Foto: Agencia Informativa Conacyt, CC BY 4.0, via Wikimedia Commons

Mi maestro Enrique Florescano

Un recuerdo personal del recién fallecido historiador, cuyos trabajos en la historia económica y la historiografía mexicana han sido esenciales para el desarrollo de ese campo.
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Acaba de fallecer, a los 85 años, mi maestro Enrique Florescano Mayet, nacido en Coscomatepec, Veracruz, el 8 de julio de 1937. Me es difícil evaluar lo mucho que le debo. Siempre me impresionó su fuerza, concentración y determinación intelectual, desde que lo vi, siendo yo adolescente, exponiendo con vehemencia y conocimiento de causa un asunto.

Después, en 1980, tuve la suerte de que me contratara como investigador en la Dirección de Estudios Históricos del INAH, sin tener yo siquiera el título de licenciado, que obtuve después. Sé que le causó buena impresión una extensa reseña que escribí sobre el libro de Rosdolsky sobre los Grundrisse (los manuscritos de 1857 y 1858 de Marx), que me publicó la revista Nexos. Trabajar en la DEH y en el INAH ha sido uno de los mayores privilegios de mi vida, por el contacto y colaboración con admirados colegas historiadores, arqueólogos, lingüistas, antropólogos, museógrafos, alumnos, fotógrafos, comunicadores, editores, compañeros, unidos en el afán de conservar, estudiar y difundir el patrimonio cultural de México.

En la DEH trabajé junto con Florescano en el Seminario de Historia de la Agricultura, y me formé directamente con él como historiador, dedicado al para mí desconocido periodo colonial, sobre el cual recibí el magisterio de mi padre, que escribía entonces sus Pasajeros de Indias, sus estudios y ediciones de Nezahualcóyotl, Sahagún y Cortés, entre otros estudios indianos. Enrique Florescano era y siguió siendo un fuerte crítico del sistema académico de los historiadores, que sólo escriben para especialistas y no saben dirigirse a la gente, a la sociedad. De esta manera Enrique me obligó a escribir al mismo tiempo para los especialistas y para el público amplio, como lo hicieron maestros como mi padre, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Miguel León-Portilla, Luis González y González, José Emilio Pacheco, Enrique Krauze.

En la Dirección de Estudios Históricos, Florescano abrió el campo de las investigaciones, acorde con lo que sucedía en el resto del mundo, particularmente en Francia con l’éclatement de l’histoire; abrió la historia a las ciencias sociales y a nuevos campos. Organizó la Dirección de Estudios Históricos en “Seminarios”, dirigidos por buenos maestros, de historia urbana (con Alejandra Moreno Toscano, esposa de Florescano, gran historiadora), de historia de las mentalidades (con Solange Alberro y Serge Gruzinski), de historia de las mujeres (con Julia Tuñón), de historia del arte (con Sonia Lombardo), de historia de la cultura (con José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, José Joaquín Blanco, Héctor Aguilar Camín y Nicole Giron), de los empresarios (con Ciro Flammarion Santana Cardoso).

Florescano abrió la historia de México a lo más valioso de la producción académica extranjera, que había sido soberanamente desatendida. Con Enrique leímos a Woodrow Borah, Carlos Sempat Assadourian, a John Mark Tutino, a Eric Van Young, a James Lockhart, con los que nos relacionamos.

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Adquirió para la Biblioteca Orozco y Berra de la DEH fotocopias de tesis de doctorado estadounidenses, varias de las cuales fueron traducidas en la colección SepSetentas de la SEP (1971-1976). Florescano dejó también sentir su influencia en la política editorial de Siglo XXI Editores, creó colecciones de libros y documentos en el Instituto Nacional del Comercio Exterior y de Instituto Mexicano del Seguro Social, sobre la historia de las epidemias en México.

Yo veía que todas estas labores las realizaba Florescano con una fuerza titánica, que le permitía jugar tenis temprano en la mañana, desayunar bien, enterarse de todo, trabajar en la oficina, comer y beber bien, dormir siesta, escribir sus estudios históricos. Para él fue muy importante participar en tareas de dirección y administración: fue director de la Dirección de Estudios Históricos, después lo fue del INAH, y después, en el Conaculta, dirigió la dirección de Proyectos Históricos Especiales. Compartía con mi padre, y con la generación vasconceliana encabezada por Jaime Torres Bodet, el imperativo moral del escritor que no puede dejar de involucrarse en el servicio público, en pro de la cultura. Florescano sabía conseguir fondos, y era muy riguroso en llevar a término cada proyecto.

Florescano tuvo la posibilidad de darle amplitud a su proyecto historiográfico gracias a los estudios que realizó desde los años sesenta. En su tesis de doctorado, publicada en 1969, estudió las variaciones a corto, mediano y largo plazo de los precios del maíz en la ciudad de México en el siglo XVIII, de tal manera que conjuntó los factores ecológicos, económicos, políticos, sociales, epidemiológicos, culturales e intelectuales, y con ese material analizó el sistema agrario de explotación de los indios y mestizos pobres que condujo a la Revolución de Independencia. Este gran libro de Florescano abrió un conjunto de estudios que continuó a lo largo de su vida. Florescano escribió varios estudios de síntesis vigorosa e informada sobre la agricultura y la economía novohispanas, sobre la época de las Reformas Borbónicas, sobre la expansión hacia el Norte, sobre la regionalización de la Nueva España con base en el “sector externo”, esto es, básicamente, con la minería. Al mismo tiempo, Florescano promovió la edición de documentos y de estudios históricos mexicanos y extranjeros, sobre la historia económica y social virreinal.

Florescano fue visto como el gran introductor de la historia económica en México, lo cual lo llevó a enfrentarse con historiadores que le reprochaban disolver al individuo y la circunstancia en la aritmética de las series documentales. Pero no debe olvidarse su permanente promoción no sólo de la historia económica, sino de todos los demás campos en una historia a la que nada humano le es ajeno.

Desde el inicio interesó a Florescano la historiografía, la historia de la historia en México. Hizo o fomentó muchas bibliografías (entre otras México en 500 libros, en la que participé) y estudios de síntesis historiográfica que lo llevaron a una apreciación crítica de la escritura de la historia en México. Si bien la escritura de la historia estuvo relacionada con los vínculos y las disputas de poder en el periodo prehispánico, novohispano, en el periodo independiente, con la disputa entre liberales y conservadores, en el siglo XX se produjo en México y el mundo una profesionalización del estudio de la historia, que lo distanció de las exigencias políticas inmediatas y lo abrió a una apertura documental y temática. Pero al mismo tiempo, el mundo historiográfico académico se alejó de la sociedad, que quedó al margen de los logros de los historiadores, que escriben sólo para historiadores. La actitud polémica de Florescano lo alejó de algunos medios académicos e impidió un debido aprecio de su obra.

La historia de la historia en México, sin embargo, llevó a Florescano a estudios importantes, que comenzaron en 1987 con Memoria mexicana, sobre el periodo prehispánico y colonial, que sería prolongado por una edición ampliada y varios otros libros que se fueron desprendiendo sobre la memoria y el poder a lo largo de la historia de México, y sobre la Serpiente Emplumada Quetzalcóatl como dios del maíz. Estos estudios son valiosos porque toman en cuenta lo que se escribía sobre el tema en México y el extranjero, especialmente en los Estados Unidos. La biblioteca que tenían Enrique y Alejandra, que vendieron a la Universidad de Guadalajara, era buenísima en este campo de la historia prehispánica. También son importantes por la cantidad de ilustraciones tomadas de códices, cerámica, murales, bajorrelieves, esculturas, antiguas, mandadas redibujar a línea por Florescano, y que constituyen una parte fundamental del discurso y nos enseñan a ver y leer mejor las imágenes antiguas.

A lo largo del tiempo no dejé de estar vinculado con Enrique Florescano a través de proyectos diversos. Me publicó varios trabajos, me regalaba libros, me mandaba borradores de trabajos suyos para que se los revisara, participé en presentaciones y homenajes, me consultaba de temas sobre los que él sabía mucho más que yo, me pedía consejos porque sabía que se los daba sinceros, nos veíamos para comer, aunque la música y el barullo de los restaurantes me impedía oír las cosas que me revelaba y que nunca pude oír bien.

Todavía no sé cómo lo voy a extrañar. Mi agradecimiento es eterno. ~



Ciudad de México, lunes 6 de marzo de 2023

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(ciudad de México, 1954) es historiador. Autor, entre otros títulos, de Convivencia y utopía.


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