Ya hablará el caballo (2)

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Imagine un escenario como el que expliqué en mi último escrito, en el cual las tasas de interés suben. En ese escenario, la sucesión de quiebras bancarias haría que los problemas de marzo pasado parezcan menores. Hoy, el margen de maniobra de las autoridades económicas es amplio, pero se reduce todos los días.

Como dijo Rahm Emmanuel, el asesor de Obama, “no hay que dejar que se desperdicie una buena crisis”. La tranquilidad ha vuelto, los mercados están al alza, y empieza a asomarse el optimismo. Este no es un momento para echar la basura bajo la alfombra: es tanta que, sin duda, acabaremos tropezando. Esta es una oportunidad histórica para hacer cambios fundamentales. Hay que forzar a que los bancos grandes se atomicen. Hay que exigir que impere la transparencia en los balances de los bancos, recapitalizarlos, reciclar los activos tóxicos, y garantizar que la recuperación se dé construyendo sobre cimientos firmes.

En la primavera de 2010, la Reserva Federal habrá acabado con su programa para recomprar 1.8 billones de dólares de instrumentos de deuda emitidos por el Tesoro de Estados Unidos. Algún día, se pasará la factura de todo este rescate. Esto ocurrirá directamente si los problemas de los bancos fuesen incontenibles [1], o eventualmente si los inversionistas creyeran en la recuperación, y las tasas de interés suban conforme la economía se recupere.

A corto plazo, la presión deflacionaria en la economía es brutal. Los países de la eurozona muestran una caída en el Índice de Precios al Productor de 7.7% en los últimos doce meses. A la larga, sin embargo, pareciera que una de las pocas alternativas será seguir monetizando la deuda y dejar que la inflación haga su aparición. Esa probabilidad, cada vez mayor, hace que la inversión en oro haga sentido de largo plazo aun a estos precios, aunque quizá habrá mejores momentos de entrada si se da un rally que fortalezca al dólar. Como dije anteriormente, es probable que veamos una caída en los precios de materias primas conforme el dólar se recupere, una vez que el “carry trade” financiado en dólares se complique. En un artículo publicado el pasado lunes, Nouriel Roubini, elocuentemente, plantea el mismo argumento.

Pero la visión de corto plazo no es exclusiva del gobierno. Las empresas privadas caen también víctimas de la misma tentación. Según un artículo de Michael Mandel en la revista BusinessWeek [2], el crecimiento económico reportado en el tercer trimestre sobreestima el resultado por un punto porcentual, pues ignora la caída en inversiones intangibles: investigación y desarrollo, diseño de productos, capacitación, etcétera. A la larga, si no se mantiene este tipo de inversión, la economía estadounidense perderá su portentosa competitividad y, eventualmente, su liderazgo.

¿Por qué están dispuestas algunas empresas a tan tremendo sacrificio? Porque las recompensas se han sesgado hacia el corto plazo. Lo importante es que los precios de sus acciones suban, pues de eso dependerá que la compensación de los ejecutivos mejore, particularmente en un mundo donde no se ve bien que se pague sueldos altos. Para cuando sea evidente el error de reducir la inversión en intangibles, el caballo quizá ya cante como Caruso.

En la política también se adoptan otras medidas que podrían costar a la larga. El gobierno de Obama sigue, una y otra vez, dándole privilegios a los sindicatos, que acabarán restándole flexibilidad laboral a la economía estadounidense; quizá el elemento que más ventaja le da sobre las economías de otros países desarrollados. Recientemente, la Casa Blanca sustituyó a Read van de Water (quien antes hacía cabildeo para la aerolínea Northwest), presidente de la Junta Nacional de Mediación (que consta de cinco miembros), y toma su lugar Lidia Puchala, quien fuera la líder del sindicato de sobrecargos. Igualmente, se están suavizando las condiciones que tienen que cumplir los sindicatos de aviación y ferrocarriles para poder irse a huelga, y en las reglas para elegir líderes sindicales se está tratando de eliminar el voto secreto, con apoyo también del gobierno de Obama.

¿Por qué haría el gobierno concesiones así, que limitaran la flexibilidad laboral? Porque es importante contar con el voto de los sindicatos en las próximas elecciones. La administración Demócrata queda bien, los líderes sindicales se cubren de gloria, y pocos se darán cuenta de que, a la larga, este tipo de rigidez laboral acaba costando empleos.

Pero, lejos de lo que uno pudiera pensar, el cáncer del “cortoplazismo” dista mucho de ser exclusivo de Estados Unidos. Los chinos siguen un modelo que saben es obsoleto, los españoles tienen un problema inmobiliario que hace que el de Estado Unidos sea un juego de niños (y permiten también que sus bancos se hagan de la vista gorda), y en México, empresas brasileñas, españolas e inglesas extraen petróleo en el Golfo de México sin competencia alguna proveniente del país, debido a que los políticos no están dispuestos a pagar el costo de hacer lo evidente, permitiendo la inversión privada en el sector energético. Los líderes del mundo tienen que darse cuenta de que la época de las vacas flacas apenas comienza, y más vale empezar a darle prioridad a lo que hace sentido sobre lo que los hace populares.

En este mundo de Internet y de gratificación inmediata, lo único que sigue en ascenso es el riesgo de que la crisis que viene haga que la crisis pasada parezca un simple ensayo.

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[1] Roubini, Nouriel: “Mother of all carry trades faces an inevitable bust”. Financial Times, noviembre 1, 2009.

[2] Mandel, Michael: “The GDP Mirage”. BusinessWeek, noviembre 9, 2009

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Es columnista en el periódico Reforma.


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