Once tesis sobre la globalización

Tenemos que evitar a toda costa las guerras y los conflictos comerciales y aceptar que es mejor que haya una igualdad aproximada de riqueza y poder entre las distintas naciones y culturas.
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Se ha debatido mucho últimamente sobre la globalización, sus efectos, especialmente sobre la pobreza y la desigualdad, y se han hecho muchas afirmaciones contradictorias, algunas incluso absurdas. Estas son once tesis sobre la globalización.

En primer lugar, la desigualdad y la pobreza. La globalización es una fuerza para el bien global: la globalización de la actividad económica ha permitido que la producción de muchos productos básicos y la prestación de muchos servicios se realicen en los lugares donde es más barato hacerlo. Ha liberado recursos previamente utilizados para otras actividades. También ha movilizado capital y mano de obra que estaban mal utilizados o desempleados. El efecto ha sido una aceleración significativa de la tasa de crecimiento mundial (cuando se mide el crecimiento mundial utilizando medidas democráticas y no plutocráticas, que también han subido) y una disminución drástica de la desigualdad de ingresos y la pobreza de ingresos a nivel mundial.

En segundo lugar, China. Los efectos positivos más importantes, debidos en gran parte a la globalización y al comercio internacional, se han alcanzado en China. China explica la mayor parte de la disminución de la desigualdad y la pobreza mundiales. Pero estos avances se han logrado mediante la aplicación de políticas no estándar o no neoclásicas. Eso ha creado el primer dilema para los partidarios de la globalización y el neoliberalismo. Para defender la globalización tienen que elogiar a China, pero las políticas chinas les resultan desagradables. Así, sus comentarios son la mayoría de las veces contradictorios.

En tercer lugar, Occidente. La globalización ha abierto una serie de cuestiones especialmente difíciles para Occidente. No es algo que se esperase cuando Reagan/Clinton y Thatcher/Blair “vendieron” la globalización a las poblaciones occidentales como una ganancia garantizada para la clase media. Pero el éxito de los países asiáticos se ha basado a menudo en la pérdida de empleos, de buenos empleos o de salarios estables por parte de las clases medias occidentales. La sensación de inseguridad y desplazamiento se ha extendido entre ellas. Incluso cuando su crecimiento económico real era positivo, era menor que el crecimiento real de muchas poblaciones asiáticas, por lo que estas últimas han superado a menudo a las clases medias occidentales en sus posiciones de renta global. La globalización es un juego de suma cero: o estoy por delante o por detrás de ti. Para muchas clases medias occidentales se trata de una experiencia nueva: durante dos siglos, la mayor parte de la población occidental se encontraba en el veinte por ciento superior de la distribución mundial de la renta. Algunos ya no están ahí y otros pronto se verán desplazados.

Cuarto, la gran convergencia. Los éxitos de China e India tienen también un aspecto geopolítico. China e India no pueden retroceder a sus posiciones del siglo XIX. Están cambiando el equilibrio de poder, devolviendo la relación entre Europa/América y Asia a la que existía antes de la Gran Divergencia. Sin embargo, el declive económico y geopolítico de Europa y América no se contempla con indiferencia.

Quinto, los bloques comerciales. Una forma, en opinión de algunos, de invertir el declive pasa por reescribir las reglas de la globalización. La “globalización” se aplicaría solo a los países con los que se tiene una relación política amistosa. Obviamente, eso no tiene nada que ver con la globalización real. Es el regreso al mundo de los bloques comerciales. Es el mercantilismo que no se atreve a decir su nombre. Los partidarios de la globalización lo tienen difícil para defenderla ideológicamente, si es que les importa algo la coherencia mental.

Sexto, las guerras. El ángulo geopolítico ha agudizado las tensiones políticas e incluso militares a escala mundial. Así, paradójicamente, la globalización que, mediante el efecto suavizador del comercio (le doux commerce) y la interdependencia mutua, debería haber promovido un mundo de entente y paz, ha creado las condiciones inversas propicias para el conflicto e incluso la guerra. Una guerra de este tipo, si la dirige Estados Unidos, tendría como objetivo impedir que China ocupe una posición preeminente en el mundo, y si la dirige China, se utilizará para impulsarla hacia esa misma posición. Si la globalización precedió a la Primera Guerra Mundial, ¿puede preceder a la Tercera Guerra Mundial?

Séptimo, decepciones y ganancias. Lo que empezó como una globalización preñada de ventajas para muchos tiene ahora un aspecto muy distinto: precariedad del empleo y disminución relativa de los ingresos de las clases medias occidentales, incapacidad para defender ideológicamente tanto la globalización como la economía neoclásica, abandono de la globalización por algunos círculos influyentes, e incluso el intento de frenarla con guerras. Pero desde el otro punto de vista, la globalización ha creado un mundo mucho más igualitario, tanto entre los individuos del mundo como en términos de poder económico y político entre Europa/América y Asia. (África, que no ha tenido más éxito durante la globalización que antes, es una ausente notable en términos de beneficios).

En octavo lugar, el cambio climático. Incluso los aspectos positivos de la globalización (reducción de la desigualdad y la pobreza) contienen rasgos negativos. El aumento del PIB mundial, que se ha multiplicado varias veces en los últimos 30 años, también ha incrementado las emisiones de CO2 aproximadamente en la misma proporción. Eso ha dificultado la consecución de los objetivos del cambio climático y ha abierto otro campo de controversia: los objetivos podrían alcanzarse más fácilmente si Occidente creciera más despacio y los ricos de todo el mundo pagaran más impuestos. Ambas son propuestas políticamente inaceptables, por lo que los problemas del cambio climático empeoran.

Noveno, financiarización y amoralidad. La globalización ha operado a través de la financiarización de la economía, donde se ha valorado más ese negocio concreto que virtudes más sólidas como la inventiva, la constancia, la probidad, la abstinencia y la prudencia. Ha favorecido comportamientos basados en una visión a corto plazo, despreocupados por cualquier bien más amplio una vez que el dinero puede retirarse con seguridad, y ha propagado una amoralidad general en la vida empresarial. Dado que a la vez la vida empresarial se ha convertido en la mayor parte de la vida de las personas, la amoralidad se ha extendido aún más en las relaciones comunes. Cuando Milton Friedman afirmó que la función de las empresas es maximizar los beneficios, y punto, tenía razón en un sentido estricto. Pero no vio las externalidades producidas por esa afirmación. Si la consecución de riqueza, y especialmente de riqueza por cualquier medio, se convierte en el objetivo de las clases altas, se extiende por toda la sociedad y acaba destruyendo la cohesión y los lazos sociales.

Décimo, la migración. Durante todo este tiempo, la globalización fue incompleta. Incluyó primero el capital y los bienes, después los servicios y las ideas, y nunca incluyó el factor más importante: la mano de obra. La reducción de la desigualdad global no se consiguió trasladando a las personas allí donde pueden ganar más (que sería una forma natural de proceder), sino enviando el capital más cerca de donde se encuentran las personas. Hasta la mínima migración que ha tenido lugar ha producido retrocesos políticos.

En undécimo lugar, ¿qué hay que hacer? Tenemos que evitar a toda costa las guerras y los conflictos comerciales, aceptar que es mejor que haya una igualdad aproximada de riqueza y poder entre las distintas naciones y culturas, así como dentro de cada nación, y reducir las emisiones de carbono mediante una combinación de impuestos elevados sobre los bienes que emiten grandes cantidades de gases y subvenciones a sus alternativas. La naturaleza de la globalización actual me hace ser escéptico sobre la posibilidad de que logremos mejorar la estabilidad y seguridad de muchos puestos de trabajo, aceptar una mayor migración, y hacer que los líderes de la industria financiera y de TI se comporten de forma más ética.

Traducción del inglés de Daniel Gascón.

Publicado en el Substack del autor.

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Branko Milanovic es economista. Su libro más reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, Mayo de 2024).


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