de 17% de la economía mundial, el chino es 2.8%.

7. Los chinos resolverán su problema de falta de consumo al construir una red de seguridad social. Aunque fuera el caso, un sistema así no se hace de la noche a la mañana. Pero el gran problema que enfrentan los chinos es demográfico. Es el resultado de una política de planeación demográfica fallida, en la que se busca que cada familia tenga un solo hijo y se privilegia que sea varón; asimismo, la falta de crecimiento poblacional y el natural envejecimiento de la gente pone a China en una situación sin salida. El problema de seguridad social les lleva a ahorrar más, pero hay países que gastan mucho, a pesar de tener un sistema de seguridad social deficiente (Estados Unidos, Inglaterra); y otros que no gastan, a pesar de tener un sistema impecable (Alemania, Japón). La diferencia entre uno y otro caso es la mediana de edad de la población.

8. La pésima experiencia histórica con el proteccionismo en la Gran Depresión llevará a que esta vez se evite caer en esa tentación. Hoy, como entonces, se conoce el peligro. El problema surge cuando unos países recurren a devaluar para ganar competitividad (Vietnam la semana pasada, China al mantener su moneda ligada al dólar), y otras economías más grandes y abiertas no tienen la posibilidad de recurrir a esa herramienta (Estados Unidos, Europa), por lo que son inundadas con productos baratos provenientes de los primeros, que les exportan su desempleo. La protección mediante aranceles y barreras comerciales surge, entonces, como la única protección posible. Eso es exactamente lo que ocurrió en 1932, a pesar de que todos sabían que iba a afectar al crecimiento mundial.

9. Las bolsas están baratas pues están muy por debajo del nivel alcanzado antes de la crisis. También la generación de utilidades lo está, y las perspectivas son mucho menos optimistas, debido a que el crecimiento económico será sustancialmente menor y a que la presión deflacionaria tendrá un fuerte impacto sobre la capacidad de las empresas de fijar precios, por lo que el crecimiento de sus utilidades será menor. Al nivel actual, el S&P 500 está a 27 veces utilidades conocidas y 17 veces utilidades esperadas. Eso implica una expectativa de crecimiento económico de entre 4% y 5%. El consenso espera un crecimiento de 2.5% (y yo creo que será menor).

10. La recuperación en el tercer trimestre, con la economía estadounidense creciendo 2.8%, indica el inicio de una fase de crecimiento sólido. El primer trimestre después de una recesión hay un rebote fuerte que simplemente refleja una cierta recuperación del consumo y la reconstrucción de inventarios. A pesar del gigantesco estímulo fiscal, éste fue el peor trimestre de “rebote” en las últimas diez recesiones, el promedio de éstos es de un crecimiento de 7.3%. Sin el gigantesco gasto público, esta economía sigue estancada. Eso lo podemos ver al evidenciar la caída de más de 5% de la carga ferroviaria (relativa a hace un año), la caída de 15% en las solicitudes hipotecarias, de 6% en los créditos bancarios, 3.4% de las hipotecas comerciales en cartera vencida y 20% de los locales en centros comerciales desocupados. Pero, además, debido al enorme gasto (al que el señor Obama le agregó 30 mil millones de dólares esta semana, es decir, un costo de UN MILLÓN DE DÓLARES POR SOLDADO), surgirán nuevos impuestos a nivel federal, estatal y local, para tratar de balancear los presupuestos. Creo que esa es una mala noticia tanto para el consumo, como para las empresas.

¿Por qué no me detengo a oler las rosas? Porque no las encuentro.

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Es columnista en el periódico Reforma.


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