La hipĆ³tesis de Bernardo Reyes

El "hubiera" crucial de Profirio DĆ­az fue negarle el paso al general Bernardo Reyes.Ā 
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¿CuĆ”l fue el "hubiera" crucial de Porfirio DĆ­az? No me cabe duda: la negaciĆ³n de abrir paso al general Bernardo Reyes.

SegĆŗn Luis GonzĆ”lez (La ronda de las generaciones), Reyes pertenecĆ­a a la segunda generaciĆ³n del ciclo porfiriano, la de los "CientĆ­ficos" (nacida entre 1841 y 1856). No todos sus miembros formaban parte de aquel grupo de tecnĆ³cratas encabezados por el eficaz secretario de Hacienda JosĆ© Yves Limantour, y en el cual brillaba –entre muchos otros– el jurista e historiador Justo Sierra, futuro ministro de InstrucciĆ³n PĆŗblica. Los militares de la generaciĆ³n, entre los que descollaba Reyes (nacido en 1849), eran sus adversarios acĆ©rrimos. Pero la misiĆ³n histĆ³rica de todos cabĆ­a en una palabra: ConsolidaciĆ³n. No solo se sentĆ­an responsables sino herederos de la era de "Paz, Orden y Progreso" creada por DĆ­az y su generaciĆ³n. Pero antes de pensar siquiera en regir al paĆ­s habĆ­a que despejar una inmensa incĆ³gnita: ¿CuĆ”ndo, a quiĆ©n y cĆ³mo dejarĆ­a el poder Porfirio DĆ­az? ¿Lo dejarĆ­a alguna vez?

DĆ­az gobernĆ³ con su propia generaciĆ³n hasta principio de los aƱos noventa, cuando el retiro, la edad y la muerte diezmaron a sus coetĆ”neos y franquearon el paso a aquella segunda generaciĆ³n. Tras su quinta elecciĆ³n consecutiva (1900-1904), DĆ­az visitĆ³ a Bernardo Reyes (gobernador de Nuevo LeĆ³n), elogiĆ³ enfĆ”ticamente su gestiĆ³n (cosa rara en Ć©l) y lo trajo a la ciudad de MĆ©xico para reorganizar el ejĆ©rcito. Reyes cumpliĆ³ con creces su cometido. Escribe Luis GonzĆ”lez: "aumentĆ³ los salarios de la tropa, y … dotĆ³ a MĆ©xico de una musculatura muy presentable". Este desempeƱo estableciĆ³ su calidad de heredero, que Reyes remachĆ³ con un gesto de lealtad: escribiĆ³ una biografĆ­a de DĆ­az. Por su parte, el grupo CientĆ­fico perfilĆ³ a su rival Limantour. Para Porfirio era el momento de decidir. Pero, como era su costumbre, se eligiĆ³ a sĆ­ mismo.

Fue un error histĆ³rico. El siglo XX habĆ­a llegado con un tropel de tensiones y conflictos que se agudizarĆ­an cada aƱo. En los aƱos siguientes el mundo presenciarĆ­a el ascenso del anarcosindicalismo y el socialismo, la Guerra Ruso-Japonesa (1904), la primera RevoluciĆ³n rusa (1905). En MĆ©xico, los primeros congresos revolucionarios, la conciencia creciente del agudo problema agrario, las sangrientas huelgas de Cananea (1906) y RĆ­o Blanco (1907). Anclado en su generaciĆ³n y su Ć©poca, DĆ­az no comprendĆ­a ni justificaba las nuevas corrientes; Reyes, mĆ”s joven y alerta, introdujo reformas sociales en su estado (campaƱas sanitarias, servicios pĆŗblicos, leyes laborales y de instrucciĆ³n, regulaciĆ³n del trabajo rural). Por eso, entre 1904 y 1908 su popularidad fue en aumento.

Cuando en la famosa entrevista con James Creelman (1908) DĆ­az anuncia que no buscarĆ” la reelecciĆ³n en 1910 y da la bienvenida a la contienda electoral, el reyismo consolida su presencia. Reyes no solo conquista a su propia generaciĆ³n sino a muchos personajes de la generaciĆ³n siguiente (la "GeneraciĆ³n Azul", crĆ­tica y escĆ©ptica, nacida de 1857 a 1872, entre la que se encuentra Venustiano Carranza) y aun de la generaciĆ³n propiamente revolucionaria (1873-1888). Para DĆ­az, esa era la segunda (y Ćŗltima) oportunidad de salvar a su rĆ©gimen. Fatalmente, la desaprovechĆ³.

El paso de la estafeta a Reyes era la escena crucial del libreto que DĆ­az no supo escribir. Al aferrarse al poder y la gloria, DĆ­az no solo instaurĆ³ una gerontocracia sino que bloqueĆ³ a dos generaciones completas, personas cuya edad fluctuaba entre los 30 y 60 y que en 1910 no hallaron vĆ­as de participaciĆ³n. El propio Porfirio debiĆ³ entenderlo: a los 41 aƱos de edad se habĆ­a levantado en armas contra JuĆ”rez y Lerdo por motivos similares. De haber cedido el poder, un sector de la clase media se habrĆ­a incorporado a la vida polĆ­tica impulsando por la vĆ­a de la reforma (no de la revoluciĆ³n) los necesarios cambios sociales: sindicalismo libre, control de los recursos naturales, educaciĆ³n masiva, incluso una reforma agraria (aunque es probable que la situaciĆ³n en Morelos habrĆ­a encontrado fuertes resistencias). En cualquier caso, inhabilitar a Reyes y enviarlo al exilio fue el segundo y definitivo error histĆ³rico de Porfirio DĆ­az.

La anticlimĆ”tica vuelta de Reyes en 1911 y su injustificable rebeliĆ³n contra Madero fueron intentos desesperados por regresar las manecillas del reloj. Tal vez pagĆ³ su servilismo a DĆ­az con su martirio. Nos queda un consuelo: de haber sido presidente, acaso su hijo Alfonso no habrĆ­a sido el maravilloso escritor que fue.

(Publicado previamente en el periĆ³dico Reforma)

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial ClĆ­o.


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