baruch spinoza
Kunstmuseum Den Haag, Public domain, via Wikimedia Commons

Antídoto contra el odio

La historia pasa, pero los odios permanecen. También permanece la filosofía que los combate, como la de Spinoza.
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Los odios teológicos que enfrentó Spinoza en el siglo XVII (el de las guerras religiosas) continuaron en los siglos siguientes, mutando en odios nacionales, ideológicos, étnicos. En este siglo las variantes nacen de las diferencias “identitarias” de la lengua, el género, el color, la cultura, la política. La historia pasa, los odios permanecen. Pero también permanece la filosofía que los combate.

Spinoza fue excomulgado por sus ideas pero no conoció el odio sino la forma más alta del amor que él llamaba amor Dei intellectualis, que no es otro que el amor al conocimiento de la naturaleza infinita e inabarcable –incluida la naturaleza de las pasiones humanas– que buscó comprender a la luz de la razón.

Su antídoto contra el odio fue comprenderlo, para así liberarse de él. Aquí una selección de sus ideas provenientes de cuatro obras fundamentales.

 
 
TRATADO BREVE

A modo de conclusión, decimos que el odio y la aversión contienen en sí tantas imperfecciones como, por contra, el amor contiene perfecciones. Este, en efecto, produce siempre mejora, fortalecimiento y crecimiento, que es la perfección; mientras que el odio, al revés, siempre tiende a la destrucción, al debilitamiento y la aniquilación, que es la imperfección misma.

302-303

ÉTICA

El odio nunca puede ser bueno. […] Todo lo que apetecemos porque estamos afectados de odio, es deshonesto, y en el Estado, injusto.

752 (IV, Proposición 45 y Corolario 2)

Todos los afectos de odio son malos, y, por tanto, quien vive bajo la guía de la razón se esfuerza cuanto puede en no sufrir los conflictos de los afectos de odio; y, en consecuencia, se esforzará en que tampoco otro soporte esos afectos.

753 (IV, Proposición 46, Demostración)

 
 
Quien quiere vengar las injurias con el odio recíproco, vive sin duda míseramente.

754 (ibid, Escolio)

Concebimos que el soberbio es necesariamente envidioso y odia sobre todo a aquellos que son muy alabados por sus virtudes, y que su odio no es fácilmente vencido por el amor o los beneficios y que tan solo disfruta con la presencia de aquellos que condescienden con su ánimo impotente…

760 (Proposición 57, Escolio)

[…] el varón fuerte no tiene odio a nadie, no se irrita contra nadie, no envidia, ni se indigna, ni desprecia a nadie, y no es en absoluto soberbio.

774 (IV, Proposición 73, Escolio)

TRATADO TEOLÓGICO-POLÍTICO

En cuanto a las sediciones, suscitadas so pretexto de religión, surgen exclusivamente […] porque las opiniones, al igual que los crímenes, son juzgadas y condenadas como un delito. La verdad es que sus defensores y simpatizantes no son inmolados a la salvación pública, sino tan solo al odio y a la crueldad de sus adversarios.

840

Esto es lo que, respondiendo a las exigencias […] de la filosofía […] he decidido demostrar aquí ampliamente, sin inquietarme demasiado de los gritos de la superstición, cuyo máximo odio se dirige contra quienes cultivan la verdadera ciencia y practican la verdadera vida.

862
 
 
[…] pues no hay nadie que no viva angustiado en medio de enemistades, odios, iras y engaños, y que no se esfuerce, cuanto esté en su mano, por evitarlos. Y, si consideramos, además, que, sin la ayuda mutua, los hombres viven necesariamente en la miseria y sin poder cultivar la razón […] veremos con toda claridad que, para vivir seguros y lo mejor posible, los hombres tuvieron que unir necesariamente sus esfuerzos.

1036

Así, pues, los príncipes debían preocuparse al máximo, al menos por su propio interés, de administrarlo todo según las leyes vigentes y de todos suficientemente conocidas… De lo contrario, no podían evitar el más profundo odio de los súbditos, cual suele ser el odio teológico.

1060

El fin del Estado, repito, no es convertir a los hombres de seres racionales en bestias o autómatas, sino lograr más bien que su alma […] y su cuerpo desempeñen sus funciones con seguridad, y que ellos se sirvan de su razón libre y que no se combatan con odios, iras o engaños, ni se ataquen con perversas intenciones. El verdadero fin del Estado es, pues, la libertad.

1092

TRATADO POLÍTICO

§ 14. En la medida en que los hombres son presa de la ira, la envidia o cualquier afecto de odio, son arrastrados en diversas direcciones y se enfrentan unos con otros. Por eso mismo, hay que temerlos tanto más cuanto más poder tienen y por cuanto son más perspicaces y astutos que los demás animales.

1144

[…] el ejercicio de un poder absoluto es muy peligroso para el príncipe, muy odioso para los súbditos y contrario a las leyes, tanto divinas como humanas, como lo prueban innumerables ejemplos.

1182



Publicado en Reforma el 18/XII/22.

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.


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