“Ni las ideas darwinistas ni las conservadoras retrocederán de un día para el otro, aunque Milei fracase”. Entrevista a Pablo Semán

El sociólogo y antropólogo, uno de los intelectuales que mejor dio cuenta del ascenso de Javier Milei, hace un balance del primer año de su presidencia y de los cambios más profundos que ha traído a la política argentina.
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Fue en 2012, durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, que Pablo Semán escribió una columna de opinión sobre la marcha opositora del 8 de noviembre de ese año en la que advertía acerca del creciente descontento social hacia el gobierno: “Si en algún lado están los ánimos conspiradores, no todos los que marcharon necesariamente buscan destitución y no hay que llevarlos a esa búsqueda. La inflación, no importa cuál sea su número, afecta dramáticamente la sensibilidad de muchos de ellos. No es para reírse. La clase media cifra su satisfacción en la posibilidad de ascender y hacer ascender a sus hijos”.

Las reacciones al texto, que sacó ronchas en la opinión pública ligada al por entonces oficialismo, lo convencieron de que había un “autoengaño” en plena formación que le estaba impidiendo al gobierno y a sus adherentes ver sus propios errores y zonas ciegas.

En 2023, pocos días después de que Milei ganara la presidencia, se publicó Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir?  (Siglo XXI), del que Semán fue coordinador. En este libro, él y autores como Sergio Morresi, Ezequiel Saferstein, Melina Vázquez, Martín Vicente y Nicolás Welschinger se acercaron al naciente universo libertario para intentar entender los anhelos y expectativas de quienes llegarían a ser sus adherentes, diagnosticando en tiempo real la crisis de representación que hizo posible el ascenso de un fenómeno político que muchos no supieron -o no quisieron– ver venir.

Hoy, el profesor de la Universidad Nacional de San Martin es conocido como el intelectual que mejor dio cuenta del ascenso de Milei.

Desde Francia, donde se encuentra dando cursos en el Instituto de Altos Estudios sobre América Latina de la Sorbona Nueva-París 3, el doctor en Antropología Social se lamenta de que “cierta vocación antipluralista”, entre otros factores, haya llevado “al peor destino político posible” al kirchnerismo.

“Sin embargo –acota–, no porque sea crítico del cristinismo voy a decir que es igual a Milei, porque no lo es. Simplemente digo que, con enemigos así, Milei no necesita amigos”.

¿Qué evaluación hace del primer año de gobierno de Milei? Se decía que sería un mandato corto porque no tenía estructura, equipo ni programa.

Las extremas derechas en América Latina, incluso ganando en segunda vuelta, construyen pisos electorales altos, casi mayoritarios, gobiernan de forma extrema con tácticas revolucionarias, tienen menos topes institucionales que las europeas y emergen en procesos más veloces. Leer los procesos de Brasil, El Salvador o Argentina como si fuesen homologables a los de Europa Occidental es el desvarío de unas ciencias sociales que todavía se preguntan por qué no hubo cerco sanitario como quien se pregunta por qué no hay salas de cine en la luna. El gobierno de Milei consolidó su mandato al aplacar la inflación, y a eso se suma el orden en las calles y la performance anti-casta que ha producido legitimidad en dos planos: crea horizonte y tiene, al mismo tiempo, el carácter de promesa en cumplimiento. Lo duro del ajuste dejó a mucha gente con dolor y sin perspectivas, pero la eficacia en la desaceleración de la tasa de inflación le renovó el crédito, permitiéndole hacer nuevas exploraciones políticas y económicas con su mandato.

¿Cómo ve el proceso de densificación organizativa que ha ido adquiriendo La Libertad Avanza?

El hecho de que Milei no tuviese poder en la legislatura, la justicia o las provincias es superado por varias circunstancias que potenciaron su capacidad de organización política. La principal es que, a la crisis económica y política que le da poderes extraordinarios, se suma que el poder ejecutivo es, por un diseño constitucional que quiso instituir “monarcas a los que llamemos presidentes” –como admiraba Alberdi en la Constitución de Chile–, el partido más poderoso del país. En ese marco, la presidencia se organiza como un emprendimiento vertical a partir del trípode conformado por Javier y Karina Milei, además de Santiago Caputo. A ello se suma el apoyo de los empresarios, que están muy contentos con el gobierno y aportan a la causa.

¿Cuál es la situación ahora?

El gobierno corre contra el tiempo hasta que crezcan las exportaciones y se reactive la economía. Pero, además de la ventaja de tener el tipo de oposición que tiene, aprende rápido y coopta cuadros de todos los partidos al servicio del nuevo vértice de poder. Así, Milei fue dándole densidad política a su mandato y a la expectativa de reseteo mientras fue desarrollando sus políticas, encontrando resistencias y, también, los argumentos que la oposición pensaba que no podría generar. Tampoco tiene garantizada la inmortalidad.

El gobierno redujo la inflación al coste de provocar la recesión más dura de América Latina, con recortes significativos en los subsidios a los servicios públicos y programas sociales. Milei prometió que en 2025 implementaría “motosierra profunda”. ¿Cómo entender que los más pobres apoyen un gobierno que parece ir contra sus propios intereses?

Milei diluye el costo de la política antiinflacionaria –destrucción de capacidades productivas, de tejido social, de convivencia democrática– en cuatro factores. La oposición no solo no consideró la inflación como un problema, sino que no valora el alivio que trae la desaceleración de la inflación. Producto de la crisis que lo lleva al poder, se fortalecieron los argumentos que señalan la inflación como un problema colectivo y la pobreza y el desempleo como problemas individuales. El costo se individualiza. Luego, la mezcla de represión y deslegitimación de los partidos populares y de los movimientos sociales –deslegitimación autoproducida, también–inhibe las reacciones populares que puedan compensar la lógica del ajuste. Incluso, algunas de esas reacciones le sirven al gobierno como ilustración de la razón que alegan que les asiste. Finalmente, el solo hecho de haber parado la tormenta alivia incluso a los que han perdido ingresos en el mercado informal.

¿Cómo interpreta sus declaraciones en el Foro de Davos contra la “ideología woke” y el inmediato “ajuste comunicacional” que el gobierno implementó para mitigar el daño?

Criminalizar las elecciones adultas que no corresponden más que a los individuos que participan de esas elecciones como tales es liberticida. Es lo que el presidente hizo y trató de relativizar a través de voceros que dicen que su diatriba es contra la pretensión de que el estado financie esas decisiones. Pero al vaivén le subyace un cálculo que va más allá de darle al mandato motivos complementarios a la economía. Busca ese rival. Deja que sus voceros digan que no es lo que quiso decir, mientras el mensaje general es una irritante réplica del juego “toco el aire a vos no te toco”, hasta que alguien antagonice con esto, confiando en el aval de su mayoría y en que una oposición K+LGBQT será fácil de derrotar.

¿Qué podría suceder en los próximos meses considerando la magnitud de la reacción contra los dichos de Milei?

La marcha del sábado 31 de enero fue masiva, de una importancia memorable, sobre todo en Buenos Aires, donde los sectores de las generaciones que han puesto en el centro de todas las batallas políticas las cuestiones de género entraron en sinergia con diversos ánimos opositores: militancias sociales, militancias kirchneristas y de izquierda, votantes y dirigentes democráticos de la UCR y el PRO y todos los que por sí solos no alcanzan hoy ni a congregar una pequeña masa ni a articular siquiera un discurso opositor, pero se oponen. Quizás, ojalá, tanto la masividad como sus límites hagan que la dirigencia política opositora pueda ver y pensar mejor su rol. Sin embargo, no espero que esa marcha sea el punto de recomposición de la oposición.

¿De qué manera Milei está profundizando su exploración iliberal?

Que él encarne una voluntad popular –que nunca es eterna ni de toda la sociedad, ni siquiera de todo el pueblo– no implica que no incurra en prácticas autoritarias, como las detenciones arbitrarias o un protocolo antiprotestas que atenta contra el derecho a la misma; el encarnizamiento contra todo lo que se presenta diabólicamente como Agenda 2030; las tentativas de reforma política que restringen la participación, y las alianzas internacionales con Putin, Meloni y Trump. La búsqueda de ser el reflejo invertido del kirchnerismo es parte de esa exploración. Que Milei resulte de la voluntad democrática de los ignorados por el elitismo del kirchnerismo y del macrismo y se extienda su sentimiento, no significa que los carriles democráticos no estén siendo obstruidos. El gobierno encadenó la estabilización con el relanzamiento de su proyecto político. Y a su vez, ensambla estos dos momentos con una exploración política iliberal que, además de ser abierta, le resulta necesaria para encarar las consecuencias sociales de mediano plazo de su economía.

¿Qué rol le atribuye a Milei cómo punta de lanza de una nueva derecha global y cuánto a sus propias especificidades?

Una de las confusiones fundamentales de los que intentaron explicar a Milei como una “ola” mundial que sobrevenía sobre Argentina sin remedio era pensar que era una réplica de algo. En la historia, en ningún caso, por regla general, nada es réplica de nada a escala local. Los comunes denominadores que pueden encontrarse no son exactamente los principales vectores de sus esfuerzos y triunfos o gobiernos a escala nacional. Son todos anti woke, pero además cada uno de ellos hace cosas muy distintas en sus países. Lo que hizo Bolsonaro, lo que hace Bukele o el propio Milei es mucho más amplio y grave que el antiwokismo. Entonces, toda la tematización de la escala global es un gran problema. En Argentina, el kirchnerismo la usa para escamotear responsabilidades políticas frente a su derrota. Se la pasaron asegurando que la excepcionalidad peronista protegía a la Argentina para, luego, diluir su agencia en la inevitabilidad de una ola mundial. También sucede que, a las gentes, incluidos los intelectuales, les encantan las categorías cómodas y presuntamente legitimadoras del propio discurso. Y entonces empiezan con una cantinela sobre lo global, las redes, etc., descuidando, por ejemplo, una de las cosas más globales que hay, que es la reacción internacional popular contra el Estado, en la que Milei flota.

¿Por qué considera entonces que se esté transformado en un ícono para la extrema derecha global?

Porque representa la idea de patear el viejo arreglo social que tiene la base social de la derecha europea. Y, en ese sentido, es bastante más representativo de eso que Bolsonaro, Meloni o Vox. Funciona bien, porque articula a nivel imaginario la radicalización de las derechas, profanando elementos que los líderes anteriores de las derechas no eran tan capaces de profanar. Es decir, habilita desacralizaciones tóxicas.

¿Cómo describiría la subjetividad política de sus adherentes?

Así como el kirchnerismo expandió una sensibilidad que se reconocía como peronista-progresista y revolucionaria, hay una parte de los votantes de Milei que tiende cada vez más a identificarse como de derecha, aunque no todos lo hagan. Es más, para la mayor parte de ellos, e incluso de los votantes que votan a la oposición, el eje izquierda-derecha no pesa tanto como suponen quienes buscan que todas las respuestas entren en ese eje. Pero estamos en una transición política en que conceptos como derecha, jerarquía o autoridad, adquieren valores positivos para sectores crecientes de la sociedad. Su núcleo asocia el esfuerzo personal y el progreso económico, y hace de esa ligazón una categoría no sólo económica, sino también identitaria y moral. Muchos de ellos son “los desconocidos de siempre” por la experiencia estatalista superficial y confrontativa del kirchnerismo. Esos grupos que componen una masa sociodemográfica diferente a la de las bases populares del peronismo histórico están ligados a la actividad por cuenta propia y a condiciones de producción contemporáneas, a partir de las cuales uno podría decir que Milei es a ese nuevo precariado lo que Perón fue al proletariado, aunque la relación entre el capital y el trabajo que propone Milei no se parezca en nada a la que promovía Perón.

El rechazo a la clase política, y particularmente al kirchnerismo, ¿ha ido reforzando el mandato de Milei?

Eso es permanente, a veces más fuerte que hace un año. Al proceso político de los últimos veinte años le aparecen, retrospectivamente, cada vez más puntos oscuros: corrupción, las denuncias a Alberto Fernández o la repetición del kirchnerismo en los gestos de siempre que pocas veces causaron resultados, y hoy son contraproducentes.

Dice que, con una oposición así, el gobierno no necesita amigos…

La oposición es su principal socia, y esto va más allá del kirchnerismo. Viven con la mandíbula dislocada, como nobles rusos en el exilio añorando el zarismo, hablando de un pasado dorado que cada vez menos personas pueden recordar como tal, o en la renuncia a la vida pública, aunque haya excepciones que es mejor no nombrar para que los envidiosos no les hagan brujerías. Se muestran absolutamente insensibles a la cuestión de la inflación. No tienen una agenda para los sectores que les retiraron apoyo ni figuras que puedan representar legítimamente el descontento y esperan que todos sus problemas sean resueltos por una catástrofe. Esta puede perfectamente suceder, pero el error de cálculo de pretender ser el relevo lógico es sólo comparable a la canallada de no buscar ser mejores. Uno a veces se pregunta si realmente les interesa algo más que una jubilación lo más segura posible. Por eso, el conjunto de la oposición, pero sobre todo el peronismo y el kirchnerismo, es responsable de haber creado las condiciones para que triunfase en la Argentina una experiencia de derecha extrema como no hay otra en el continente, incomparablemente más radical y más revolucionaria que la de Brasil. Todo el comportamiento opositor posterior al triunfo de Milei ayudó a la consolidación de su mandato, con la falta de autocrítica, las peleas internas a cielo abierto, la subestimación de sus votantes y de la viabilidad del actual gobierno, que tal vez era menos inestable de lo que se decía y supo hacer sus jugadas.

¿Qué representa hoy el conjunto de la oposición para la sociedad argentina?

Un conjunto político menos potente y bastante más heterogéneo que antes, porque incluye a todo el personal político desplazado por la revolución mileísta. Todas sus actitudes confirman su carácter de casta y facilitan cada triunfo público de Milei. La gente los reconoce como casta, de forma de que ya no se diferencia ni a Macri, ni a Cristina Fernández, ni a Massa, ni a Alberto Fernández, por más que cada uno de ellos crea que se diferencia.

¿Cuándo comenzaron las condiciones que permitieron la llegada de este gobierno al poder?

El cambio de paradigma de gobierno decantó en la sociedad años antes de su llegada al poder. Convergieron el deterioro de las condiciones económicas por la inflación y el estancamiento, el desgaste de las instituciones estatales por subgestión, la sobreoferta y la sobredemanda, la erosión de las relaciones del peronismo con los sectores que representaba y la partidización de las causas comunes a una ciudadanía que excede a la del peronismo, como la defensa de los derechos humanos. Y, además, tanto en la sociedad como en la política, ocurre algo de largo plazo: la igualdad y la democracia son valores cada vez más discutidos. La jerarquía es importante y la crítica del igualitarismo de privilegiados, que es algo distinto, también.

¿Qué otros factores contribuyeron a desacreditar la confianza en el Estado y en lo colectivo?

Desde 2008 en adelante, hasta la pandemia e inclusive con el macrismo, hubo toda una performance de sobreoferta de Estado, en este último caso con una idea gerencial. Hay una parte del Estado que es algo así como la parte blanda y que es muy visible, que fue habitada por spin doctors que sobreofertaron estatalidad o gestión, de la mano de unas ideas burdas de lo que significa relegitimar el Estado y lo colectivo o la gestión; una idea progresista de muestras gratis como las de los visitadores médicos y una idea de basar todo en transferencias monetarias que iba en contradicción con la posibilidad de producir bienes públicos e instituciones sólidas. Era un estatismo muy raro, superficial y faccionalista, con mucha oscuridad en temas de infraestructura que desacreditó al Estado, al peronismo y a la confianza en lo colectivo. También favoreció esa deslegitimación un uso partidista, instrumental y compensatorio de lo que sus propios promotores llamaban “nuevos derechos”. Eso deslegitimó al Estado y expuso a la erosión los objetivos de esas políticas.

¿Qué papel le otorga al rol de la política interna peronista en la actual situación de la oposición?

El nivel de verticalismo que tuvo el peronismo internamente es colosal. Cualquier partido democrático popular del mundo, e incluso partidos autoritarios, tienen más mecanismos de consulta que lo que ocurrió en el peronismo, donde parece que la consigna era que el líder juega 454 jugadas anticipadamente y siempre era infalible. Mucho más que un culto a la personalidad hubo y subsiste todavía un culto a la obediencia. La vuelta de la política que el kirchnerismo reivindicaba se transformó en cadenas de transmisión individualizada y verticales por WhatsAppasí como en obscenas exhibiciones de obediencia para mostrar quién era más obsecuente. Sin contar a decenas de dirigentes peronistas que protestan y protestaban en off, pero públicamente obedecen. Ese grado de verticalidad en una fuerza política sobrepoblada de pretensiones de cargos, pero insegura por una serie de derrotas enormes que prometían discontinuidad en la nutrición presupuestaria, sumida en la negación de los problemas que ella misma creaba, favoreció mucho al mileísmo.

¿Cómo ve el papel que Cristina Kirchner está jugando en la presidencia del Partido Justicialista intentando organizar a la oposición?

En Argentina, cualquier dirigente que tiene el 5% de los votos cree que tiene el deber irrenunciable de luchar por la Presidencia de la Nación, y no la responsabilidad enorme de hacerse cargo de construir una oposición ante un gobierno al que se oponen, pero que tiene cada vez más fuerza. Como muy buena parte de los dirigentes políticos, con más poder, pero sin autosuficiencia, Cristina privilegia sus proyectos más inmediatos y personales. Y eso es lo mismo que están haciendo los otros dirigentes de la oposición: cortoplacismo reducido a la medida de las ambiciones personales.

¿Y el macrismo?

El macrismo quiso reinventar la cuna como criterio de asignación de recursos y fue indolente con los dolores que producían sus políticas, que eran muchos, coronando su gestión con el endeudamiento, una pesadilla estructural que no sabemos todavía qué precio tendrá para la evolución socioeconómica del país. Todo eso conjugado con la soberbia de clase y doctrinaria, contribuyó al desprecio general hacia la política.

¿Qué rostro podría adquirir la oposición de cara a las elecciones legislativas de octubre?

No es necesario que a Milei le vaya superlativamente bien. Pero la oposición no sabe hacerse un bien a sí misma. Incluso en la perspectiva de un fracaso inminente y descalificador de Milei, los próximos procesos electorales serán, para la oposición, la oportunidad de determinar quiénes siguen, quiénes deben esperar, quiénes van al retiro. Eso dificulta cualquier tipo de unidad y de claridad programática. En principio, harán lo que les convenga a ellos como dirigentes y después lo que sea importante para sus representados teóricos y, luego, lo que sea importante para el país. Si el terror, antes que cualquier sentido de la responsabilidad los invade, podrán ensayar algo así como una unidad que, al ser de tantas heterogeneidades, solo podría ser de centro, pero como promedio, no como proyecto. Podría ser, también, que para el oportunismo de algunos se abra una posibilidad electoralmente rentable de ser radical. La oposición va por el remanente de cargos legislativos, que incluso podrían ser muchos. Esa dinámica solo obstaculizará la renovación. Una de las excepciones a este panorama puede ser la siguiente: la resistencia a la renovación es tan fuerte que podría funcionar, paradojalmente, como la legitimación de quien se anime a proponer una renovación radical de la oposición.

¿Qué cambió para siempre dentro del sistema político argentino con la llegada de Milei?

Lo que se rompió en el sistema político se vino rompiendo durante los últimos cincuenta años. La transición democrática ya se hizo con un Estado en mal estado. El peso del mercado y la defraudación sistemática de la política crearon un sujeto que confía más en el fundador de Mercado Libre que en un dirigente político. Pero lo que vino a consagrar Milei es un conjunto de ideas que una parte de la sociedad no abandonará fácilmente: ni los ideales flexibilizadores de la economía, ni las ideas darwinistas ni las ideas conservadoras retrocederán de un día para el otro, incluso aunque Milei fracase con estrépito.

Si lo que el liberal libertario representa llegó para quedarse, ¿hasta qué punto modificará la fisonomía de la cultura política argentina?

Por la vía que propone Milei, vamos tener una sociedad de dos velocidades, con déficits democráticos importantes. Independientemente de lo que suceda con lo económico, los efectos de su presidencia serán la heterogeneización sociodemográfica de la Argentina, la fragmentación, el aumento de la desigualdad entre hogares, entre regiones, entre grupos sociales y, además, un aumento de niveles de endurecimiento del régimen político en el contexto del aumento de diversas formas de conflicto social.

¿Qué consecuencias tendrá eso para la democracia?

Milei tiene un proyecto iliberal que es dañino para la noción de democracia que sostenemos muchos hasta acá: desigualación social, ataque a derechos sociales, civiles y políticos, destrucción de pisos de estatalidad que determinarán niveles de inseguridad social e individual crecientes, desde la destrucción de la salud y la educación pública hasta el particularismo de la justicia o la tributación, pasando por la extensión de instituciones hiper vigilantes bajo control faccioso. Pero, al mismo tiempo, no tengo dudas de que una oposición que no se renueva y que no le permite tener voz a la oposición social, también le causa un enorme daño a la democracia. Con esa oposición, todos los daños que pueda hacer Milei están garantizados. La calidad de vida democrática disminuirá en el contexto de la fragmentación social, las exploraciones iliberales, la irresponsabilidad de la oposición y el cansancio de la ciudadanía. ~

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es un periodista chileno independiente.


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