Por petición popular retomo un tema recurrente: enseñar historia económica a través de la lente de la cultura popular. Hoy: bonos, intereses y la planificación financiera del siglo XVIII en Inglaterra.
En el que probablemente sea mi artículo preferido, intenté calcular exactamente hasta qué punto era rico el señor Darcy –el señor Darcy, por supuesto, de la novela de Jane Austen Orgullo y prejuicio–. Mostré que, sea cual sea el método que utilices para traducir los ingresos al presente, todos los personajes de la fascinante historia de Austen son asombrosamente ricos. Pero, como bien sabemos hoy, hay grandes diferencias incluso entre los superricos: comparemos a Bernie Sanders (millonario de poca monta) con George Lucas y Steven Spielberg (cuya riqueza supera los 1.000 millones de dólares) o Jeff Bezos (el hombre vivo más rico del mundo).
Emplear Orgullo y prejuicio para ilustrar una observación económica no es insólito (Piketty lo hizo en El capital en el siglo XXI), así que discutiré de forma parecida los mercados financieros británicos de los siglos XVIII y XIX utilizando a los personajes de este relato bien conocido.
El punto principal es la siguiente reflexión, cortesía de The National Debt, del execonomista de Oxford Martin Slater (2018, 52): ¿cómo es que los “personajes femeninos de las novelas del siglo XIX siempre parecen tener unos ingresos sospechosamente exactos de ‘tantas libras al año’”? ¿De dónde viene este dinero? ¿Por qué es tan exacto? ¿Y cuál es la razón por la que Piketty utiliza este ejemplo literario concreto para ilustrar la permanencia y el flujo constante de ingresos que produce el capital?
Bonos y mercados financieros
Los mercados financieros son verdaderamente asombrosos, no solo por su impresionante amplitud o su capacidad de devastación, sino por las muchas necesidades distintas que satisfacen de forma simultánea para mucha gente distinta. Slater nos guía hábilmente por el confuso batiburrillo que son las finanzas públicas inglesas de los siglos XVII y XVIII, pero lo que emerge en 1757, tras la consolidación de la deuda gubernamental de Henry Pelham, son dos tipos –y para nuestros fines, equivalentes– de títulos: las Anualidades Consolidadas del 3% y las Anualidades Reducidas, llamados afectuosamente bonos “Consols”. Eran bonos gubernamentales permanentes con pagos de intereses anuales. Esto significa que no tenían fecha de vencimiento, es decir, que el propietario del bono podía esperar que el gobierno siguiera pagando el 3% del valor nominal para todo el futuro (un Consol que emitió Churchill fue repagado y retirado hace unos pocos años, después de casi un siglo de servicio).
Suceden dos cosas interesantes. En primer lugar, el “valor inicial” –el valor nominal– de la deuda en perpetuidad se vuelve casi irrelevante, porque lo único que le importa al emisor es la capacidad de mantener el pago de la tasa de interés; no hay presunción de un reembolso futuro. En segundo lugar, los acreedores –es decir, los poseedores de los Consols que reciben los pagos regulares de intereses– pueden cambiar ese bien en los mercados financieros. Como la plétora de diferentes activos de deuda estaban identificados en un solo activo creíble, idéntico y fácil de localizar, el mercado para los Consols del 3% en Londres se transformó en un mercado muy grande y líquido. Con esa facilidad de acceso y pagos predecibles y estables, los Consols se convirtieron en el instrumento de ahorro para familias prósperas en la época de Austen.
Una nota sobre el rendimiento
Los Consols, esencialmente un trozo de papel con un valor nominal de 100 libras, daban derecho a su propietario a un flujo perpetuo de pagos por el gobierno, en este caso de un 3%, o 3 libras. Ahora bien, el precio real al que este papel se podía vender en Londres fluctuaba ampliamente según las condiciones del mercado financiero y, de manera más prominente en el tiempo de vida de Austen, durante las guerras napoleónicas. Puesto que el pago anual de tres libras era servido por el gobierno británico, y las dificultades financieras durante la guerra incrementaban el riesgo de incumplimiento (a través de una invasión extranjera o del propio gobierno británico), el precio de los Consols reflejaba sobre todo el éxito militar.
Cuando el precio de mercado de una deuda cae por debajo de su valor nominal, la tasa de interés efectiva (el “rendimiento”) que un posible inversor recibe aumenta; pagar 50 libras por un Consol de un valor nominal de 100 libras y 3 libras de interés perpetuo le da al inversor un interés del 6% en vez del 3% (3/50=0,06). Puesto que los Consols eran el activo más dominante en el mayor mercado financiero del mundo, su precio se convirtió “en el precio de activo más importante de la economía mundial”, en palabras de Klovland (1994: 165). Este es el rendimiento de los Consols durante la vida de Austen.
GRÁFICO
Alcanzó su punto más bajo con un 3,11% en 1792 (casi lo mismo) y un máximo del 6,22% en 1798 (por debajo de 50 libras) tras la suspensión del patrón oro.
Los Bennet y las fortunas de los jóvenes apuestos
Las familias de Orgullo y prejuicio utilizaron con habilidad este vibrante mercado financiero, no específicamente para el comercio sino para la planificación financiera (otros, como el economista británico David Ricardo, y las familias banqueras de Rothschild y Barings, hicieron parte de su fortuna comerciando con Consols).
En la novela, el señor Bennet –el padre de la protagonista, Lizzy– tiene unos ingresos de 2.000 libras al año (de nuevo, se puede ir a mi artículo de 2016 para encontrar tres intentos de “traducir” esas cantidades al dinero actual). No está claro qué ingresos vienen de dónde, pero parece una apuesta sensata pensar que se deriva, como ocurría con mucha otra nobleza terrateniente de la época, de alquilar tierras de granja que pertenecen al hogar familiar, Longbourne. Además, sabemos que la parte de la señora Bennet es una contribución de 5.000 libras, que es la única herencia a la que tienen derechos las (cinco) hijas Bennet.
Ahora bien, las familias prósperas como los Bennet utilizaban los Consols para asegurarse de que los hijos que no heredaban tenían al menos una fuente de ingresos tras la muerte del padre. La preocupación subyacente en Orgullo y prejuicio, que hace que la señora Bennet se preocupe tanto sobre los matrimonios afortunados para sus hijas, es que la propiedad de los Bennet es para el señor Collins, y con ella los supuestos ingresos de alquiler de 2.000 libras al año. Eso dejaría a las chicas sin hogar, obligadas a vivir de la herencia de 5.000 libras al año de la señora Bennet.
Austen empezó a escribir First Impressions (el título inicial de Orgullo y prejuicio) en octubre de 1796. Durante la década que condujo a esto, el rendimiento de los Consols había estado firmemente dentro del intervalo entre el 3,5-4,5%, en torno al 4% durante años. No debería sorprendernos que la fortuna de 5.000 libras de la señora Bennet, que posiblemente consiste en Consols, hubiera sido adquirida por unas 75 libras, lo que predeciblemente daba a la familia un retorno anual del 4%. De hecho, los personajes de Orgullo y prejuicio parecen bastante convencidos de que el 4% era la norma general. Por ejemplo, en un intento desesperado de aumentar su ya inane propuesta a Lizzy, el señor Collins dice explícitamente:
Soy totalmente indiferente a la fortuna, y no pediré nada en ese sentido a tu padre, puesto que soy bien consciente de que no podría satisfacerse, y que solo tendrás derecho a mil libras al 4%, que no serán tuyas hasta que tu madre muera.
(Cap. 19, p. 133 de la edición de HarperCollins)
Aquí vemos la gran utilidad que los Consols tenían para familias como los Bennet. Cuando los padres muriesen, las 5.000 libras que valían los Consols podían dividirse en partes iguales entre sus hijos; lo que le tocara a Lizzy serían 1.000 libras, lo que le daría un retorno en intereses del 4% anual, o 40 libras (aunque quizá fuera una suma que superase las ganancias de varios años para un trabajador normal, era una suma bastante pequeña para las familias ricas: al contemplar el imprudente matrimonio de Lydia, la hermana de Lizzy, sabemos que el señor Bennet gastaba casi cien libras al año solo en compras y dinero para Lydia). Como eran bienes financieros líquidos, dividir los Consols entre los hijos era muy fácil, y ese flujo constante de ingresos garantizaba que al menos tendrían algunos ingresos. Si no se producía una conquista napoleónica, el pago de intereses de los Consols llegaría regularmente un año tras otro.
En cuanto al apuesto joven, el caso del señor Bingley es más sencillo que el del señor Darcy. Sabemos que los ingresos de Bingley no vienen de la agricultura, sino de inversiones de una fortuna de casi 100.000 libras que había heredado de su padre, que todavía no había adquirido una propiedad. La fortuna fue “obtenida a través del comercio”, donde el algodón y el transporte son candidatos principales, pero el comercio de esclavos es también una posibilidad. También sabemos que la ambigüedad de sus ingresos anuales (4.000 o 5.000) está dentro del retorno de una fortuna de ese tamaño invertida en Consols. De hecho, que Bingley posea ese tipo de fortuna, tenga esos ingresos y aun así no tenga una propiedad, sugiere que su riqueza financiera consiste sobre todo en Consols –quizá con el complemento de algún tipo de acciones (el Banco de Inglaterra o la Compañía de las Indias Orientales son candidatos plausibles). Claramente, dinero nuevo.
Por otro lado, es obvio que el señor Darcy es dinero viejo. Y mucho. Hay indicios sutiles en la novela de que Pemberley ha estado en la familia Darcy desde hace generaciones. Lo que no sabemos es cómo se ganan exactamente estas 10.000 libras al año. Al visitar Pemberley en Derbyshire con su tía y su tío, el ama de llaves le dice a Lizzy que el señor Darcy es un hombre generoso y justo: “pregunte a cualquiera de sus inquilinos”, dice, lo que indica que el señor Darcy tiene una buena cantidad de ellos, como uno esperaría en una propiedad considerable como Pemberley. Ahora bien, no conocemos si la totalidad de sus 10.000 libras al año vienen del dinero de los alquileres; podría ser que parte de sus ingresos sean financieros –o que sus ingresos financieros o de alquileres estén excluidos de la cifra rumoreada. Más allá de una mención de la fortuna de su hermana Georgina de 30.000 –que, por motivos de conveniencia, probablemente estaría en Consols–, sabemos muy poco de las finanzas personales del señor Darcy.
El uso y abuso de los Consols
El mercado financiero para la deuda del gobierno a finales del siglo XVIII y principios del XIX no se creó pensando en la planificación financiera, sino por mejoras incrementales a anteriores problemas de financiación del gobierno. El resultado, sin embargo, fue un llamativo éxito para el Reino Unido, cuyo floreciente mercado financiero fue en buena medida responsable del siglo británico, que se prolongaría hasta la Primera Guerra Mundial.
Además, como observaron economistas contemporáneos desde Ricardo y John Stuart Mill hasta Malthus y Lauderdale, los recurrentes pagos de intereses, financiados por impuestos, pueden haber tenido consecuencias macroeconómicas bastante grandes. Gravar inversiones “productivas” para financiar a tenedores “improductivos” de deuda gubernamental era, se decía, dañino para el país, y en un tiempo en el que los gastos gubernamentales consistían en buena medida en el ejército y la deuda, el impacto de financiar la deuda era de importancia política vital.
El uso que hacía Piketty de la Inglaterra de Austen (y de la Francia de Balzac) buscaba precisamente la misma distinción. La riqueza, en opinión de Piketty, se perpetúa, y obtiene sin esfuerzo su retorno (dan igual las cuestiones de trabajo, riesgo y selección en el asunto). Al pagar continuamente el interés de su deuda, los gobiernos de la Gran Bretaña de Austen financiaban los ociosos estilos de vida de los ricos, del mismo modo que el retorno “natural” de los ricos actuales contribuye y mantiene la desigualdad en nuestros días.
El Consol fue un invento revolucionario, pero es posible que no formara parte de las diez mil libras al año del señor Darcy.
Publicado originalmente en Notes on Liberty.
Traducción del inglés de Daniel Gascón.
Joakim Book es economista. Colabora en notesonliberty.com