Foto: Archivo Agencia EL UNIVERSAL/RDB.

Enrique Florescano: del maĆ­z a la bandera

Un recorrido por la formaciĆ³n, estudios y libros de Enrique Florescano (1937-2023) describe un arco inagotable de periodos y enfoques, que raras veces ocupan la obra de un solo historiador.
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DifĆ­cil imaginar un tema de la historia de MĆ©xico que no interesara a Enrique Florescano Mayet (1937-2023). Un recorrido por su formaciĆ³n, sus estudios y sus libros, digamos, entre Precios del maĆ­z y crisis agrĆ­colas en MĆ©xico (1969) e Historia de la bandera mexicana. 1325-2019 (2021), describe un arco inagotable de periodos y enfoques, que raras veces ocupan la obra de un solo historiador.

Las decenas de libros que escribiĆ³ o coordinĆ³ incluyen la historia prehispĆ”nica, la conquista y la evangelizaciĆ³n; la formaciĆ³n de las villas, comunidades e instituciones virreinales; la hacienda colonial, la minerĆ­a, la agricultura, la ganaderĆ­a y el comercio; la guerra de independencia, el proceso polĆ­tico de formaciĆ³n del Estado nacional en el siglo XIX, la institucionalizaciĆ³n y difusiĆ³n de la historia patria y la transformaciĆ³n de la memoria nacional durante el cambio revolucionario y postrevolucionario en el siglo XX.

En sus estudios doctorales en ParĆ­s, durante los aƱos 60, habĆ­a entrado en contacto con la obra de Ernest Labrousse y Ruggiero Romano, dos expertos en la economĆ­a moderna europea que, como los grandes maestros de la Escuela de los Annales, con Fernand Braudel a la cabeza, entendĆ­an los fenĆ³menos econĆ³micos como parte de estructuras profundas, a nivel demogrĆ”fico y antropolĆ³gico, cuyas mutaciones eran lentas y, a la vez, integrales.

Aquel estructuralismo del joven Florescano se plasmĆ³ en sus dos siguientes libros, Estructuras y problemas agrarios de MĆ©xico (1971) y Origen y desarrollo de los problemas agrarios de MĆ©xico (1976), que valdrĆ­a la pena releer en estos dĆ­as junto a los de Roger Bartra, Enrique Semo, Pablo GonzĆ”lez Casanova y otros pensadores mexicanos, inmersos entonces en un debate tĆ­pico de la Guerra FrĆ­a: los modos de producciĆ³n en AmĆ©rica Latina y el Caribe.

Sin embargo, el estudio de la obra Florescano podrĆ­a arrojar conclusiones equĆ­vocas si se toma en cuenta, Ćŗnicamente, la sucesiĆ³n de sus libros. A juzgar por sus colaboraciones en la revista Historia Mexicana, publicaciĆ³n que dirigiĆ³ entre 1971 y 1974, con HĆ©ctor Aguilar CamĆ­n como Jefe de RedacciĆ³n, ya desde aquellos aƱos formativos los intereses de Florescano desbordaban la historia econĆ³mica.

Antes de publicar adelantos de su clĆ”sico anĆ”lisis sobre los precios del maĆ­z, las sequĆ­as y las hambrunas en el BajĆ­o, se habĆ­a interesado en la formaciĆ³n de las grandes ciudades mesoamericanas, Tula y TeotihuacĆ”n, y en los mitos de QuetzalcĆ³atl y la ToltecĆ”yotl. TambiĆ©n mostrada Florescano, desde los aƱos 60 y 70, un conocimiento muy exhaustivo sobre el desarrollo cultural de los mayas, antes de la conquista, sobre la obra filosĆ³fica de Antonio Caso, la antropolĆ³gica de Manuel Gamio y sobre las guerras de independencia en la AmĆ©rica hispana.

Es bueno recordar, en estos dĆ­as, que en 1973, cuando aparecĆ­an aquellos estudios sobre la estructura agraria novohispana a fines del XVIII, Florescano reseĆ±Ć³ la ediciĆ³n en inglĆ©s de la famosa monografĆ­a de John Lynch sobre las revoluciones hispanoamericanas del siglo XIX. Siguiendo a su maestro Labrousse, quien insistĆ­a en que detrĆ”s de cada revoluciĆ³n moderna se escondĆ­a un colapso econĆ³mico, el historiador veracruzano aseguraba que el libro de Lynch ā€œdaba pleno acceso a las nuevas interpretaciones socioeconĆ³micasā€, a la vez que ā€œrevaloraba los procesos polĆ­ticos e ideolĆ³gicos dentro de un nuevo contextoā€.

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Ya desde aquellos textos tempranos era perceptible el avance de Florescano hacia los temas del poder en MĆ©xico, en la larga duraciĆ³n. Dos ejes de ese poder, desde los antiguos mexicas hasta el MĆ©xico del siglo XXI, eran la memoria y el mito. A ambos dedicĆ³ el historiador estudios de madurez como Memoria mexicana (1994) y Los orĆ­genes del poder en MesoamĆ©rica (2009). Entre ambos volĆŗmenes habrĆ­a otro, ineludible, Etnia, Estado y NaciĆ³n en MĆ©xico (2001), que resume muy bien la mirada histĆ³rica que Florescano dirigiĆ³ al gran debate sobre liberalismo y comunitarismo que tuvo lugar en los 90, luego del levantamiento del EZLN en Chiapas.

Leer a Florescano es, en buena medida, advertir que aquellas polĆ©micas estaban muy lejos de opciones abismales o maniqueas, a favor o en contra de la ā€œidentidad nacionalā€. No cabe duda que, como se lee en sus ensayos historiogrĆ”ficos Nuevo pasado mexicano (1991) o Historia de las historias de la naciĆ³n mexicana (2002), el historiador fue un crĆ­tico de los estereotipos narrativos del nacionalismo mexicano, lo mismo en la hegemonĆ­a liberal del siglo XIX que en la revolucionaria del XX.

Pero se trataba de una crĆ­tica que rehuĆ­a prejuicios doctrinales o vehemencias ideolĆ³gicas. El eje conceptual de aquellos libros se articulaba en torno a la diversidad cultural del MĆ©xico prehispĆ”nico y virreinal, republicano y revolucionario. Esa diversidad irreductible se plasmaba en capas de la memoria que se superponĆ­an, a lo largo de los siglos, y que tenĆ­a en la imagen del Ć”guila, la serpiente y el nopal su emblema mĆ”s poderoso.

El Ćŗltimo libro que recibĆ­ de Enrique Florescano fue una reediciĆ³n de su Historia de la bandera mexicana, con el historiador michoacano MoisĆ©s GuzmĆ”n PĆ©rez, cuya primera ediciĆ³n habĆ­a aparecido dos dĆ©cadas atrĆ”s. AhĆ­ reiteraba Florescano que el escudo y la bandera nacionales, a diferencia del himno, de origen mĆ”s coyuntural en el siglo XIX, resumĆ­a en una imagen la supervivencia de mitos antiquĆ­simos, que se remontaban a la peregrinaciĆ³n de AztlĆ”n y la fundaciĆ³n de Tenochtitlan en el siglo XIV.

Contra tesis rupturistas y diacrĆ³nicas, que insistĆ­an en la desapariciĆ³n de culturas y edades en el tiempo mexicano, el historiador recordaba, con Alfonso Reyes, que el escudo y la bandera simbolizaban la ā€œuniĆ³n de una comunidad, mucho mĆ”s profunda, de la emociĆ³n cotidiana ante el mismo objeto naturalā€. Enrique Florescano fue siempre un convencido de la funciĆ³n social de la historia y asĆ­ lo atestiguan las decenas de proyectos colectivos e instituciones culturales y acadĆ©micas que encabezĆ³. FunciĆ³n que siempre entendiĆ³ en tĆ©rminos educativos y cĆ­vicos, no partidistas o sectarios. ~

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(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crĆ­tico literario.


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