(Fragmento de una conferencia pronunciada en el Congreso Vasco de Quiroga: Humanista, Abogado, Apostol en Patzcuaro 14-16 de marzo de 2017)
Vasco de Quiroga fue, ante todo, un caballero. En efecto, el 4 de junio de 1511, probablemente con 23 años de edad, fue investido, en la isla de Rodas, como Caballero de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén,
((La Orden de San Juan de Jerusalén (o del Hospital), surgió como transformación de una comunidad que desde mediados del siglo XI atendía a los peregrinos en un hospital de Jerusalén adjunto a la iglesia de San Juan. El nombre oficial de la Orden era «Ordo Militae S. Joannis Baptistae Hospitalis Hierosolymitani». La Orden de San Juan de Jerusalén estaba dividida en España en dos Lenguas: la de Castilla y la de Aragón.
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que luego fue de Rodas y actualmente es de Malta.
((La Cofradía se vio obligada a trasladarse a la Isla de Rodas perseguidos por los musulmanes donde permanecieron hasta 1530. Nuevas persecuciones los llevaron hasta la Isla de Malta por concesión dada por el Emperador Carlos V. Cfr. Archivo Histórico Nacional, Orden de San Juan de Jerusalén.
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Obtuvo el título de licenciado en cánones alrededor del año 1522. Su formación le dejó la impronta humanista que lo caracteriza. Recibió una notable influencia del ambiente universitario y de la Corte. Se discute aún si estudió en Valladolid o en Salamanca. Bien pudo hacerlo en las dos instituciones, tal como lo hizo, pocos años después, su sobrino Gaspar,
((Gaspar de Quiroga y Vela, sobrino de don Vasco —hijo de su hermano Álvaro—, nació también en Madrigal el 13 de enero de 1512. Estudió en el Colegio de Oviedo de Salamanca donde se graduó de bachiller en 1526 para pasar luego al Colegio de la Santa Cruz de Valladolid, donde recibió los grados de licenciado y doctor en cánones. Ocupó altos puestos en la corte y en la Iglesia. Fue visitador del Reino de Nápoles, miembro del Consejo Supremo de Castilla, Gobernador del Consejo de Italia, obispo de Cuenca, Inquisidor General, Arzobispo de Toledo en 1577 y Cardenal en 1578. Falleció en 1594.
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quien primero estuvo en Salamanca donde se graduó de bachiller y luego en Valladolid donde obtuvo los grados de licenciado y doctor en cánones. En aquellos años muchos de los nobles dejaron los puestos públicos a los graduados de las universidades; destacaban los que habían alcanzado un grado en leyes y cánones en la de Salamanca, en especial los que habían estado en el Colegio de San Bartolomé, llamados «bartolomeos». La trayectoria profesional de Vasco de Quiroga sigue los pasos de muchos «bartolomeos» que antes y después de él estuvieron en la universidad de Salamanca.
Que el Licenciado Quiroga fuese un caballero de Malta no es un asunto menor. Explica bien su tenor de vida y la trascendencia de su obra. Su formación y carácter de caballero le proporcionó un modo de pensar y actuar diverso, por muchos motivos, al comportamiento propio del estado religioso y al que solían tener los eclesiásticos de la época. Su condición de caballero lo distingue con la singularidad de ser uno de los pocos laicos de su tiempo que entendieron a cabalidad su puesto dentro de la Iglesia Católica. Los efectos de su pertenencia a la orden hospitalaria se pueden observar en su afán por ejercer con perfección su trabajo profesional y, con ocasión de su trabajo, en base a su prestigio profesional, ayudar a los demás, en especial en su actividad como autoridad o juez y también en su acción hospitalaria y en la promoción humana.
Por vocación y profesión pasó su vida solucionando problemas jurídicos y procurando que todos, sin excepción estuviesen regidos por el derecho. Distinguía perfectamente el ámbito religioso del civil. Era conciente de sus obligaciones en el ejercicio de su trabajo profesional que ejerció con perfección y exigió de los demás el cumplimiento responsable de sus obligaciones personales.
Siendo licenciado, ejerció el derecho en la Real Chancillería de Valladolid y en la Audiencia de Granada.
((La Real Audiencia y Chancillería de Granada fue un órgano judicial establecido por Isabel I de Castilla en 1505 cuando trasladó a Granada la Real Audiencia y Chancillería de Ciudad Real, creada en 1494. Esta nueva Real Audiencia heredó las competencias de la anterior, teniendo competencia sobre el territorio situado al sur del río Tajo, en contrapartida con la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, que las tenía sobre el territorio al norte de ese río.
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En 1525 lo encontramos en Orán.
((La conquista de Orán constituyó una extensión de la Reconquista de España, esa lucha que duró más de siete siglos. Después de que en 1492 los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, conquistaron Granada, el último reino moro de la península Ibérica, decidieron perseguir a los árabes por el norte de África con la esperanza de continuar las cruzadas por la reconquista de Jerusalén. En 1505 el regente Cardenal Cisneros ocupó Mazalquivir y en 1508-1509 el Peñón de Vélez de la Gomera y Orán.
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En esa región al norte de África, fue Justicia Mayor y Juez de Residencia. Disponemos de algunas actas de sus actuaciones que dan fe de su sabiduría al ejercer el derecho. De modo muy sucinto, referiré algunos casos que ilustran el modo de actuar que tuvo Vasco de Quiroga, y que nos permiten calibrar no solo sus atributos personales, sino los conceptos humanistas con los que ejerció la justicia. Los hechos están contenidos en largos procesos que deberá ser estudiados. Los relatos breves se centran en un detalles del proceso, una fina disección, para apreciar su modo de ser y actuar.
El 6 de marzo de 1525, en la residencia del corregidor de Orán, Vasco de Quiroga atiendió como juez un pleito promovido por dos mercaderes saboyanos, Glaudio Bundilión y Tomás Bretón contra el regidor Alonso Páez de Ribera por haberles confiscado 85 fardos de tela. Los demandantes valuaban el desfalco en 5,625 doblas. Reclamaban, además, el pago de 5,000 doblas por las pérdidas que les siguieron a la confiscación. Pidieron también que el corregidor otorgara fianzas o fuera puesto bajo custodia.
El seguimiento de las actas del proceso permiten ver al juez Vasco de Quiroga como hombre riguroso en lo jurídico, con gran respeto al derecho de cada persona aunque fuese culpable, pero con la flexibilidad necesaria para disponer que el acusado no sufriera más de lo debido.
Al inicio del proceso Páez de Ribera rechazó a uno de los escribanos y el licenciado Quiroga le concedió al acusado la selección de otro sobre el que no tuviera sospecha. Ese mismo día, sin embargo, el licenciado Quiroga accedió a la petición de los demandantes y encarceló a la máxima autoridad de Orán, el regidor Páez de Ribera. Tres días después, el nueve de marzo, dispuso que le quitaran los grilletes, fuera trasladado a una sala con mejores condiciones dentro de la carcel, pudiera, si así lo desease, mudarse a otro aposento de la cárcel y recibir personas.
Aparece así, una actitud que será muy típica en la actuación de Vasco de Quiroga, quien desea para Alonso Páez de Ribera que «su derecho no sea perjudicado, y su persona sea bien tratada».
Otro interesante y espinoso pleito que afrontó el licenciado Quiroga durante su estancia en Orán, fue el juicio de apelación que interpuso un tal Baptista Caxines contra el licenciado Liminiana, teniente del corregidor en Orán, Alonso Páez de Ribera.
((El licenciado Liminiana con el Licenciado Quiroga, juez de residencia de Orán, sobre haber este anulado una sentencia dada por el primero como Juez de Residencia contra Baptista Caxines condenándole a restitución de 30 ducados de oro. Orán 11 de agosto de 1526, Archivo General de Simancas, (AGS), Consejo Real de Castilla, leg. 30, folio 11.
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En octubre de 1524, Baptista Caxines fue encarcelado y condenado a una multa de treinta y dos ducados para la real cámara, así como a efectuar reparaciones en los edificios del Regidor, por haber cometido supuestas faltas a la moral.
Baptista Caxines fue un rico genovés, bonetero de profesión, a cargo de un taller en el que trabajaban más de diez personas. El fabricante de bonetes, esas gorras de cuatro picos, explica en el proceso los motivos por los que fue acusado: «siendo yo persona honrada y mercader rico, el dicho licenciado (Liminiana) me prendió y puso en la cárcel pública de esta dicha ciudad, diciendo que me echaba con una mujer casada que se llamaba María Garay, mujer de Alexo sastre, sin que su marido quejase ni querellase de mí y por ello me condenó en treinta y dos ducados injusta y no debidamente». Fue condenado también, a hacer trabajos en la residencia del Regidor.
En marzo de 1525 Caxines apeló la sentencia ante el licenciado Quiroga quien asumió el caso y revocó, en noviembre de ese mismo año, la sentencia de su predecesor en el cargo.
El caso es largo. Los argumentos que esgrime el licenciado Quiroga muestran, una vez más, su destreza en la aplicación del derecho, su firme determinación por defender los derechos de la persona, su amor a la verdad y la ausencia de respetos humanos aún cuando sus decisiones pudiesen incomodar en las superiores instancias judiciales de la corona española.
Las actas, tanto del proceso inicial como del de apelación, muestran que el caso fue ampliamente comentado en la sociedad de la ciudad de Orán. El corregidor, Páez de Ribera, y su teniente, el licenciado Pedro de Liminiana, mostraron gran interés en la acusación para lograr la condena de Bautista Caxines. Presentaron algunos testigos, todas mujeres, que afirmaban que el sastre Alexos de Pastrana vendía a su mujer y que la azotaba cuando se resistía «porque no se quería echar» con tal o cual persona y le exigía el dinero que había pactado con antelación.
El licenciado Quiroga resolvió que el licenciado Liminiana y, por tanto, el corregidor Páez de Ribera, procedieron mal, pues no hubo denuncia de tercera persona, requisito para perseguir, según las leyes de Castilla, crímenes que no fuesen notorios ni manifiestos. Señaló que se dio agravio e injusticia al genovés Bautista Caxines por haberlo apresado, se le debía regresar el monto de la multa y pagar por su trabajo en la casa del Regidor.
Además, consignó que «el dicho Alexos de Pastrana y la dicha María de Garay son casados y velados a la ley y a la bendición según lo manda la santa madre iglesia apostólica de Roma, y siendo como son casados», se hizo proceso «en perjuicio de su honra y fama contra ellos, especialmente no acusando su marido».
Consignó también que, en todo caso, de probarse las acusaciones, debería hacerse proceso al sastre Alexos de Pastrana «como rufián y lenón y consentidor de sus cuernos». He aquí un juez justo, con sentido del humor.
Vasco de Quiroga fue amante de la verdad. Fue hombre veraz, es decir, usó y profesó siempre la verdad. Exigió también, de manera pertinaz, la verdad en quienes con él trataban, haciendo uso muchas veces, de los instrumentos del derecho. Una declaración suya, escrita en 1535, es contundente en este sentido:
«Y si la verdad se ha de decir, necesario es que se así se diga; que untar el casco y quebrar el ojo,
((Se decía: “Quebrar el ojo y untar el caso”, que censura al que, de manera hipócrita, pretende remediar el daño que él mismo ha causado. Extsabe, Regino, Diccionario de refranes comentado, Ediciones de la Torre, Madrid, 2012.
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o colorar y disimular lo malo y callar la verdad, yo no sé si es de prudentes y discretos, pero cierto sé que no es de mi condición, no cosa que callando yo haya de disimular, aprobar ni consentir, mientras a hablar me obligase el cargo».
Termino con una paráfrasis del texto de Juan José Moreno, segundo biógrafo de Vasco de Quiroga, señalado que si «por un dedo se conoce un gigante y, por una uña, un león», aquí he intentado presentar una uña fina de este caballero, con la esperanza de que anime a muchos a estudiar los procesos judiciales en que se vio envuelto.