Trotski segĂșn Kolakowski

Branko Milanovic lee de nuevo, cuarenta años después, 'Las principales corrientes del marxismo', de Kolakowski, y la persona hacia la que muestra mås desprecio es Trotski.
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Como sabe la gente que sigue mi TL, he leĂ­do hace poco los tres volĂșmenes de la magistral obra de Leszek Kolakowski Las principales corrientes del marxismo. Los leĂ­ por primera vez a mediados de la dĂ©cada de 1980 (la fecha en que lo comprĂ©, escrito en mi ejemplar, es junio de 1982), y he vuelto a leerlos casi cuarenta años despuĂ©s. Es todavĂ­a mĂĄs impresionante, porque sĂ© mĂĄs y porque el mundo ha cambiado. EscribirĂ© mĂĄs de eso en otro post.

Kolakowski habla de muchos escritores, desde los griegos que fundaron la dialéctica y Hegel a Mao Zedong. Su conocimiento es sencillamente asombroso. Con muchos de ellos tiene desacuerdos profundos, y sin embargo Kolakowski, que habla de ellos en los términos de esos pensadores y no en los suyos propios, muestra a veces su admiración. Ocurre especialmente con Lukåcs, también con Lenin. Lukåcs es, después de Marx, el pensador mås impresionante, entre mås de un centenar de los que aborda en el tercer volumen. El joven Kolakowski estaba, parece evidente, muy influido por Lukåcs.

Pero probablemente la persona hacia la que muestra más desprecio Kolakowski (dejando al margen a Marcuse, del que no merece la pena hablar) es
 Trotski. Si tuviera que resumirlo en una frase, diría que es porque Trotski era Stalin sin las convicciones de Stalin, o más bien sin la disposición de Stalin para tomar decisiones difíciles cuando estaba solo (es decir, sin tener a Lenin para apoyarlo).

ÂżCĂłmo reconciliamos esto con el (a mi juicio) hecho innegable de que Trotski era brillante en muchas esferas, de la escritura a la guerra, y con la particular atracciĂłn que ejercĂ­a sobre los intelectuales? De hecho, cuando los intelectuales que sueñan con cambiar el mundo sueñan con una vida ejemplar, es difĂ­cil no ver que probablemente Trotski encaja como una de las vidas mĂĄs brillantes de la historia. ÂżCuĂĄntos intelectuales estĂĄn tomando un cafĂ© en CafĂ© Zentral en Viena un viernes y llevando a la victoria al ejĂ©rcito mĂĄs grande de trabajadores y campesinos el lunes siguiente? ÂżCuĂĄntos estĂĄn escribiendo reseñas de libros un sĂĄbado y tomando rehenes el martes siguiente? ÂżEs comĂșn ir a una exposiciĂłn artĂ­stica en ParĂ­s el domingo y negociar un tratado que entrega una tercera parte de la industria de un paĂ­s el jueves?

La extraordinaria combinaciĂłn de una vida intelectual brillante (porque Trotski era un escritor excelente) con la vida de un hombre de acciĂłn, que no tenĂ­a miedo de los obstĂĄculos ni se detenĂ­a ante ellos, parece sacado directamente de un libro griego de vidas heroicas.

ÂżQuĂ© saliĂł mal? ÂżPor quĂ© el arquitecto de la victoria bolchevique ya en 1924 habĂ­a recibido el segundo nĂșmero mĂĄs bajo de votos en las elecciones para el ComitĂ© Central? Una persona que era claramente el nĂșmero 2 de Lenin en mayo de 1924 ya era el nĂșmero 2 mĂĄs bajo en tĂ©rminos de las preferencias de los lĂ­deres bolcheviques.

La razĂłn es que las muchas capacidades de Trotski solo se podĂ­an desplegar y utilizar en la medida en que estuviera en posiciĂłn de mando, y en Ășltimo tĂ©rmino controlado por alguien a quien viera como su igual o superior polĂ­tico o intelectual. Ese era Lenin. En cuanto Lenin desapareciĂł de la escena, todos los rasgos negativos de Trotski salĂ­an al primer plano: su altivez, vanidad, arrogancia. Sus posiciones ideolĂłgicamente extremas (colectivizaciĂłn, voluntario desprecio hacia los sindicatos y los trabajadores) fueron mĂĄs tarde aplicadas por Stalin, y los trotskistas –muchos de ellos en campos de trabajo por la UniĂłn SoviĂ©tica– celebraron brevemente su victoria ideolĂłgica sobre la “niebla gris” de la burocracia, Stalin.

Nunca quedó claro que el extremismo de los años veinte fuera cierto o falso. Y aquí es donde llegamos a la desdeñosa opinión de Kolakowski: Trotski posaba. Cuando desapareció el ancla de Lenin, no quiso tomar ninguna responsabilidad: era el jefe del Ejército Rojo, técnicamente mandaba sobre millones de personas, pero no quiso asistir a las reuniones; declinaba los puestos que le ofrecían, incluso el de primer ministro; trataba a sus camaradas con desprecio, hasta tal punto que dejaban de hablar entre sí cuando lo veían por los pasillos del Kremlin, temerosos de sus mordaces observaciones. (Todos estos ejemplos son de otros libros, no de Kolakowski.)

Su reticencia a asumir su responsabilidad cuando era claramente su deber sembrĂł las semillas de una posterior perspectiva derrotista, y no solo en el movimiento trotskista, que se disgregĂł en grupĂșsculos cada vez mĂĄs pequeños. AfectĂł a muchos movimientos que preferĂ­an proclamar ideas grandiosas, pero eran reacios incluso a la idea de intentar tomar el poder. Entre los ejemplos estĂĄn los partidos comunistas italianos y franceses de las dĂ©cadas de 1960 y 1970, que renunciaron por completo a la idea de ganar elecciones o de alcanzar el poder.

Personalmente, Trotski no quería que eso ocurriera: siguió luchando hasta el final, incluso contra su propio asesino, un hombre fuerte, treinta años menor, a quien Trotski, con la cabeza sangrando, pudo derribar. Pero al evitar la responsabilidad cuando era suya, trazó el camino futuro de muchos partidos de izquierdas. Lo reforzó el derrotismo a menudo repetido de Gramsci: pesimismo del intelecto, optimismo de la voluntad. Todo eso significaba que muchos políticos de izquierdas habían perdido cualquier deseo de ganar.

El “trotskismo” al final se convirtiĂł en un “movimiento” (si es que este tĂ©rmino se puede aplicar) de la intelligentsia occidental que querĂ­a fingir que hacĂ­a algo mientras en realidad no hacĂ­a nada. No hizo avances en ninguna parte del mundo, con la posible excepciĂłn del POUM en España en los años treinta.

DespuĂ©s de la Segunda Guerra Mundial se convirtiĂł en un “movimiento” Ăștil para tener agradables conversaciones en la cena y conocer a novias y novios listos –podrĂ­a haber servido eHarmony de la Europa occidental de posguerra– pero era poco mĂĄs. TodavĂ­a peor: en su forma estadounidense se convirtiĂł desde la izquierda a la extrema derecha cuando muchos de los que habĂ­an sido jĂłvenes trotskistas terminaron no solo apoyando sino definiendo el proyecto imperialista de los neocon.

Trotski todavía persigue a la izquierda: si de verdad no quieres ganar, nunca ganarås. Si es mås divertido beber capuchinos en una plaza al mediodía que levantarte a las 6 de la mañana para hacer campaña para obtener apoyos, terminarås bebiendo capuchinos.

Traducción del inglés de Daniel Gascón.

Publicado originalmente en el blog del autor.

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Branko Milanovic es economista. Su libro mås reciente en español es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revolución francesa al final de la guerra fría" (Taurus, 2024).


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