Entre China y México hay más que 12.000 kilómetros de distancia

Lula, Boric y Petro, afines ideológicamente a Sheinbaum, se acercan a China, pero México tiene razones para alejarse.
AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Llegó el día en que el acontecer arancelario se hizo parte de nuestra rutina: no han sido suficientes los titulares de los medios de todo el mundo para dar cuenta de las amenazas de Washington y las respuestas de Pekín, expresión de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, con Donald Trump como el principal promotor. El hecho es que la importancia de la inversión, de la tecnología y de la influencia política, cultural y educativa de China en América Latina es cada vez más evidente. China ha incrementado su presencia en la región a través de acuerdos comerciales, proyectos de infraestructura y estrategias de “soft power” como el Instituto Confucio. Los cinco países en los que China invierte más dinero en América Latina son Brasil, Chile, Perú, México y Ecuador, un dato nada menor en el presente.

Los presidentes de Brasil, Colombia y Chile, Luiz Inácio Lula da Silva, Gustavo Petro y Gabriel Boric, respectivamente, lideran las delegaciones de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en visita a China para fortalecer los lazos comerciales y buscar alternativas. Estas visitas coinciden con la cuarta reunión de ministros de Relaciones Exteriores del Foro China-CELAC, un mecanismo creado a raíz de las victorias de la izquierda en la región en la primera década de este siglo. 

¿Cómo está navegando México en medio de la guerra arancelaria? Las primeras turbulencias se vivieron en febrero, cuando tocó lidiar con el primer embate del 25% sobre todas las importaciones mexicanas. La medida ha sido la nueva respuesta  de Estados Unidos ante la crisis de salud pública provocada por el consumo de fentanilo y la falta de acción de México contra el narcotráfico. Esta situación llamó a la indignación e, incluso, no faltaron las voces que sugirieron que México no debía darle la espalda a China, por no hablar de la redes sociales, donde sobraron los comentarios hechos al vapor, como si la cosa tratara de que si no es Chana es Juana. Pero, la presidenta Claudia Sheimbaum se ha quejado de la enorme diferencia comercial con China y ha asegurado que Estados Unidos es la prioridad del país en términos comerciales.

Sin duda, ha habido un  aumento de las inversiones del país asiático. Las inyecciones de capital siempre son bienvenidas y, en efecto, entre 2006 y 2024, la inversión directa alcanzó los 2,549 millones de dólares, aunque en instancias gubernamentales se reconoce que existe un subregistro; de hecho, China, ha desarrollado cierta infraestructura en territorio mexicano, especialmente en parques industriales en zonas como Nuevo León, Baja California, Estado de México, Coahuila y Chihuahua. No obstante, parte sustancial de las inversiones registradas llegó entre 2018 y 2024.  Es decir,  que la mayor parte de estos millones ingresaron como efecto de la primera etapa de la guerra arancelaria entre las dos potencias, cuando el incentivo para que China decidiera instalar empresas y operaciones en México fue la cercanía a Estados Unidos y las ventajas para exportar vía el T-MEC pasando por alto las barreras arancelarias. Lo cual, por cierto, no es del agrado del vecino norteamericano: la Representación Comercial de la Casa Blanca ya expuso su preocupación por la cantidad de inversión china en el sector automotriz en México.

El tablero cambia en cuestión de semanas. Ya vimos que el temporal arancelario de Trump giró hacia el resto del mundo -con especial impacto para China- y que México resultó quedar en tierra firme bajo el refugio del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Se valora que la diplomacia hiciera su trabajo al dejarnos bien parados. Pero, si algo vamos aprendiendo en estos días, es que la incertidumbre será una constante y que no importa lo que ocurra día a día porque finalmente ninguna de estas circunstancias llegará a ser definitiva. 

De todos modos, y tomando en serio que los cambios actuales sugieren ver con otros ojos a la nación asiática, conviene que México ponga atención a lo que significan determinantes como la cercanía geográfica, los valores democráticos y las venas comerciales, precedentes que México tiene con Estados Unidos y, claramente, no con China. Primera verdad de Perogrullo, la historia de Estados Unidos con México no empieza con la administración Trump. Es cierto que el tema migratorio -que conlleva un drama humanitario- es el primero que salta como desafío pendiente; sin embargo, todo el progreso, cooperación y crecimiento que el comercio ha traído de la mano permite evaluar esta relación con más luces que sombras.  A diferencia de sus homólogos de izquierda de Sudamérica, más abiertos a otras opciones, la primera mandataria ha privilegiado a su vecino. 

Tiene razón: es preferible la apuesta por el T-MEC y la integración comercial de Norteamérica en el marco de este tratado, México se ha posicionado como el principal socio comercial de Estados Unidos, ha desarrollado un perfil atractivo para la inversiones y, justamente, se ha hecho más competitivo frente a China. De allí que tenga sentido que las negociaciones de parte del gobierno mexicano se inclinen cada vez más hacia fortalecer la relación con Estados Unidos y tomar distancia del país asiático. Es más, según Jorge Guajardo, exembajador de México en China, que Estados Unidos cierre las puertas a su rival nos beneficia porque este compite con nuestro país desde el punto de vista comercial. Optar por el vecino del norte no tiene que ver solamente con llevarse bien con el funcionario principal de la Casa Blanca, sino con lo que realmente nos conviene. Por dar un dato, solo en 2024 compramos más de 129.000 millones de dólares en productos chinos, pero solo exportamos 9.932 millones de dólares al gigante asiático. lo cual explica la queja de Sheinbaum antes mencionada. 

Pero, más allá de esta situación particular, ¿por qué debería inquietar a México la manera en que China avanza en la región? Por los antecedentes en el resto de América Latina, donde la presencia de la potencia oriental es predominante y es resultado de un plan que avanzó por etapas. Primero, China actuó en modo extractivista y, posteriormente, desarrolló grandes proyectos de infraestructura y, en los últimos años, este avance se ha ido sofisticando y el impacto se advierte en la delantera china en tecnología y comercio digital. 

No tiene menos importancia que China apoya a gobiernos autoritarios como el de Venezuela y Nicaragua con la excusa de que se trata de un Estado respetuoso de la soberanía nacional,  todo con el fin de posicionarse como potencia global. Nunca está de más recordar  que China está catalogada como país “no libre” según Freedom in the World (2025). Esto resalta lo que ya sabemos: en China no existe una sociedad civil independiente, tampoco libertad de expresión, asociación, reunión o religión, y se persigue a defensores y defensoras de derechos humanos y otras personas que se perciben como críticas del gobierno. Ejemplo peligroso para México donde vivimos un debilitamiento progresivo de las entidades que defienden a la sociedad civil. Aunque el gobierno estadounidense manifieste derivas autoritarias, no puede compararse con China y tales derivas no convierten a la primera potencia mundial en una dictadura. 

¿Más razones para tomar distancia?


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: