Cambio de ancho

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Marcos Eymar

Hendaya

Mรฉxico, Ocรฉano, 2013, 184 pp.

Protagoniza Hendaya –la primera novela del tambiรฉn cuentista y profesor Marcos Eymar (Madrid, 1979)– un tal Jacques Munoz, sin eรฑe. La historia (que no el libro) arranca cuando su madre muere, Jacques se obsesiona con el castellano y acepta la sospechosa labor de transportar, varias veces por semana, una maleta pesada, cuyos contenidos ignora. En cada viaje, siempre de Parรญs a Madrid o viceversa, el tren se detiene a hacer una maniobra que le permita transitar por las vรญas por las que debe seguir su camino. Esta operaciรณn se llama “cambio de ancho” y es necesaria porque las vรญas fรฉrreas de Espaรฑa y Portugal no coinciden con las del resto de Europa. Los .233 mm de diferencia hacen obligatorio un alto total en la frontera francoespaรฑola, en un lugar llamado Hendaya.

En la primera frase de la novela, Jacques estรก sentado en un bar y, tenso, espera: “De un momento a otro entrarรกn por esa puerta y empezarรกn a hacer preguntas. No sabes cuรกl serรก su aspecto, ni quรฉ idioma hablarรกn, pero sรญ sabes que es demasiado tarde para intentar la huida. Has llegado al final del camino.” Si puede permitirse empezar al final del camino es porque esta novela opera en una suerte de “cambio de ancho” literario: cruza constantemente fronteras entre niveles de lenguaje, puntos de vista y tiempos verbales.

Hendaya da para muchas conjeturas: que si se cifra en su epรญgrafe (“¿Cรณmo cruzar la frontera cuando uno la lleva dentro?”); que si le da por fin su justo lugar literario al emigrante econรณmico espaรฑol (mucho menos visto que el exiliado polรญtico); que si el nombre de la madre, la Sole, anuncia el carรกcter asocial del hijo; que si Goya; que si San Antonio. Yo no sรฉ si Eymar plantรณ a conciencia cada uno de los sรญmbolos en su novela, en todo caso lo que me parece digno de celebrar es, precisamente, que su intenciรณn no interesa. Porque solo a los malos novelistas es posible leerlos a travรฉs de su tema, refiriรฉndonos a la sinopsis como esos turistas que no sueltan el mapa. En las buenas novelas uno se pierde volontiers, y los sรญmbolos parecen brotar orgรกnicamente de la historia.

Se ha dicho de Hendaya que es una novela negra. A mรญ no me lo parece. Tiene suspenso, claro, pero no hay un crimen por resolver. Si hubiera que endilgarle un gรฉnero, dirรญa que es mรกs cercana a las historias de aventuras. Tiene los ingredientes bรกsicos: un eslabรณn robado y una misiรณn para recuperarlo, un protagonista huรฉrfano situado en un contexto ajeno –personaje pez fuera del agua, que le dicen–, una prohibiciรณn de inicio, una serie de antagonistas, un elemento femenino que atrae, un coqueteo con el parricidio, un arma entregada, amenazas, un par de bajas definitivas, etcรฉtera. Pero con estos elementos, claro, tambiรฉn pueden –y suelen– escribirse libros muy malos. Creo que dos cosas salvan y elevan a este.

Lo primero es que el interruptor (lo robado) no es un objeto sino una letra. Una eรฑe. Y con esa eรฑe, necesariamente, la lengua –y la cultura– espaรฑola. Cuando un emigrante, en una natural voluntad de integraciรณn, le niega a sus hijos el idioma materno, les corta mucho mรกs que la lengua. (El lenguaje estructura, lo sabemos, el pensamiento.) El robo es, pues, grave. Lo que busca recuperar Jacques al aprender espaรฑol es un andamiaje mental, un lugar en el mundo: la identidad que se le negรณ.

“Ella siempre hizo cuanto pudo para alejarlo de su lengua materna, les explicarรกs. Querรญa que fuese un francรฉs puro, no un ‘mezclao’. Dรญa tras dรญa le hablaba en ese idioma extranjero, con su horrible acento de vaca espaรฑola. Cuando venรญa alguna compatriota a visitarla, encontraba siempre una excusa para castigarlo en su cuarto. […] Las monjas decรญan que en el asilo la fobia de su madre se habรญa agravado. Que cuando por casualidad oรญa una frase en espaรฑol, se tapaba los oรญdos y se ponรญa a temblar.” A fuerza de cerrarle la puerta a sus raรญces, Soledad se la abre al autodesprecio que hereda Jacques y que lo lleva a tomar una tras otra decisiones suicidas.

Lo segundo que separa a Hendaya de una mera trama es el oficio de Eymar. La prosa es impecable, para empezar. Sobria, precisa, pulida a morir –casi quiero decir: castiza– pero tambiรฉn reflexiva y entonces habrรก quien la llame afrancesada. (Otra capa para el mix francoespaรฑol.) Y la estructura es recia. Porque este libro deberรญa ser ilegible: tenemos un hombre sentado en una silla, bebiendo coรฑac y recordando, y la inacciรณn es una receta para la catรกstrofe narrativa. Pero de ese bache lo saca el uso de la segunda persona (que es en realidad una traslaciรณn de la primera: una fracciรณn de Jacques que permanece sobria), y del peligro de la segunda persona –que suele cansar– lo salva la tercera. No analizarรฉ los otros “cambios de ancho” pero dirรฉ que no estorban a la lectura y que eso es difรญcil de lograr. Eymar sabe escribir: no descuida el detalle, libra toda cursilerรญa y evita tanto las repeticiones que, cuando se hagan las conjeturas que mencionรฉ antes, habrรก quien grafique el lรฉxico hasta determinar la neurosis sinonรญmica del autor. Este grado de limpieza es raro de encontrar, y se agradece.

Mi รบnico reproche a Hendaya es que las atmรณsferas emocionales, de tan sรณrdidas, resultan planas. Todo va del gris al negro, del negro al gris. Ni un vislumbro de ternura en la patรฉtica existencia de Jacques, ni una chispa de fraternidad en su incapacidad para relacionarse. Y aunque –dado su historial– esto puede justificarse racionalmente, me parece que tanta coherencia en la construcciรณn del personaje termina por estorbar. Nos interesa, sรญ, porque no es un personaje que nos deje frรญos, pero tambiรฉn nos cansa la ausencia de contrastes emotivos: todo tira, en Jacques, hacia abajo; no hay en รฉl picos de entusiasmo ni atisbos de esperanza. Los abismos emocionales –todo ese gris, todo ese negro– estรกn bien explorados, pero al no tener zonas de contraste –de luz– me parece que pierden peso. No es que yo quisiera soluciones artificialmente felices para Jacques, solo creo que encontrar rincones luminosos en las historias mรกs oscuras es la oportunidad que tiene un autor de tocarle las fibras mรกs profundas, las menos racionales, al lector; de conmoverlo y de no dejarle mรกs opciรณn que la de espejearse con el personaje y aceptar que, sรญ, en el fondo, algo comparte –quiera o no– con ese pobre diablo. De lo contrario, a ratos Jacques queda como un antihรฉroe muy bien construido, pero por el que sentimos poca cosa.

Hay, eso sรญ, algunos momentos de humor, y en general son fruto del buen oรญdo de Eymar, que con envidiable fluidez lleva el relato del ancho de vรญa de una lengua culta y clara, al de localismos muy especรญficos. Y es que cohabitan en este libro varias ramas del castellano, y dos son argots muy bien plasmados. Estรก el fragnol, una mezcla de francรฉs y espaรฑol que varรญa segรบn el idioma de origen (y aquรญ se respetan esos matices) y estรก la jerga madrileรฑa que –como la propia ciudad– opera sobre el eje de una tradiciรณn densa, salpicada aquรญ y allรก de notas pintorescas.

Ademรกs de esta, la ediciรณn para Latinoamรฉrica, Hendaya saldrรก en Espaรฑa y Francia, en los sellos Siruela y Actes Sud. Buenas y merecidas noticias para Eymar. Serรกn interesantes la lectura que pueda tener en Espaรฑa (en pleno reencuentro con su cualidad de paรญs expulsor) y la versiรณn francesa (¿cรณmo traducirรกn el fragnol? ¿Por inversiรณn?). En todo caso, la mejor noticia de todas es para usted, lector: que todavรญa no tiene la mรกs pรกlida idea de quรฉ hay en esa maleta. ~

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(ciudad de Mรฉxico, 1983) es narradora. Umami, su primera novela, saldrรก en Literatura Random House en febrero 2015.


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