El sociólogo español Alejandro Baer.

“La negación del antisemitismo es uno de sus rasgos más extendidos hoy”. Entrevista a Alejandro Baer

Autor del libro “Antisemitismo: El eterno retorno de la cuestión judía”, el sociólogo español habla en entrevista sobre la historia y el presente de este prejuicio en España.
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Para el sociólogo Alejandro Baer, el antisemitismo es “un ángulo ciego en la sociología española”. En su libro recién publicado Antisemitismo: El eterno retorno de la cuestión judía (Catarata, 2025), Baer recorre la historia y el presente de este prejuicio en España que, si bien se ha visto inflamado en meses recientes por el recrudecimiento del conflicto Israel/Palestina, dista de ser nuevo, y ha sido alimentado desde distintas épocas y signos políticos.

Baer es investigador en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología (ILLA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid y antiguo catedrático de Sociología y director del Center for Holocaust and Genocide Studies de la Universidad de Minnesota (2012-2022). Conversé con él vía telefónica e intercambiamos correos electrónicos. A continuación, una versión editada de la entrevista.

¿Por qué escribir un libro sobre antisemitismo enfocado en España en este preciso momento? 

Un colega me dijo: “con la que está cayendo en Gaza, ¿y tú publicas un libro sobre antisemitismo?”. Esto obedece a una percepción generalizada sobre el tema del antisemitismo en España y es parte del problema que intento esclarecer con mi trabajo. El antisemitismo es visto como un fenómeno residual en comparación con otros racismos o con la islamofobia. En todo caso fue, pero ya no es, un problema europeo y además que no existió ni existe en el mundo islámico. También está muy extendida la idea de que el antisemitismo solamente existe como acusación falsa, como instrumento de propaganda para escudar al Estado de Israel de las críticas que merece. Por otro lado, cuando se admite que hay hostilidad contra los judíos, es frecuente encontrar el siguiente argumento igualmente engañoso: que el antisemitismo existe como consecuencia comprensible de los crímenes que comete Israel. La negación del problema y a su vez la racionalización del antisemitismo son posiblemente hoy sus rasgos más extendidos en España.

¿Por qué te pareció interesante abordar el tema del antisemitismo desde una perspectiva sociológica?

El antisemitismo constituye una especie de sociología fake, una parodia de teoría que explica las deficiencias y crisis en la sociedad por las perversas maniobras de “los judíos”. Al mismo tiempo sociólogos clásicos, como Emile Durkheim, Theodor Adorno y Max Horkheimer entendieron que el antisemitismo era una forma de canalizar frustraciones sociales, que tiene una larga tradición y que muta adoptando diferentes caras. También desarrollaron métodos para su estudio empírico.

Mientras que en otros países de nuestro entorno hay investigación abundante y sofisticada sobre el tema, el antisemitismo constituye un ángulo ciego en la sociología española (con honrosas excepciones de colegas, por ejemplo, en la Universidad de Valencia y la de Barcelona). Esto puede resultar llamativo, habiendo aquí una tradición antijudía tan fecunda y persistente, pero en realidad está relacionado con ello. Tiene que ver, por un lado, con el hecho que España vivió al margen de la cultura de la memoria del Holocausto y los principales debates europeos sobre este asunto. Y también tiene que ver con los propios prejuicios asentados en la comunidad académica. Recuerdo una conversación con un reputado sociólogo madrileño a quien mencioné un estudio comparativo sobre minorías del Pew Research Center, el cual señalaba un porcentaje alto de prejuicios antijudíos en España. Su respuesta me dejó de piedra: “Bueno, ya sabemos quién está detrás de estos estudios”. Como decía Freud, la locura nunca la reconoce quien la sufre.

¿En qué se diferencia el caso de España de otros países europeos?

En el resto de Europa occidental la memoria de la Segunda guerra mundial y de Auschwitz ocupó un lugar central en la cultura política. Aquí, la prolongación de una dictadura que fue aliada del eje y que siguió cultivando un antisemitismo castizo y tradicional marca una diferencia importante. Pero luego este tema fue simplemente abandonado en democracia, y sigue siendo hasta día de hoy una asignatura pendiente en el movimiento de recuperación de la memoria histórica. Expresiones, estereotipos o modos de pensamiento antisemitas en medios de comunicación o declaraciones políticas que en el resto de Europa serían escandalosos, aquí pasan desapercibidos. Obviamente, no para las comunidades judías o quienes tienen un mínimo conocimiento de qué es el antisemitismo.

En tu libro hablas de una derecha proisraelí que trafica con el motivo del influyentísimo judío y una izquierda progresista (woke) antisionista ciega al antisemitismo y a las voces judías.

Las nuevas derechas ultranacionalistas reproducen el esquema del antisemitismo clásico cuando invocan el fantasma de las “élites globalistas”, unas fuerzas invisibles y poderosas que mueven los hilos del mundo. No importa si se mencionen o no a individuos judíos específicos (George Soros, por ejemplo), el antisemitismo aquí es estructural y cumple la misma función que en el clásico (espolear el nacionalismo frente a un enemigo imaginario, capitalizar políticamente los infortunios de las clases desfavorecidas, etc). El que muchas de estas derechas se declaren proisraelíes no cambia nada porque el antisemitismo puede coexistir con esta actitud. Israel, vienen a decir, es un ejemplo que emular en una Europa asediada por la inmigración musulmana y el terrorismo islamista. Como si la realidad israelí y la europea fueran análogas en algún grado. Se trata de un filosemitismo instrumental porque Israel se vuelve una pantalla de proyección de fantasías y deseos ultranacionalistas. 

Por otro lado, un sector cada vez más numeroso de la izquierda ha abrazado el antisionismo, lo cual ha producido un divorcio contra natura entre antirracismo y anti-antisemitismo y ha excluido a los judíos del campo antiracista. Mi experiencia en Estados Unidos me abrió los ojos en este sentido. El judío es considerado blanco y privilegiado, y si no reniega abiertamente de Israel entonces es además un agente de un sistema de opresión colonial. Obviamente, la consideración del sionismo como un proyecto colonial no refleja la historia ni la realidad demográfica y política israelí. Además, si el destino de Israel es ser descolonizado “del río al mar” (es decir todo el territorio), ¿qué ocurrirá con sus más de 7 millones de habitantes judíos? Es importante distinguir que el verbo “descolonizar” en Estados Unidos, Canadá o en Australia es sobre todo una forma de pensar autocríticamente un pasado de violencia y silenciamiento de voces, conocimientos y culturas indígenas, lo cual está muy bien. Pero cuando se refiere a Israel es algo tan concreto y tangible como las masacres del 7 de octubre.

¿Por qué “el retorno de la cuestión judía”, subtítulo de tu libro?

Tanto las izquierdas como las derechas populistas han encontrado un filón político en el conflicto israelí-palestino y lo explotan eficazmente para réditos propios. Hablo en el libro del retorno de la cuestión judía por el retorno del antisemitismo pero también por la centralidad simbólica que tiene lo judío en los debates contemporáneos. En definitiva, Israel se vuelve una útil pantalla de proyección de los propios ideales, proyectos políticos y formulaciones de identidad y puede adoptar un sentido positivo o negativo. Cuando el judío cumple esta función arquetípica, el amor y el odio son dos caras de una misma moneda.

Hablas de cómo la postura antisionista conspiratoria que permea cierta parte de la izquierda surgió en la Unión Soviética. ¿Cómo se desarrolló esto y cómo brincó aquel discurso a la izquierda española? 

En la URSS y sus estados satélites, los judíos se volvieron sospechosos de ser “sionistas-imperialistas”, una quinta columna que debía ser vigilada y luego purgada. Y en el contexto de la Guerra fría, la URSS creó un marco para la interpretación del conflicto de Oriente Medio que sobrevivió al régimen que lo alumbró. Por ejemplo, la equiparación de sionismo con racismo y colonialismo (que protagoniza la Conferencia Mundial contra el Racismo celebrada por las Naciones Unidas en Durban, Sudáfrica en 2001) o la categoría amalgamada israelíes-sionistas-judíos como representación del enemigo absoluto (el nazi del presente). Especialmente tras el colapso de los acuerdos de paz de Oslo en los años 90 y durante la Segunda Intifada Palestina en la década de 2000, las iconografías y argumentos cultivados por la URSS afloraron nuevamente y con renovada intensidad. Hay aquí una ironía, porque la URSS inicialmente celebró la creación del Estado de Israel y lo apoyó militarmente, porque veía en el sionismo la consecución exitosa de una lucha anticolonial contra el imperialismo británico. 

Es cierto que la realidad del conflicto ha cambiado. La ocupación militar israelí de Cisjordania se extiende por ya casi 60 años, y la expansión de asentamientos y desposesión de población palestina son una realidad que no se puede minimizar. Aun así, la acusación de colonialismo o de apartheid rara vez se limita a esta realidad específica, sino que se aplica al Estado de Israel en su conjunto, lo cual es una falsedad. Y esto tiene su fuente intelectual en el antisionismo soviético.

Una encuesta reciente sobre Israel y las percepciones sobre los judíos concluyó que no hay antisemitismo en España. ¿Consideras que dichos esfuerzos son fallidos desde el principio?

No tienen por qué serlo, pero esta encuesta del Instituto Elcano ignora por completo la investigación sobre antisemitismo y los métodos que existen para identificarlo. Para empezar, la encuesta –más aún la telefónica– es un instrumento muy limitado para detectar opiniones sobre cualquier minoría, porque hay un tabú declarativo que hace que las respuestas tiendan a los valores medios. Igualmente, no puedes preguntar al encuestado si piensa que hay antisemitismo en España, como se ha hecho en esta encuesta. La pregunta de investigación nunca puede ser parte del cuestionario , sino que se debe desplegar en distintas dimensiones e indicadores específicos, por ejemplo, estereotipos clásicos sobre el poder e influencia de los judíos, el rechazo de la memoria del Holocausto, la deslegitimación del Estado de Israel y la negación de su derecho de existencia, entre otros. 

El antisemitismo se puede estudiar de tres modos. Con encuestas de opiniones y actitudes, analizando los registros de incidentes antisemitas y con estudios de percepciones y experiencias de la minoría judía. Y lo cierto es que los incidentes se han triplicado desde octubre de 2023, según el último informe del Observatorio de Antisemitismo. También el último estudio de la Fundamental Rights Agency (FRA) de la UE de 2024 arroja datos nada alentadores sobre experiencias y percepciones del problema entre los judíos de Europa.

Hay una anécdota en tu libro que me dejó perplejo: participaste en una conferencia sobre el antisemitismo en Madrid, durante la cual los ponentes fueron agredidos verbalmente con insultos antisemitas. El hecho, que hubiera sido escandaloso en otras geografías, ni siquiera fue mencionado en los medios.

Era una mesa redonda sobre racismo y antisemitismo en la España actual, hace ya más de una década. Pero aparentemente la palabra antisemitismo actuó como “trigger” en un sector radicalizado del estudiantado, por lo que se presentaron con la bandera palestina en la entrada del salón de actos y además distribuyeron panfletos en que el acto fue denunciado como parte de una campaña orquestada por el “lobby judío”, definido como “una élite financiera especializada en la victimización y la manipulación”. El caso muestra dos cuestiones que son reveladoras del caso español y preocupantes por producirse en la universidad. En primer lugar, la ignorancia del fenómeno antisemita a la vez que la asociación de su denuncia con una confabulación sionista. En segundo lugar, que el conflicto desborda y anula la reflexión necesaria sobre el antisemitismo. Hoy en día no se puede celebrar un acto o conferencia abierta sobre esta temática en la universidad pública española sin alto riesgo de que sea boicoteada o que los ponentes se enfrenten a situaciones degradantes y ofensivas. Cualquier actividad se debe celebrar de forma cerrada, mediante invitaciones personales y con mucha discreción. Nos tenemos que esconder de una nueva Inquisición… ironías de la historia española. ~


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