“Paz es una palabra que ya nadie usa en Israel.” Entrevista a Paulina Tuchschneider

La escritora habla sobre su novela "La soldada", que narra el paso de una mujer por el servicio militar en Israel.
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En el auditorio observa a la gente caminar por el pasillo y buscar sus lugares, calcula cuántos pasos necesitaría para llegar a la puerta en caso de emergencia. Bebe un poco de agua, sonríe al fotógrafo que se acuclilla para hacerle una foto. En la escritura, Paulina Tuchschneider ha encontrado un refugio, un lugar donde el trauma puede fundirse con la ficción para encontrar la paz.

Tuchschneider nació en Polonia en 1987 y emigró con su familia a Israel en 1989. Es editora de documentales en el programa de investigación periodística Hamakor (La Fuente) y acudió a mediados de año a la Feria del Libro de Buenos Aires para presentar su novela La soldada, publicada en España (Periférica) y en Argentina (Cumulus Nimbus).

El libro sigue la vida de una joven israelí que sabe que debe registrarse en el ejército, pero no quiere hacerlo. La historia se sitúa durante la guerra del Líbano de 2006, en la que Israel luchó contra Hezbolá. La narradora sufre ataques de ansiedad al tener que obedecer las órdenes de superiores que desdeñan cualquier concepto de empatía. Desde el principio, parece preguntarse, ¿qué pasa si no te ajustas a lo que la sociedad espera de ti? El libro muestra a gran detalle los espacios compartidos, a veces asfixiantes, en el ejército. El estrés de no saber qué puede pasar de un momento a otro. No hay glorificación del patriotismo o sacrificio por el país. Más bien existe un comentario sobre los efectos psicológicos de la guerra: la decisión de la protagonista de abandonar el ejército la libera y a la vez la destruye antes los ojos de los demás.

Conversé con Tuchschneider en Buenos Aires.

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¿Cuándo empezaste a escribir La soldada y por qué?

No recuerdo haberlo escrito, eso es lo inquietante. Escribo todos los días, es algo que hago siempre, y no recuerdo haberme sentado a escribir este libro. Pero creo que lo hice no hace mucho, quizás hace un par de años. Nos mudamos a un apartamento y de repente encontré todos mis diarios y en uno encontré lo que sería el borrador del libro, escrito de mi puño y letra, y creo que lo había bloqueado completamente en mi cabeza porque era un trauma. Y por eso creo que no lo escribí muy pronto después del servicio militar.

Tal vez pasé varios años borrando completamente el recuerdo. Esa experiencia sigue afectando mi vida. Creo que varias cosas que ocurrieron allí me marcaron. Por ejemplo, cuando estalló la guerra nos encerraron en un búnker. Y durante muchos años tuve ataques de pánico en lugares donde no tenía claro dónde estaba la salida o cómo saldría en caso de emergencia. No puedo estar en un lugar donde no pueda ver dónde está la salida. No me gusta volar porque no puedo salir del avión si así lo deseo.

No sabía por qué había borrado la experiencia del ejército y me llevó mucho tiempo comprender que era porque me habían encerrado allí en un búnker. Esa experiencia tuvo muchas consecuencias en mi vida y probablemente me llevó mucho tiempo sentarme a escribirla. Incluso después de escribirla, una parte de mí quería borrarla.

Creo que cuando editas lo que has escrito entiendes una cosa: esto es un libro. Porque algunas historias tienen que hacerse más interesantes. El libro tiene vida propia y lo trabajas como un libro y no como tus memorias o tu experiencia personal. Y ya no estoy segura de qué partes pertenecen a lo que viví y qué partes no. Se está rodando una película sobre el libro y el director no paraba de preguntarme: ¿Cómo era el lugar? ¿Cuánta gente había? ¿Cómo era la oficina? Y no me acuerdo. Supongo que es porque fue una experiencia dolorosa.

Ir a contracorriente en Israel requiere valentía. ¿Cómo lo consigue la protagonista?

Me gusta que lo llames valentía, porque en el libro para ella es un fracaso. A lo largo del libro entra en el sistema y encuentra mecanismos para sobrevivir. Todo se desmorona cuando estalla la guerra.Y creo que para ella es un fracaso porque, si abandonas el ejército durante la guerra, significa que te ha pasado algo horrible, a tu alma, a tu cuerpo. Hay un compromiso muy fuerte que uno tiene en Israel, especialmente durante la guerra, de que tienes que funcionar, tienes que proteger a tu país, y en el libro no solo se falla a sí misma, sino que falla a sus amigos y a todos los que la rodean.

Una cosa trágica que ocurre es que ella se acerca a su comandante y le dice que se está desmoronando. Y uno esperaría que el comandante la regañara, pero en lugar de eso la ve como un punto débil en su ejército. Es mejor que se vaya. Al final del libro, la reacción de sus amigos es: nos has traicionado. Y sí, por supuesto, es algo horrible en Israel. Creo que uno no hace eso a menos que no tenga otra opción.

El hecho de que la protagonista decida ir a hablar con un comandante lo veo como un acto de valentía, porque algunos dirían: tengo que quedarme aquí porque este es mi destino. Y creo que la razón por la que quería escribir el libro era porque mucha gente no consigue funcionar en el ejército. Si se recluta a absolutamente todo el mundo en el país, siempre habrá alguien a quien le afecte demasiado. Yo quería sacar a relucir esa voz.

Ahora se habla un poco más de los que fracasan, de los que son débiles. Cuando salió el libro, muchas mujeres me escribieron diciendo: a mí me pasó lo mismo, no podía funcionar y me vine abajo. Era un debate importante que había que tener en Israel. Ha habido muchas mujeres valientes desde el 7 de octubre. Es la primera vez que las mujeres lucharon en tanques. Hicieron cosas arriesgadas y tengo curiosidad por aquellas que no funcionaron tan bien, qué pensaban y qué sentían. ¿Cómo es sentirte atacada y tener miedo? ¿Y las que no pueden afrontarlo? Me atraen esas situaciones, es una de mis obsesiones.

Algunas personas en el ejército no quieren que se oigan estas voces porque crea una especie de disenso y separación. Prefieren que la gente diga que solo hay una cosa: alistarse en el ejército. Ahora bien, si hablamos de la situación después del 7 de octubre de 2023, creo que Israel no puede permitirse que muchos soldados no funcionen. El país está en problemas, tiene un montón de guerras en todas las fronteras en este momento. Y no tengo una buena respuesta para lo que el país debe hacer. Que sea obligatorio reclutar a todo el mundo es una pesadilla. Pero, por otro lado, el país debe tener un ejército.

En La soldada mencionas que todos deben ir al ejército en Israel, excepto los judíos ortodoxos.

Este es un tema doloroso. Si quieres que me enfade, háblame de ello. Es uno de los mayores problemas en Israel. Están por encima de la ley, en cierto modo; tienen un acuerdo increíble en el que no tienen que servir en el ejército, no participan en nada. Algunos de ellos, de hecho, no reconocen a Israel como Estado, pero obtienen muchos beneficios y mucho dinero del Estado. Viven en comunidades muy unidas. Tienen su propio sistema educativo, pero todo es financiado por el gobierno.

Esto se ha prolongado durante años, en una especie de acuerdo que los judíos no religiosos aceptaron. El 7 de octubre cambió la situación porque de repente el país estaba en peligro y necesitaba soldados. Y ahí tienes un enorme grupo de hombres jóvenes capaces que simplemente no participan en nada.  Creo que ahora tendrá que haber una especie de cambio tectónico.

¿Puedes hablar un poco más sobre los soldados y los dilemas?

Soy editora de documentales y estoy expuesta a muchas historias de hombres y mujeres que han regresado, como la primera oleada de los que lucharon contra Hamás en octubre. Aquello debió de ser una locura porque Hamás masacró el sur de Israel. Cuando oyes historias de lo que pasó allí, es horrible.

Pero luego vino la segunda fase de la guerra en Gaza, y estoy segura de que fue una lucha muy complicada porque Hamás está dentro de la población. Y lo que describen los soldados al volver fue que cuando entraban en cada casa había niños en el jardín, en la escuela. Así que tuvieron que enfrentarse a dilemas difíciles.

Hamás todavía tiene rehenes israelíes en Gaza, y en un trágico suceso los soldados israelíes dispararon a tres rehenes porque los confundieron con combatientes de Hamás. No lo sabían. Todos estos hombres y mujeres tuvieron que enfrentarse a dilemas imposibles.

Israel fue atacado y la reacción fue “tenemos que responder”, pero fue algo feo. Y esta es la guerra más larga. Van a quedar secuelas psicológicas en todos estos soldados que se enfrentaron a esos dilemas. Es un desastre y aún estamos en ello. Es muy difícil analizarlo por ahora. He visto que algunos de ellos están destrozados por dentro, los que han vuelto no están bien. Son muy jóvenes, quizá tengan 18 años, y tienen que enfrentarse a esos dilemas imposibles. Es una carga muy pesada.

Con lo que has visto y vivido, lo que está pasando en Gaza, ¿crees que puede haber más que una sola verdad?

Me preocupa mucho cuál será la situación en Israel en los próximos años, porque mucha gente va a tener traumas postraumáticos por lo que vieron, por lo que hicieron. De repente hay un gran número de soldados, y algunos de ellos son buenos soldados, que por dentro se sienten conflictuados sobre ciertas cosas.

Es la primera vez que camino por Tel Aviv y veo un montón de gente herida y lisiada. Y no puedes evitar pensar: este va a ser un país con mucha gente afectada. La cantidad de violencia que infligieron y que les han infligido va a tener un efecto enorme.

Estoy preocupada porque el país tiene ahora el peor gobierno de la historia. Ahora hay una extrema derecha, muy nacionalista, a favor de los colonos. Son las peores personas de extrema derecha que han estado nunca en el poder, y ellas marcan la pauta. A un gobierno como el actual no le interesa la paz. La palabra paz es una palabra que ya nadie usa en Israel. Es como un sueño olvidado. Murió cuando asesinaron a Yitzhak Rabin. Ser de izquierda en Israel se considera un insulto.

Hablar de paz es algo que se ha eliminado completamente de la conversación, porque es demasiado complicado dividir el Estado. Significa un montón de decisiones difíciles y al actual primer ministro se le da muy bien no tomar decisiones difíciles hasta que el conflicto le explota en la cara. ¿Y qué se puede hacer? La izquierda en Israel está completamente muerta. Yitzhak Rabin y Shimon Peres se están revolviendo en sus tumbas. Su legado de paz está muerto, por desgracia. ~

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es periodista y narrador. Ha vivido en Bélgica, Estados Unidos y Noruega. Es autor de las colecciones de cuento Y sin querer te olvido (Felou, 2014) y Silencios al sur (Felou, 2017). Parte de su obra ha sido traducida al francés y al neerlandés.


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